sinopsis

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Las calles eran oscuras y silenciosas, pero también traicioneras

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Las calles eran oscuras y silenciosas, pero también traicioneras. Las paredes y ventanas susurraban cosas al oído de los que pasaban. Los pisos repletos por pisadas invisibles de gente cuerda o gente maniática. Las nubes cubiertas de bruma oscura. Las estrellas escondidas de cualquier vista.

Vuelvo a repetir; las calles eran oscuras y silenciosas, pero también traicioneras. Esa última palabra se le quedó en la cabeza a un hombre que corría por los pasillos angosto que había entre las casas y departamentos. El hombre corría todo lo que sus pies podían, el aire era algo inexistente en sus pulmones y el sudor frío era lo que sentía caer por su cara, pero sin duda lo que atraía todo su dolor era la flecha incrustada en su muslo izquierdo.

El hombre encontró entre tantos edificios una bodega abandonada, en donde sin dudar dos veces ingresó, con la esperanza de alejarse de lo que lo asechaba. Abrió una puerta en donde el salón estaba completamente oscuro y un solo foco iluminaba el lugar, se notaba que era un antiguo bar secreto ya que había una barra de tragos en una esquina, había aún botellas en las repisas y alguno que otro vaso sobre las mesas. Él, creyendo que por fin estaba libre, comenzó a caminar en dirección a un taburete que estaba en el sitio y cuando iba a sentarse, una flecha rozó su oreja haciendo que saltara en el lugar.

-¿Donde está el perrito? ¡Oh, aquí está!-se escuchó una voz gruesa con un toque de diversión-. ¿Tan rápido dejarás de jugar con nosotros?

-¡Déjenme en paz!-gritó el hombre

Un movimiento entre las sombras lo puso alerta.

-¿Es eso lo que quieres?-una voz femenina fue ahora lo que logró captar su atención, era suave y melodiosa, pero también había ese toque de diversión.

-¡Solo mátenme! ¡Ya no soporto sus juegos!-pidió comenzando a retroceder.

-No aguantas ni una flecha, cobarde.

Un joven iba caminando en su dirección, sus facciones eran un poco marcadas, su cabello castaño, pero lo que llamaba atención eran sus ojos azules cuan cielo despejado. En su mano tenía un arco, estaba vestido completamente de negro y el único color que había en él era un anillo verde en su dedo. Sus pisadas eran seguras, pero lentas, sus brazos se balanceaban a su alrededor como si no le importara tener a alguien herido enfrente suyo.

-Solo aguarda unos segundos más-la voz femenina cada vez se escuchaba más cerca-. Te aseguro que preferirás estar en compañía de nosotros antes de estar con ella.

-¿Tan mala compañía somos, hermanita?-el joven hizo un falso puchero

-¿Pero que dices? Si nosotros somos unos angelitos-se burla la chica

El hombre dió vueltas y vueltas en busca de esa voz, pero simplemente nadie aparecía. Lo estaba asechando desde las sombras.

-Los minutos pasan, Richard-comenta el joven-. Nuestra paciencia se acaba.

𝐎𝐏𝐏𝐎𝐒𝐈𝐓𝐄𝐒 | 𝐃𝐚𝐦𝐨𝐧 𝐒𝐚𝐥𝐯𝐚𝐭𝐨𝐫𝐞 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora