Capítulo 3: Magos y brujas excepcionales

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El otoño había consumido casi todos los árboles del patio; las hojas se coloraban y finalmente caían al suelo cayendo a su propia muerte.
La semana siguiente a iniciar clases fue ardua y cansada (en especial para los de primero), era viernes y los chicos podían respirar finalmente. La euforia de la multitud avecinaba el fin de semana y no había nadie más aliviada que Rose Weasley pues eso significaba que tendría tiempo de estudiar más antes de la próxima clase de pociones o de encantamientos (eran las materias más problemáticas; era mejor en los libros que en las prácticas), igualmente eso significaría pasar más tiempo con Catherine la cual hacía mucho más divertidas sus maratónicas sesiones en la biblioteca leyendo libros como Pociones para bobos volúmen 1 o Encantamientos sencillos para squibs .
-Pero no eres una squib, ¿no, Ro?.- decía Catherine mientras miraba la portada del intacto ejemplar con una sonrisa en los labios rosados.
-No, pero quizá lo necesite. Son pasos sencillos para magos y brujas patéticos, como yo.- contestaba Rose tomando más libros de la estantería y acomodándolos sobre la gran pila en sus brazos.
- De acuerdo. - Catherine arrebató la torre de libros de los brazos temblorosos de Rose y los acentó en la mesa; hicieron un ruido sordo contra la madera, Catherine se apoyo con una mano en la cadera y la otra en la mesa frente a Rose. - esto debe terminar, Ro. Eres una fantástica bruja y llegarás muy lejos, pero eso no lo vas a lograr leyendo libros.
-¿Qué dices?.
-Que debemos salir ahora a practicar algunos hechizos.
Catherine y Rose fueron al patio junto al lago y sacaron sus varitas de la túnica.
-Comenzaremos con algo sencillo.- dijo Catherine. - wingardium leviosa.- pronunció claramente apuntando su varita a una hoja cobriza en el pasto.
La hoja se elevó unos centímetros, se balanceo y finalmente cayó con delicadeza al césped.
-Ahora tú, Ro.
-Cath...- Rose lucía nerviosa y agarraba su varita con fuerza como si esta intentara escaparse de sus manos ansiosa por realizar el encantamiento.
-No temas, saldrá bien. Dilo con claridad y recuerda: agita y golpea.- Catherine hizo el movimiento tomando a Rose de la mano para que lo sintiese.

Rose apuntó a la hoja y dijo: wingardium leviosa.
Entonces la hoja comenzó a dar saltitos como si fuera jalada por un hilito invisible -wingardium leviosa- volvió a repetir Rose con más fuerza y lo más claramente que su voz delicadamente chillona le permitió. La hoja se elevó cinco...diez...¡Treinta centímetros! Y se asentó suavemente en el pasto.
Rose sonreía y era conciente que su sonrisa era enorme cuando las mejillas comenzaron a dolerle.
-¡Te lo dije!. Por Merlín, sí que te lo dije. - dijo Catherine.
-si, lo hice...vaya.
-Hmm...de hecho, no. -Cayeron más hojas secas del árbol y de él cayó un chico pelirrojo, se pasó la mano por el cabello y embozó una sonrisa.- yo sí.
-¡James!.-Catherine sonaba molesta; Rose encambio miraba boquiabierta a su primo. -Eres un completo tonto.
-Ay Cath. Me gusta cuando te enojas, haces esa cosa graciosa con tu nariz.
-déjame golpearlo, Ro.- decía Catherine haciendo un puño con las manos lastimándose las palmas con las uñas (su cabello ahora era verde oscuro)
-Por favor, Rosebud, no dejes que me lastime.- James fingió temor ( muy falso, realmente)
-¡No me llames así, James!. - Rose reaccionó furiosa: odiaba ese nombre. Había sido una confusión del registro cuando la encargada había confundido un estornudo de su padre como el nombre de la bebé, desde que lograron aclararlo James no dejaba de molestarla con el nombre cada que podía.
-No quise molestar, pero si planeas aprender buena magia deberías preguntarle al mejor de todos: Yo.- James acentuó la palabra buena mirando a Catherine de reojo la cual giró los ojos y cruzó los brazos como si hiciera un berrinche.
-No necesitamos tu ayuda.- dijo.
- Claro que sí, Cath. Ya viste lo mala que es mi prima, si no fuera de mi familia de seguro pensarías que es una squib.
-Basta, James...si vas a ayudarme, ¿Qué quieres?.
-¿Yo?, nada.- James fingió haberse ofendido pero Catherine lo golpeó en el hombro con el puño (para ser una niña tan delgada tenía una fuerza enorme.)
James se quejó y se tomó el brazo izquierdo con la mano derecha.
-Tendrás que ser amable, pero ¿que quieres, James?.
-Quiero que me consigan un cabello de McGonagall.
-¡¿Qué?!.- las chicas parecían indignadas. ¿para qué necesitaría James algo como eso?.
-Yo sé que es raro, pero les juro que es para algo bueno.
-Dinos.- le retó Catherine.
- De acuerdo. La otra noche McGonagall me quitó mi escoba...
-no es raro, la usas como transporte para cada clase.- dijo Rose.
-...si, bueno, el caso es que necesito recuperarla porque el partido de quiddich es la próxima semana.
Era cierto, James había entrado ese año como buscador en el equipo de quiddich de Gryffindor y como cualquier deportista obsesivo trataba a sus prácticas de manera más seria que cualquier otra materia (en especial en las que eran toralmente teoría);sin embargo, Rose entendía a su primo, ella igual adoraba el quiddich.
-...Estaba pensando que si me transformara en McGonagall podría entrar en su oficina y recuperarla.
-Es un plan tonto...- dijo Catherine.
-No, no lo es.
-Si lo es, James. - Rose entendía a su primo, pero era seguro que McGonagall le devolvería su escoba antes del partido, ni ella se arriesgaría a que Gryffindor perdiera por default.
-además.- dijo Catherine acercándose a James.- ni siquiera sabes la contraseña de su despacho, y también si sacas la escoba de la oficina de McGonagall es obvio que se dará cuenta y es definitivo; te sacará del equipo
-Uf, de acuerdo...hubiera sido divertido, pero tienen razón. Les ayudaré aún así.
Eso era lo más divertido de James: fingía ser un tonto pero en el interior era un primo fantástico.

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