Fuck You [Editando]

Bienvenido Al Infierno

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-Ya no lo hagas más.— Seokjin lloró frente a él, como un pequeño niño con el corazón destrozado.— Vamos a tener un bebé, Kookie~... N-no quiero que mi hijo pase por todo esto~

-¡Yo no te pedí ningún hijo!.— Jungkook le empujó por los hombros haciéndolo chocar su espalda contra la pared más cercana.— ¡Te dije que te cuidaras! ¡Yo no quiero hijos tuyos!

-Jungkook~.— Jin parecía destrozado.—

-¿Sabes qué?.— Jungkook caminó hasta tomar el abrigo sobre la cama, y sacando un fajo pequeño de billetes se los lanzó a Seokjin.— Practícate un aborto.

Seokjin lloriqueó, se agachó tomando los billetes que anteriormente habían chocado con su cara y cuando recogió cada uno de ellos se puso nuevamente de pie.

-N-no puedo abortar, Jungkook.— Dijo Jin, extendiéndole los billetes, con sus manos temblorosas.— N-no puedo. N-no me hagas hacer eso.

-Pues si no lo haces entonces tendrás que cuidarlo solo.— Jungkook habló duro, y con una expresión de asco, logró señalar el vientre de su pequeño novio.— Yo no voy a cuidar de esa cosa.

-Kookie~.— Jin lo miró con ojos enormes.— N-no digas eso.

Seokjin entró en pánico. Su corazón comenzó a bombardear su pecho cuando se dio cuenta que su plan había fallado. Él pensaba que si le daba un hijo a Jungkook, todos los golpes, todos los gritos, todas las discusiones desaparecerían de su pequeño hogar. Pensó que eso calmaría a Jungkook. Y se dio cuenta que eso no cambiaría absolutamente nada con él.

Y lo peor. Traería al mundo a su bebé, que tendría que ver todos los días lo que hacía su padre con su otro papi.

Jin negó totalmente desacuerdo. Sus manos picaron y retuvo un grito en su pecho. Soltó los billetes y con sus temblorosas manos logró tomar las de su novio.

-S-solo tócalo, Jungkook.— Jim dirigió las manos del más alto hasta su vientre, aquel que apenas se encontraba abultado.— T-tócalo. Tienes que tocarlo.

Pero Jungkook se rehusó. Soltó un fuerte gruñido y empujó a Jin, provocando que se tropezara y cayera en picada al suelo.

[...]

-¡Despierten, princesas!.— Una voz resonó en los grandes salones, junto al irritante sonido de un palo golpeando una pedazo de metal.— ¡Tienen cinco minutos! ¡Levanten sus jodidos traseros! No se molesten en arreglarse, se ven malditamente buenos en sus uniformes.

Soltó un pesado suspiro y se impulsó sobre la cama cuidando de no golpearse en la otra cama arriba de él. Se sentó en la orilla sosteniendo su cabeza pulsante, porque aunque era su primera noche ahí, su cabeza parecía querer explotar. Sintió el sucio colchón con resortes salidos debajo de él y finalmente decidió levantarse.

-Vamos, viejo.— El chico que dormía en la cama sobre la suya bajó de un gran salto.— Tenemos que apurarte si quieres comer lo más nuevo.

Se dirigieron hacia la puerta de la celda que ahora estaba abierta. Comenzaron a caminar entre toda la multitud de hombres con uniformes anaranjados. Los policías se mantenían a los extremos supervisando que ningún rebelde fuera para otro lado.