Mi Hermano

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Chanyeol camina arrastrando los pies sobre un pasillo de piedra gris y lisa, tiene los cabellos alborotados y tiene el rostro pálido, su boca olía a cigarrillo y la punta de su lengua se tallaba constantemente sobre la parte trasera de sus dientes medio podridos. El policía detrás de él le llevó hasta la sala de visitas, miró a su hermano a través de las rejas, él sonrió, con sus rasgados ojos cerrándose, su hermano se levantaba de su asiento y se sentaba cuando un guardia le pidió que volviera a su lugar. El sonido de la alarma hizo que hiciera una mueca molesta, las rejas se abrieron y lo guiaron a la mesa del fondo caminando entre cuatro o cinco familias con sus prisioneros por delante.

-Namjoon.— Chanyeol sonrió, y su hermano le sonrió también, aunque no de la misma manera.— Pensé que no vendrías a verme.

Namjoon le miró sentarse frente a él, miró atento al policía que les miraba atento y logró ahuyentarlo. Suspiró profundamente bajando la mirada, el mismo sentimiento atándole el pecho.

Nunca en su vida creyó que esto pasaría. Namjoon aún recordaba el excelente chico que Chanyeol había sido alguna vez, aún podía soñar con el recuerdo que tenía de su hermano junto a su pareja, durante esos tiempos en los que jamás hubiera imaginado esta situación. Ahora le dolía, Chanyeol ya no era el de antes, ahora no era más que un prisionero, que caminaba con los pies arrastrándose y con la piel pálida, con los dientes pudriéndose cada día por los efectos de todo ese cristal que Chanyeol metía a su cuerpo. Nunca imaginó verlo de esa forma, con las uñas mordidas y con sus talones golpeando contantemente el suelo.

Namjoon suspiró, ladeó la cabeza y sonrió con cierta pena.

-¿Cómo va la terapia?.— Preguntó, porque sabía que Chanyeol se esforzaba en tomar esas ridículas terapias, que, sabía también, no funcionaban en nada.—

-Supongo que bien.— Chanyeol asintió, sorbiendo su lastimada nariz, limpiándose con la manga de la sudadera naranja, mordiendo sus uñas de forma nerviosa e inconsciente.— Me dijeron que si aguantaba dos meses sin probar nada, entonces me darían un premio.

-Me alegra oír eso.— Namjoon asintió, mirando atento cada uno de sus movimientos.— ¿Y cuánto llevas?

Chanyeol se la pensó, y movió los dedos cual niño, como si estuviera contando el tiempo en el que no había probado absolutamente nada.

-Creo que como unos veinte minutos.— Asintió, sincero.—

-Creo que eso no es suficiente.— Namjoon suspiró, y sonrió con pena.— Tienes que esforzarte, lo sabes ¿no? ¿No quieres ver a Mina?

El nombre de su hija hizo que su corazón palpitara acelerado, sus pies comenzaron a golpear cada vez con más rapidez el suelo bajo a él, y recargó sus brazos sobre la mesa.

-Por supuesto que quiero verla.— Chanyeol asintió fascinado.—

Namjoon sonrió nuevamente, sacó de entre el bolsillo interno de su saco unas pequeñas fotografías, y las puso sobre la mesa deslizándolas suavemente, dejando que su hermano las mirara.

Chanyeol las tomó, y sus ojos brillaron nuevamente al mirar a su hermosa princesa, apretó los dientes al verla por fin después de unos cuantos meses, cuando su hermano le había dado las ultimas fotografías de ella.

En la primera foto, ella vestía un hermoso vestido, tenía el cabello suelto hasta los hombros y tenía sobre su pequeña cabeza un sombrero de paja. Estaba en los brazos de su cuñada, la hermosa mujer de su hermano, que señalaba a la cámara, indicándole a la pequeña dónde debía mirar y posar. Su pequeña Mina, con sus piecitos descalzos, con la arena blanca cubriéndole la planta de los pies, con el viento acariciando su rostro, con el inmenso mar de Gongjin de fondo.

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⏰ Última actualización: Mar 08, 2022 ⏰

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