Uno: Después de él

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          Mi casa ya no existía. De hecho, llevaba años sin existir. A veces olvidaba que unos terroristas la habían derribado porque mi padre los había amenazado por televisión nacional. Sin embargo, comenzaba a tener una nueva. Una gran torre en el centro de Nueva York, acababa de ser remodelada. El penthouse en donde vivía, había sido convertido en una facilidad que le daba la bienvenida a todos los amigos de mi padre. Hecha completamente para vivir y trabajar ahí, la torre era el sueño de cualquier persona que quisiera vivir en un internado.

          Tenía una gran cicatriz que me rodeaba todo el tobillo por el trabajo de reconstrucción que hicieron los cirujanos cuando se me rompió. En el clóset, guardaba un largo vertido verde rasgado en la parte de abajo, que veía cuando pensaba que Asgard no era real, que él no había sido real. Iba a terapia una vez a la semana, lo cual era una tortura. La terapeuta hablaba sobre mi largo episodio post traumático, que ya había superado. Hablar con ella era igual a hablar con un sillón vacío, no me escuchaba ni entendía.

          No pensaba mucho en él. Me gustaba creer que la mejor manera de honrar su muerte era viviendo mi vida plenamente. Todo lo que había vivido en Asgard había repercutido en mí de maneras inexplicables. Constantemente tenía pesadillas, a las cuales les tenía más miedo que a la vida real. Una vez había soñado sobre el lugar y momento exacto de su muerte y había sido exactamente como lo soñé. Gritaba por las noches y estrellaba objetos contra las paredes con mis poderes mientras dormía, lo cual hizo que dejara de tener más que muebles en mi habitación. Habían noches en las que me aterraba dormir y terminaba llorando hasta quedarme dormida sin querer. Los sueños más hermosos terminaban dejándome toda la mañana encerrada, moviendo cosas alrededor mío como si fuera el sol de miles de planetas.

          Mi personalidad no era la misma aunque no quisiera aceptarlo. No era la misma chica del Este de Manhattan, que soñaba con tener una familia perfecta y un lugar al que llamarle hogar. Era más grosera con todos, todo me molestaba, era más sarcástica e irónica. Cualquier persona podría llamarle un crecimiento personal. Mi terapeuta creía que había madurado y que era más fuerte, pero no me sentía así cuando lloraba por las noches al ver que él no estaba a mi lado.

           Me dormía siempre del lado izquierdo de la cama y hacía un bulto con las almohadas del lado derecho. De algún modo, jamás las movía. Era como si mis poderes se hubiesen acostumbrado a no tocarlo cuando dormíamos juntos. Siempre me vestía de verde y cuando me ponía nerviosa, tocaba un brazalete que me había llevado de Asgard por error. Por las noches me acariciaba la herida de la cirugía del tobillo, pero siempre la cubría con un brazalete negro para que nadie la viera. Me afectaba el hecho de que la gente viera lo mal que estaba, así que lo ocultaba todo. Ocultaba mis cicatrices, no me gustaba ver mi tatuaje, maquillaba mis moretones y usaba ropa holgada para que no vieran lo flacucha que seguía siendo.

          Desayunaba siempre un tazón de uvas, pan, huevo y té. Comenzaba a dejar el café y el té me reconfortaba más que cualquier otra cosa en el mundo. Siempre evitaba la pizza y cuando me veía más flacucha comía galletas. Usar pantalones comenzaba a ser la cosa más incómoda, así que no los usaba si no era necesario. Comenzaba a despreciar cosas que no fueran naturales y usaba palabras asgardianas como Midgard. A veces decía palabras noruegas que mi padre no entendía y tarareaba canciones de Asgard. Odiaba el calor del verano y el frío me molestaba, solo deseaba tener el perfecto clima de Asgard. A pesar de que durmiera un par de horas, me despertaba al amanecer y lo primero que hacía era darme una ducha.

          Recordaba cada ejercicio de entrenamiento con Loki y los intentaba hacer todos a diario, aunque me cansara más de lo debido. Era extraño vivir con mis nuevos poderes en Midgard. Lo más molesto de caminar en las calles infestadas de gente de Nueva York, era sentir la energía de todas las personas, así que evitaba lugares con mucha gente. A veces me creaba vestidos como los que usaba en Asgard y todos los muebles de mi habitación eran como los que había en el palacio.

The Lethality Behind the FlowerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora