Seis: El primer y último adiós

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              Midtown High era la mejor ilustración de una escuela estadounidense en una película. Con aquél edificio repleto de casilleros en los pasillos, con el enorme comedor donde se junta la gente por grupos, con aquellos enormes campos deportivos y baños que parecían de mala muerte. Mi casa ni siquiera era una casa, era un departamento. Si fuera un pueblo sería una casa, pero estábamos hablando de Queens. Yo lo había investigado todo como la buena adolescente que era. Claro que Google Earth se convirtió en mi mejor amigo en aquellos días donde lo único que tenía por hecho era que no quería quedarme ahí seis meses.

              Jamás viví la vida de una adolescente común, pero creo que aquello quedó muy claro desde el principio. Sin embargo, ni siquiera sabía si quería esa vida. Odiaba la idea de regresar a secundaria, ya no tenía la edad para aquello. No podía creer que en verdad mi padre pretendía que nadie me reconociera. Iba a estar rodeada de adolescentes que dedican toda su vida a las redes sociales y yo no era un secreto en estas. Mi familia entera era una celebridad y mi cara aún estaba en todos lados. La idea de mi padre de que usara gafas y me tiñera el cabello era increíblemente absurda. Mi aspecto físico no le importaba en lo absoluto a mi padre, porque el no recuerda lo que es ir a una secundaria. Sabía lo mal que me iba a ver, lo cual también me preocupaba.

             Pero por más increíble que sonara, aquello me preocupaba más que la misión en sí. Estábamos hablando de hacerme cercana a un chico que se notaba que jamás había hablado con una chica por más de un minuto. Si hablábamos de que me tuviera confianza, aquello tampoco me iba a costar en lo absoluto. Pero me preocupaba que me descubrieran, que me volviera una noticia de nuevo. No paraba de pensar en lo que todos dirían en los telediarios sobre mí. No quería imaginar que pensaría la gente si se enteraran de que mi padre me había infiltrado en una escuela para espiar a un chico.

               Así que el día de mi partida estaba a punto de llegar, era mi último día en la torre. Aquél lugar del que tantas veces había intentado escapar y el lugar del que ya no me quería ir de nuevo. Mi padre había decidido hacer una fiesta en mi honor y se suponía que todos iban a asistir. Nadie sabía exactamente a dónde iba o qué iba a hacer más que Nat, así que sabía que tendría que evadir preguntas toda la noche.

—Espero que partas muchos cráneos con tus poderes raros— dijo Thor riendo para después tomar un sorbo de su cerveza.

—Yo espero que no— dijo Nat alzando una ceja sospechosamente. Le guiñé un ojo y me sonrió.

—¿Qué es lo que tienen los Stark con el misterio? Solo dígannos qué va a hacer la niña durante seis meses— dijo Clint casi gritando por encima de la música.

—Cosas de bruja— le contestó Thor y sentí una pequeña punzada en el pecho recordando cuando su hermano me llamaba así.

—Su misión es asunto de ella y mío— dijo mi padre sentándose del otro lado de la barra.

—¿No tiene nada que ver con Hydra?— preguntó Bruce, que llevaba viendo a Nat toda la conversación totalmente confundido. Seguro había visto el pequeño guiño. Ninguno de los dos le contestamos, así que suspiró.

—Bueno, ya que no nos van a decir opino que juguemos algo— dijo Thor después de empinarse el resto de su cerveza.

—¿Un juego?— pregunté confundida mientras le daba vueltas a mi vaso con soda. Claro que mi padre jamás me dejaría beber, pero Nat le había añadido un poco de vodka a mi bebida.

—Perdón la tardanza— interrumpió Steve entrando por el umbral del salón. Caminaba un poco apurado y se sentó a lado de mi padre.

—No te preocupes, debe de llevarte varias horas acomodar ese copete— dijo mi padre con sarcasmo y todos rieron, excepto Steve, que solo sonrió levemente.

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⏰ Última actualización: Nov 04, 2021 ⏰

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