Julio

145 0 0
                                    

Te ruego un poco de cariño en silencio. A la noche, cuando te doy la espalda esperando que me abraces y me hagas caricias en la panza.
Te pido un poco de atención. Cuando me empiezo a mover, a darte besos para que te despiertes. "No me puedo dormir". Y a tu pecho, a tu beso en la frente.
Te demuestro mi debilidad. Esos ratos en los que me pierdo en tus pestañas. En los que te abrazo por atrás, sabiendo tu espalda y tu hombro mi lugar preferido.
Te doy un poco de mí. Cada vez que corro a apagar la luz y me cago de frío. Cada vez que me levanto, y hago la cama porque te movés como la puta madre.
Pierdo un poco de mí. Todas esas veces que te digo que te quiero y me respondés con una sonrisa, nada más. Cada vez que no me contestás. Me pierdo ahí.
Me entrego. Cada vez que te digo que sí, a cualquier cosa que me pidas con tal que estés contento, con tal que me quieras, con tal que te des cuenta que estoy acá.
Me quedo. Todas esas veces que dejó la cama hecha, para que mañana duermas bien, porque sé que odias que se te caiga el cubrecama. 

Estoy acá, dando lo mejor, recibiendo lo que, en tu frialdad, te sale. Tomándolo, aceptándolo. Estoy acá. Riéndome de la foto del pasillo, del tubo de Pringles que tiene mil años. La tele (ahora sin cable), que nos encontró una tarde con Monsters Inc., a los abrazos. La alcancía de Dragon Ball. El dibujo de Duraznito. Estoy acá.

"Nunca me gustó compartir la cama. Sin vos se duerme mal. La cama es un desastre".
Por favor, no me sueltes.

("Estoy volviendo, venís más tarde?")

Nuestro premio por no salir corriendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora