Un sol cegador que iluminaba por completo el salón, que por muy pequeño que fuera su iluminación era genial, me despertó. Por instinto, cogí el móvil para darle los buenos días a Kuroo. Hasta que recordé que ya no. Ya no éramos nada. Intente olvidarme del susodicho poniendo en marcha mi día, aunque muy fácil no sería. Todo me recordaba (de nuevo) a él. Decidí buscar en Google las fases Post-ruptura, pero me quede igual que antes al ver que hipotéticamente primero iba la tristeza, cuando no fue así. Hasta mi horóscopo no estaba acertado, ¿Que sería lo próximo? Apague el móvil al completo y me hice un café en la cafetera que Kuroo tiro al suelo y rompió, la cual arreglarla salió prácticamente más cara que comprar una nueva. Intente asociar la cafetera con otras cosas, porque lo que menos quería imaginar era la sonrisa traviesa de Kuroo al tirar sin querer la cafetera fucsia al suelo. Estaba perdida en mi memoria y recuerdos hasta que el timbre interrumpió mi viaje temporal. Me dirigí con una lentitud estrepitosa hacia la puerta, y acompañado de un bostezo, abrí la puerta.
-¿Kozume Kenma saliendo de casa? Imposible. No me lo creo. ¿Ya han avanzado tanto los hologramas? Tío, esto da miedo, creo que me quede en el siglo pasado.- Y, en efecto, Kenma estaba detrás de la puerta con sus pintas habituales de chico que vive pegado a la pantalla las 24 horas del día. Pero no pongo pegas, porque gracias a eso maneja una de las empresas más importantes de videojuegos de todo el país.
-Hasta en la mierda sigues con tu genial humor de siempre.
-Te lo ha contado, ¿Verdad?
-Ya que no lo hacías tú, el se ha adelantado- Kuroo y Kenma también eran buenos amigos, debido a que ambos habían jugando en el mismo equipo de volleyball. -Al menos déjame pasar, que no se si sabes que hace un frío que te cagas.- Me aparté de la puerta para que el rubio entrara. Como no, analizo la casa con una mueca de asco.
-Chico que esperas, que no soy dueña de una empresa de videojuegos, bastante que no vivo debajo de un puente.
-Lo que tú digas, no te quejes de que no te ofrecí uno de los pisos con las mejores vistas de todo Tokyo...- Eso era verdad. Pero maldito amor y quien cojones lo invento, ahora podría estar en mi cama de matrimonio que mediría prácticamente lo mismo que el salón de mi casa mirando los barrios iluminados de Tokyo, mientras que estoy en un cuchitril cuyo alquiler cuesta más caro que comer en un restaurante de lujo en la zona de Shibuya, y todo porque el peli negro vivía a dos calles de aquí. Y si, vivía, porque él no fue idiota y a la primera de cambio al volver de Estados Unidos se mudó a un piso muchísimo mejor.
-Ya, bueno, ¿Pero a que en el fondo es súper acogedor?- Me miro como si yo hubiera matado a una camada de gatos. Le miré con recelo y me tire en el sofá, cosa que Kenma hizo poco después.
-Y que, ¿No me vas a contar lo que paso?
-Es que no hay más, de la noche a la mañana me dejó.
-Kuroo no haría eso, Yuki, y tú lo sabes.
-Por ahora la existencia de los aliens no está comprobada, así que dudo que le metieran en su nave espacial y le lavaran el cerebro.
-Ya se por qué te ha dejado.
-¡¿POR QUÉ?!
-Porque eres rarísima. Y no en el buen sentido.- Le miré como si le estuviera perdonando la vida, y este levantó los brazos en son de paz. -Hablando en serio, ¿No habíais discutido ni nada por el estilo?- Le tire mi móvil para que él mismo lo viera, a lo que respondió con una expresión de sorpresa.-¿Se ha vuelto loco?- Reí incrédula.
-No lo sé ni yo, pero ahí tienes, no discutimos ni paso nada.
-Lo mismo te puso los cuernos en una de las fiestas esas, se sintió culpable y te dejó -Kenma era el típico que no procesaba lo que decía antes de hablar porque le daba igual hacer sentir mal a las personas con lo que él pensaba,ya que era su forma de verlo.
-Ojalá nunca seas psicólogo.
-Ni que lo estuviera pensando.
Un silencio se instaló en la sala, pero lejos de ser incómodo, era un silencio que los dos habíamos desarrollado con el tiempo. Era un silencio que, en el que sin necesidad de mediar palabra, nos entendíamos. Creo que esa era una de mis cosas favoritas de nuestra amistad.
-Mira el lado bueno, ahora puedes salir de fiesta y enrollarte por primera vez en tu vida con alguien que no sea ese gilipollas.
-Kenma, por dios.
-Solo digo las opciones que se me ocurren... Si te interesa, un viejo amigo está a cargo de un host en Kabukicho. Quien sabe, lo mismo luego los "jajas" se convierten en algo interesante.
-Voy a quemar todos tus mangas, te están lavando el cerebro.
-Yo te dejo la tarjeta del Host Club aquí, y tú ya haces lo que quieras con ella... Lo mismo la puedes usar para acumular el polvo o para echarte tú un polvo.
-¿Alguna estupidez más que aportar o te vas a pirar ya?
-Nop, me voy, tengo una reunión para un nuevo juego de rol que quieren lanzar. ¿Juegos de rol? ¿Desde cuando mi empresa se ha convertido en una empresa de juegos para adolescentes que no tienen ni puta idea de amor? . En fin, mucha suerte y no inundes la casa con tus lágrimas que el seguro no lo cubre.
-Si lanzáis el juego de rol avísame, que lo mismo me sirve de apoyo emocional.
-Más quisieras- El rubio salió por la puerta enseñando su bonito dedo anular y yo me quede mirando la tarjeta del host. ¿Sería buena idea ir? ¿Pasaría algo si llamo? Dios, ¿Acabo de romper con mi pareja y ya estoy pensando en ir a un Host? Mis amigas de la universidad siempre estaban de host en host, y que yo sepa, un host no es nada más que un sitio en el que vas a pasar un buen rato tomando café con un chico que se hace pasar por tu pareja para sentirte querida. Muy en el fondo, me parecía un plan perfecto. Pero por otra parte, aún sentía que sería como ponerle los cuernos a Kuroo cuando no lo era. Pero que le den. El arrepentimiento vendría después. Me levante a la velocidad del rayo y me puse lo mejor que encontré en el armario, y llamé al número que había escrito en la tarjeta que Kenma había dejado.
-¿Hola?
-¡Hola Yuki, cuanto tiempo! Kenma me dijo que llamarías, ¿te acuerdas de mi?
-¿¡Iwaizumi!?
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Warning Lights Under The Rain
Fanfic-Se acabo, es mejor que lo dejemos El corazón de Yuki se fragmentó en una cantidad desorbitada de pedazos que no volverían a su lugar hasta que el corazón de Kuroo no acabara igual.