La primera misión seria

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Nobi Wig no podía creer lo que le contó su viejo amigo, el maestro Qui-Gon Jinn. En Tatooine tuvo dos encuentros bastante peculiares. El primero de ellos fue con un niño, aproximadamente de unos nueve o diez años, llamado Anakin Skywalker. Aparentemente, este niño tenía extraordinarias habilidades, las cuales Qui-Gon consideró apropiadas para sugerir un entrenamiento Jedi.

Pero eso no era lo único. Qui-Gon juraba que este niño podría ser aquel del que hablaba la antigua profecía del elegido de la Fuerza. Una profecía que los Jedi habían interpretado como la venida de un ser que acabaría con el Lado Oscuro y restauraría el equilibrio en la Fuerza. De ser cierto...

En fin, el segundo encuentro es el que más le preocupaba a Nobi. Su amigo afirmaba que en el desierto había sido atacado por un Lord Sith, los antiguos y jurados enemigos de los Jedi. Hace miles de años hubo guerras entre estás dos facciones: el imperio Sith por un lado y la República y los Jedi en el otro. Fueron guerras muy sangrientas que casi acabaron con ambos lados, pero al final los Jedi salieron victoriosos y, según las fuentes oficiales, Darth Bane intentó establecer una nueva filosofía para los Sith, pero no logró implementarla antes de morir. Ese, supuestamente, había sido su fin.

Ahora, lo enviaban de regreso a Naboo, a proteger a la reina Amidala, pero también averiguar más sobre ese misterioso guerrero y si de verdad era un Sith. Nobi habría estado encantado de acompañarlo, pero el Consejo le asignó a él y a Artorious, su padawan, una misión en otro planeta. Está sería la primera misión de gran importancia de Artorious, en las últimas semanas sólo habían cumplido pequeñas misiones en Couruscant, pero ahora los enviaban a un lugar peligroso, el planeta Ord Mantell, sede de la organización criminal conocida como Sol Negro.

—¿Estamos listos, maestro? —preguntó su padawan.

Nobi asintió. También se uniría su antiguo aprendiz, Jainen Nessis, sólo que esta vez no irían como maestro y aprendiz, sino como maestro y caballero. Nobi creía que la experiencia de su antiguo padawan podría servir a Artorious para su entrenamiento. 

La misión era sencilla por sí misma: negociar con el líder de aquella organización por la liberación de un Jedi capturado, el maestro Hörst Wut. Aún no conocían las circunstancias de su captura, sólo que había sido enviado a recuperar a un niño sensible a la Fuerza.

Nobi encontró a Artorious y Jainen esperándole en la plataforma de aterrizaje donde un crucero consular c70 los esperaba para llevarlos a Ord Mantell. Eso les trajo recuerdos a los tres, pero los de Jainen no fueron tan placenteros.

—Maestro, ¿Ya nos vamos? —preguntó Artorious, quién parecía bastante emocionado por la misión.

—Ciertamente, joven padawan —respondió Nobi, luego se dirigió a Jainen—. Gracias por acompañarnos. Estoy seguro que esta misión nos servirá a todos.

Jainen asintió, pero no dijo nada. Su nombramiento como caballero debió hacerlo sentir feliz y orgulloso de sí mismo, pero por alguna razón fue todo lo contrario. Ni siquiera entendía porque aceptó esta misión, en realidad el Consejo no le ordenó, sino que le preguntaron. Los tres subieron a la nave, los pilotos encendieron los motores y la nave se elevó a través de los cielos de Couruscant. Salieron de la atmósfera y llegaba la parte favorita de Artorious: el hiperpropulsor se activó y la nave puso ruta hacia Ord Mantell.

***

La bienvenida dio mucho que desear. Los Falleen nunca han sido muy hospitalarios, los Jedi se mantuvieron juntos por seguridad. El guardia que los recibió les apuntó en todo momento con su rifle. Los Falleen eran una especie sauro-mamífera con una apariencia distintiva. Eran distinguidos por su piel jaspeada, cráneos puntiagudos, y un cabello largo y negro, que usualmente lucían con colas de caballo. Eran capaces de expulsar poderosas feromonas para atraer pareja. 

La Saga de Artorious. Episodio II: El sendero del aprendizajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora