Seerla estuvo a punto de morir, Artorious logró bloquear los disparos que venían hacia él, reflejándolos a su origen. Hörst lo tomó por cuello de su ropa y saltó para sacar del peligro al niño. Le indicó que se ocultara detrás de unas cajas de cargamento y no saliera hasta que todo terminara.
Los Jedi saltaron alrededor de toda la plataforma, desviando las cargas de plasma hacia sus agresores. Nobi y Artorious trataban de desarmar o herir a los guerreros de Sol Negro, mientras Jainen no tenía ninguna culpa con matarlos, incluso llegando a cortarlos directamente con su sable de luz. Esta no era una práctica muy común y sólo estaba justificada en situaciones de vida o muerte; aun así los Jedi siempre trataban de evitarlo.
Artorious saltó hacia los puntos más altos, sobre las naves y construcciones de la plataforma. Intentaba eliminar a los soldados del terreno alto para quitarle esa ventaja a Salaar. Cortaba las armas o desviaba los disparos con su sable verde, pero eran demasiados y muchas veces estuvo a punto de ser herido. De alguna forma, sus agudos sentidos lo protegieron más de una vez de morir, pero no lo harían indefinidamente. Sus únicas opciones eran retirarse o intentar robar una nave y ninguna ofrecía buenas probabilidades.
Los Falleen siguieron disparando contra los Jedi, había al menos treinta de ellos y todos tenían confianza en que sus números no serían ningún problema contra cuatro Jedi, uno de ellos joven. Sin embargo, Salarr no anticipó que Jainen los diezmara tanto. Durante un tiempo, Jainen tomó lecciones con el maestro Syfo Dyas, sus palabras siempre estaban presentes en los pensamientos de Jainen:
—Cuando te encuentres en problemas de desventaja numérica recuerda esto —encendió su sable de luz de plasma azul—: no hay que dar cuartel al enemigo cuando tu vida o la de aquellos que te importan peligra. Eso no es el Lado Oscuro, sino proteger, es la defensa.
—Pero mi maestro dijo que matar siempre es la última opción de todas.
—Lo es, es correcto. Pero no temas quitar una vida cuando esta atenta contra otra.
Así que Jainen cortó a tantos Falleen como pudo y sus cuerpos yacían en el suelo, a veces en partes, desmembrados o con estocadas en el torso. Las heridas no sangraban, pues el calor del sable de luz las cauterizaba al instante, eso era algo bueno, hacía la escena menos grotesca.
Poco a poco los Jedi fueron ganando terreno. Hasta que los Falleen quedaron reducidos a un grupo de cinco, incluido a Salarr, apostados entre los Jedi y su nave. Nobi y el maestro Hörst se acercaron por el frente, mientras que Artorious y Jainen los flanquearon para acorralarlos. Seerla se dio cuenta que el conflicto estaba por terminar y salió de su escondite. A pesar de ser tan joven, entendía lo que estaba pasando y aun así se obligó a caminar ente los cadáveres de su gente y hacia la nave. Al llegar, su padre y los otros se habían rendido. Su amigo Hörst le apuntaba con su espada verde a Salarr, su papá.
—Se acabó —dijo el Kel Dor—. Nos iremos y si tu hijo desea acompañarnos, también vendrá.
Salarr frunció el ceño con las manos levantadas.
—¡Malditos, no les doy permiso de llevárselo!
Horst intentó presionar pero...
—¡Papá! —gritó Seerla horrorizado.
El pequeño corrió entre los Jedi hasta los brazos de su padre y se interpuso entre el sable de Horst y Salarr.
—¡Ya basta! —lloró—. ¡Ya basta! Sólo váyanse. Váyanse...
—Seerla...
Horst trató de extender la mano, pero Salarr apartó a su hijo.
—¡Miren la masacre que provocaron! —acusó el líder criminal—. Ya no puedo detenerlos sin tener riesgo de perder mi vida. Aborden su nave. Nadie los detendrá.
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La Saga de Artorious. Episodio II: El sendero del aprendizaje
Fanfiction(Hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana...) En una galaxia tan vasta y diversa, 10,000 caballeros Jedi son los encargados de mantener la paz y la justicia en la República Galáctica; miles de sistemas estelares que la conforman están en des...