II

23 0 0
                                    

—Una noche, mientras estaba tendido en la cubierta de mi vapor, oívoces que se acercaban. Eran el tío y el sobrino que caminaban por laorilla del río. Volví a apoyar la cabeza sobre el brazo, y estaba a puntode volverme a dormir, cuando alguien dijo casi en mi oído: 

 "Soy tan inofensivo como un niño, pero no me gusta que me manden.¿Soy el director o no lo soy? Me ordenaron enviarlo allí. Es increíble..."Me di cuenta de que ambos se hallaban en la orilla, al lado de popa,precisamente debajo de mi cabeza. No me moví; no se me ocurriómoverme. Estaba amodorrado. "Es muy desagradable", gruñó el tío. "Élhabía pedido a la administración que le enviaran allí", dijo el otro, "conla idea de demostrar lo que era capaz de hacer. Yo recibí instruccionesal respecto. Debe tener una influencia tremenda. ¿No te parece terrible?"Ambos convinieron en que aquello era terrible; después hicieronobservaciones extrañas: hace la lluvia... el buen tiempo57... un hombre...el Consejo... por la nariz... Fragmentos de frases absurdas que mehicieron salir de mi estado de somnolencia. De modo que estaba enpleno uso de mis facultades mentales cuando el tío dijo: "El clima puedeeliminar esa dificultad. ¿Está solo allá?" "Sí", respondió el director. "Meenvió a su asistente, con una nota redactada más o menos en estostérminos: 'Saque usted a este pobre diablo del país, y no se moleste enenviarme a otras personas de esta especie. Prefiero estar solo a tener ami lado la clase de hombres de que ustedes pueden disponer.' Eso fuehace ya más de un año. ¿Puedes imaginarte desfachatez semejante?" "¿Ynada a partir de entonces?", preguntó el otro con voz ronca. "Marfil",masculló el sobrino, "a montones... y de primera clase. Grandes cargamentos; todo para fastidiar, me parece." "¿De qué manera?"preguntó un rugido sordo. "Facturas", fue la respuesta. Se podía decirque aquella palabra había sido disparada. Luego se hizo el silencio.Habían estado hablando de Kurtz. 


 57 En el original, "Make rain and fine weather". Esta alusión a Kurtz como el "rey del tiempo" procede de La rama dorada, de James Frazier, 1890. 


 "Para entonces yo estaba del todo despierto. Permanecía acostado talcomo estaba, sin cambiar de postura. '¿Cómo ha logrado abrirse pasotodo ese marfil?', explotó de pronto el más anciano de los dos, queparecía muy contrariado. El otro explicó que había llegado en una flotillade canoas, a las órdenes de un mestizo inglés que Kurtz tenía a suservicio. El mismo Kurtz, al parecer, había tratado de hacer el viaje, porencontrarse en ese tiempo la estación desprovista de víveres ypertrechos, pero después de recorrer unas trescientas millas habíadecidido de pronto regresar, y lo hizo solo, en una pequeña canoa concuatro remeros, dejando que el mestizo continuara río abajo con elmarfil. Los dos hombres estaban sorprendidos ante semejante proceder.Trataban de encontrar un motivo que explicara esa actitud. En cuanto amí, me pareció ver por primera vez a Kurtz. Fue un vislumbre preciso: lacanoa, cuatro remeros salvajes; el blanco solitario que de pronto le dabala espalda a las oficinas principales, al descanso, tal vez a la idea delhogar, y volvía en cambio el rostro hacia lo más profundo de la selva,hacia su campamento vacío y desolado. Yo no conocía el motivo. Eraposible que sólo se tratara de un buen sujeto que se habíaentusiasmado con su trabajo. Su nombre, sabéis, no había sidopronunciado ni una sola vez durante la conversación. Se referían a'aquel hombre'. El mestizo que, según podía yo entender, habíarealizado con gran prudencia y valor aquel difícil viaje erainvariablemente llamado 'ese canalla'. El 'canalla' había informado que'aquel hombre' había estado muy enfermo; aún no se había restablecidodel todo... Los dos hombres debajo de mí se alejaron unos pasos;paseaban de un lado a otro a cierta distancia. Escuché: 'puesto militar...médico... doscientas millas... ahora completamente solo... plazosinevitables... nueve meses... ninguna noticia... extraños rumores'. Volvieron a acercarse. Precisamente en esos momentos decía el director:'Nadie, que yo sepa, a menos que sea una especie de mercaderambulante, un tipo malvado que les arrebata el marfil a los nativos. 

El Corazón de las Tinieblas. Joseph ConradDonde viven las historias. Descúbrelo ahora