El bebe

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El palacio estaba en revuelo: mientras la reina estaba paseando con mi madre, ella entro en labor de parto, su majestad rápidamente llamo a todo aquel que pudiese auxiliar a la antigua dama de la vida.

No era ninguna sorpresa, pues, desde hace unas semanas, nos preparábamos para recibir al nuevo integrante de la familia. Aun así, fue impresionante cuando interrumpieron nuestras clases de idiomas, dando la noticia de que mama había entrado en labor de parto.

Un pequeño bebe estaba en camino. A pesar de que había visto cientos: desde que fui nombrada la nueva dama de la vida, cada que una nueva madre me veía, pedía una bendición para su bebe. Pero, para mí, este bebe era muy diferente a los demás, era especial: era mi hermano.

La maestra Selene dio por finalizada la clase de hoy, alegando que ninguno de los tres estábamos concentrados. Tras su salida, estallamos en risas: en seis meses de clases con ella, habíamos notado que siempre que había un buen chisme, buscaba forma de acabar con las clases.

Caminábamos hacia la sala del médico real. Víctor y Dereck discutían sobre el nombre ideal en caso de ser niña y en caso ser niño, sin embargo, me encontraba más distraída escuchando lo que se decía aquí y allá. Los chismes habían comenzado, algunos hasta especulaban de que la reina tenía intenciones de adoptar al bebe y otros envidiaban la posición del niño, pues tenían la ferviente idea de que sería apadrinado por los reyes.

El alboroto era mayor en la sala del médico real, a cada minuto más y más personas llegaban, los pobres médicos y enfermeros no se daban abasto. Irritados, corrían a todo aquel que tuviesen de frente, eso también incluían a nosotros. El pobre enfermero fue fulminado por su superior y llamado a uno de los cubículos, aun así la sala se fue vaciando de poco, volviendo a su habitual tranquilidad.

Las horas pasaron, provocando que me fuera impacientando. ¿Todo estará bien?, papa estaba más nervioso que yo, a pesar de tener poco de haber llegado.

Comencé a caminar en círculos por toda la sala de espera, tratando de calmarme, sin tener resultado alguno. Me sorprendí tanto cuando Víctor se puso frente mío y me tomo de los hombros.

—Mírame a los ojos, —vacilaba entre seguir dando vueltas u obedecer su petición, pero conocía lo tenaz que podía llegar a ser—Va a estar bien.

Me abrazo tan solemnemente que se parecía los actos públicos de alianza, aun así fue muy reconfortante, que logro disminuir mi ansiedad. Pero el momento fue interrumpido, un leve carraspeó proveniente de mi papa provoco que nos separáramos rápidamente. Estaba totalmente avergonzada, en sus ojos estaba la advertencia hacia su discípulo.

—Cuidado, novato. Esa es mi hija.

Víctor estaba tan tenso, que se notaba a kilómetros, pero solo duro hasta que Dereck estallase en risas. Papa ya se había forjado su fama de sobre protector en cuanto los chicos que me rodeaban, solo Dereck no recibía ese trato tan mordaz cuando se trataba de abrazos o regalos. Casi podía apostar que se debía a la amistad del rey y el, pero bien pudiese ser, que no sería bien visto un trato tan duro al príncipe heredero.

Cuando las aguas se volvieron calmas de nuevo, y papa trataba con normalidad a mis amigos, la noticia de que el bebe había nacido volvió a generar revuelo. El doctor había entrado a la sala, exclamando "es un niño", Víctor le pagaba unos chocolates en cuanto escuchamos la noticia y yo corrí a donde mi madre.

Mama estaba tendida en una cama, se miraba tan digna aunque se le notaba frágil, su rostro mostraba cansancio, la reina le sostenía la mano en un intento de apaciguarla.

—Vas a ocupar mucho reposo y nutrirte.

—Pero Samara, tengo que atender a los nobles que vienen la semana entrante.

—Tranquila, no es tan importante, solo son unos jóvenes que sus padres enviaron a practicar, tal vez sirva enviar a los chicos a que practiquen.

— ¿Y si no saben cómo reaccionar?

—Tu siempre pensando en el trabajo— una melodiosa risa se escapó de la reina— yo personalmente los supervisare e intervendré si surge algún problema.

—Mama ¿este bien?

Mama se sobresaltó al escucharme, rápidamente trato de acomodar su cabello ligeramente desalineado y lucir lo menos cansada posible.

—Estoy bien, mi niña. Solo un poquito cansado.

— ¿Cariño, mi hijo vino contigo?

—Claro, se encuentra con mi papa y Víctor.
Tras de eso, se retiró, quedando solo mi mama, yo y él bebe en la habitación.

—Ven a conocer a tu hermanito.

Me acerque lentamente, un pequeño y rosado bebe estaba en sus brazos. Se miraba más frágil que las flores en los jardines de la reina, más pequeño que todos los bebes que he bendecido, y tan fuerte como los rayos del sol. Era raro ver alguien frágil pero fuerte, pero aquí estaba, aferrándose a mi dedo como si se le fuese la vida en ello.

— ¿quieres agarrarlo?
Asentí energéticamente, pero al cargarlo me sentí tan temerosa de que algo le pasara. Viví tantos años como hija única y escuche tantas veces que era un milagro que tan siquiera yo hubiese nacido, que era mágico tener en mis brazos un hermanito.

—El que él pueda estar aquí, es gracias a ti: las damas y caballeros de la vida que han existido en nuestra historia, todos y cada uno de ellos se han encargado de ser el laso de nuestro reino con el otro plano. Traen luz y prosperidad a nuestra tierra, pero, mientras sean el lazo entre ambos planos, no podrán tener hijos.

—Pero ¿y yo?

—Tu, mi niña. Eres el más grande y maravilloso de los milagros, eres mi regalo dado por la diosa madre.

— ¿Por qué son necesarios esos lasos, mama?

Estiro sus brazos y tomo a mi hermanito en ellos.

—Toma asiento cariño.

Rápidamente fui por una silla y la puse cerca de mama, tomando su cálida mano.

—Te contare una historia que sucedió hace mucho tiempo, tanto que parece una leyenda.

La sombra de la traiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora