Primera delegación (II)

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Lo mire directamente a los ojos, completamente sorprendida.

— ¿En serio te sorprende tanto? ¿No lo parezco?

Parpadee unas cuantas veces para volver en mí, tal vez era algo grosero de mi parte.

—Disculpa, me sorprendí porque creí que tenía el laso con su dios protector.

— ¿Ah?... —ahora el sorprendido era él, sin poder evitar reír ligeramente— ¿Me confundió con un príncipe? Me alaga señorita.

Sus ojos dejaban escapar un poco de su felicidad, provocando el calor en mi rostro. Catarina se dejó caer en el respaldo de su silla, exagerando su dramatismo y con una sonrisa en los labios.

— ¡Perfecto! Me has robar a mi alumna.

Su mirada viajo de mí a ella y aclaro la garganta, Catarina alzó las manos en señal de tregua y luego sorbió su te.

— ¿Qué laso tiene usted, señorita?

—El de la muerte, por eso mi dulce apariencia—tras notar mi duda prosiguió— A todos le aterra la muerte, es natural que le teman. Por eso, quien guía en ese cambio debe trasmitir paz y dulzura.

—Es una bella forma de verlo.

Volteé a ver a Víctor, quien se miraba cabizbajo por lo que sea que estuviese cruzando su mente, no pude evitar evocar el día que nos conocimos.

Un príncipe maldito, temido por todos a su alrededor por traer la muerte. Como primogénito, se esperaba que fuera el heredero del laso con su dios, y con ello, el trono.

Pero no fue así, la muerte había elegido a dos portadores y no había sucesor natural del trono para un rey que llevaba muchos en el puesto. Desde muy pequeño se le vio como el fin de su nación, una maldición viviente para su familia y su reino.

De no contar con la protección de la deidad de la muerte, seguro habrían tratado de acabar con él, no puedo ni imaginar que le habrían hecho, de no ser porque en mi reino faltaba un portador, quien sabe que sería de él.

Todos le temían y le dieron la espalda, incluso su propia familia, no puedo evitar sentirme culpable por tenerle a penas supe del príncipe de la calamidad. Que forma tan cruel de referirse a un niño, recuerdo que era un poco más joven que yo ahora mismo cuando llego, y a pesar de lo solo que debió de haber estado, aun así me tuvo paciencia.

Sujete con delicadeza su mano por debajo de la mesa, tratando de reconfortarle aunque sea un poco, despejando su mente aunque sea un poquito de lo que sea que lo agobia. Pero sin querer provoque su sobresalto, tras notarlo, quise liberarlo de mi agarre, pero el tomo mi mano con firmeza y cuidado.

—Estoy bien.

Me dedico una de sus sonrisas más deslumbrantes que ha dado, más que cualquiera que le he visto, y eso en parte me apaciguaba.

La pequeña reunión no duro mucho, pues tiempo después, llego la secretaria de la reina para guiarnos hacia donde se encontraban, su junta había acabado.

El salón estaba inusualmente lleno, pero ya me sentía cansada y agobiada por todo lo del día, definitivamente había llegado a mi límite. Fui escoltada a una de las habitaciones para huéspedes, para terminar cayendo rendida.

Tras amanecer, el chico rubio me esperaba fuera de mi habitación.

— ¿Tiene tiempo para un pequeño paseo?

Voltee a ver a la reina, esperando una respuesta.

Ella me miro y luego volteo a una de las damas de compañía.

—Acompaña a la señorita por favor.

La mañana era bastante fría, aun se percibían pequeñas gotas de roció en las hojas y pétalos, simplemente, un día bello. La dama de compañía estaba lo suficientemente lejos como para hablar cómodamente, pero no tan lejos como para que papá se alarmase de que estuviese paseando sola con un chico.

—Disculpa que pasara a buscarte tan temprano. Nos informaron que aún tenían mucho que aprender, y hemos decidido cada quien dar un pequeño aporte. Espero no te moleste caminar a esta hora.

—Muchas gracias por la ayuda.

—No es ningún problema, alguna vez estuve en tu lugar.

Con forme avanzábamos, cada vez se sumaban más flores y mariposas, era realmente idílico. Finalmente llegamos a un pequeño banco donde me senté.

— ¿Sabes porque este lugar parece más vivido?

— ¿A caso usted cuida este lugar?

Rió melodiosamente y negó al instante.

—Para nada, a pesar de lo hermoso de este lugar, no he movido ni un solo dedo para que tal belleza se desate aquí.

— ¿Entonces?

—Este es el lugar donde conocí a lady Catarina, me asombro verla tan triste enterrar a un colibrí, y sin querer, este lugar se convirtió en nuestro punto de encuentro predilecto.

Sus ojos brillaban como luciérnagas al recordar aquello, como si un profundo amor aun estuviera empezando a forjarse. Y a pesar de que parecía un maravilloso cuento de hadas, donde el príncipe y la princesa se encontraron entre flores, sin saber que estaban destinados a conocerse, yo seguía sin saber para que me contaba aquello.

—Lo que quiero decir es que, no importa donde estés, traerás vida a tu nación, pero, esta se concentrará más cerca de ti, trata de vez en cuando ir a las afueras y pasear por los campos, claro, ya que tengas más edad. Esto no todos los portadores de vida lo conocen, algunos ni cuenta se dan.

Nos quedamos un rato más en aquel lugar, hasta que el frío bajo, entonces él me ofreció su brazo para escoltarme de regreso, casi llegando a la entrada, pudimos ver a lo lejos a Víctor y Catarina regresando de un paseo.

—Una cosa más. Seguramente has escuchado muchas veces, que debes tener un buen equilibrio con tu contra parte, pero en serio, apóyate de ese muchacho, y permite que él se apoye en ti, las cosas marchan mejor cuando actúan como un solo individuo.

La sombra de la traiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora