capitulo i

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Baji observa maravillado a la cantidad de animales dentro de las peceras. Moluscos y cangrejos de distintos tamaños y tonalidades. Tortugas plantadas a un lado de sus huevos bajo una luz amarillenta. Se acerca para poder ver mejor a un pez comprimido y aplanado. Dos rayas negras atravesándole verticalmente junto a franjas amarillas. Contempla su larga aleta dorsal y su boca en forma de pico, con una peculiar marca amarilla en el hocico.

Genial.

Ríe sorprendido al ver a un pez globo de color naranja chillón observarlo fijamente, con las espinas sobresaliendo y los ojos saltones. Deja escapar una carcajada al intentar imitar la expresión del pez.

Su abuelo se ha ido a la parte trasera del establecimiento para ocuparse de alimentar a las tortugas o examinar a un delfín enfermo o lo que sea que hagan los biólogos marinos en un acuario. La cuestión es que él se encuentra solo, caminando entre los anchos pasillos y deteniéndose cada tanto a contemplar con ojos brillantes a las coloridas truchas que pasean de un lado a otro o a cualquier otro pez que llame su tención por más de dos minutos. El acuario estará cerrado por un par de horas más así que tiene tiempo de sobra para ir y venir entre un tanque y otro sin el problema de adultos tapándole la vista o niños haciendo berrinches. Ahora mismo son solo los peces y él.

Paz.

Ese es el sentimiento que le llena el pecho en momentos así. Siempre ha sido mejor con los animales que con los humanos. Enfrascado en el movimiento delicado de una llamativa carpa dorada, reflexiona sobre que en su próxima vida espera no renacer en una de ellas. Debido a su origen y a su crianza en cautiverio, esos peces suelen mantenerse en estanques públicos, santuarios o acuarios.

Lo más genial que podría sucederle es reencarnar en un depredador solitario como lo es el tiburón tigre. Quizás una mantarraya colorida o uno de esos meros gigantes o algún pez que habite las profundidades abismales del mar. Allí donde ningún humano ha llegado antes. Corta su hilo de pensamientos cuando recuerda a su abuelo diciendo que, si piensa demasiado en eso, el tiro le saldrá por la culata y terminará renaciendo en cualquier cosa menos en lo que desea. No está dispuesto a correr el riesgo.

Al llegar al tanque principal se queda prendado de un nishikigoi de manchas rojas y blancas. Es precioso y pequeñísimo.

—Que tal, amiguito.

Preso de su ensimismamiento apoya una mano diminuta en el vidrio y al instante el pequeño pez se acerca rápidamente al punto de contacto, chocando levemente contra la barrera que los separa. Moviendo las aletas y olisqueando la zona. Un par de peces más se reúnen alrededor de donde su piel toca el cristal, eufóricos. Como si su mano les atrajese como un imán.

Estira el cuello para ver al nishikigoi rojizo pero los otros peces obstruyen su visión. Un mohín frustrado se forma en sus labios, mueve su mano de un lado a otro para que el molesto cardumen se separe del cristal, pero no funciona. Frunce el ceño, dispuesto a separarse él mismo, pero en ese instante, los peces se dispersan hacia los arrecifes en la base del estanque. Incluso el pequeño nishikigoi se ha escondido.

Y alzar la mirada, ve el por qué.

La silueta de una ballena gigantesca se ha aparecido en la parte superior del tanque. Nadando en vertical. Qué. Baji retrocede unos pasos, despegando las manos del cristal y dejándolas caer inertes a los costados. La boca entreabierta en un claro gesto de asombro.

Guau.

Un halo luminoso la rodea desde la cola hasta la punta de su nariz. Y de su vientre moteado empieza a desprenderse un destello cegador. Gradualmente.

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⏰ Última actualización: Aug 28, 2021 ⏰

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The sea in your eyes (baji/chifuyu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora