Izuku era un chico con una difícil y dura enfermedad mental, tanto, que tuvo que intentarse en un hospital psiquiátrico.
Eijiro también, era un chico tan feliz que tenía un pasado y pensamientos tan oscuros que lo carcomian lentamente.
Internarse en...
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Los dos chicos de encontraban caminando en el pasillo en dirección a los baños.
—¿Y tu que tienes de loco?— preguntó Azael con la prudencia y disimulo que lo caracterizaba.
—Bueno, bipolaridad, soy un maniático suicida según ellos, ah, y también tengo satiriasis— respondió con tranquilidad como si fuese algo totalmente normal— ¿Y tu por qué estás aquí?.
—Mierda, satiriasis— susurró— Bueno, pensé que estabas más loco, como un psicópata o algo así— rió— Estoy en este maldito lugar por problemas de ira.
—Ya veo, los dos estamos algo mal de la cabeza— sonrió pícaro.
El de ojos diferentes le devolvió la sonrisa.
Cuando menos se dio cuenta ya estaban dentro del baño. No había ni un alma en ese lugar.
Datenshi se puso frente al espejo para arreglar tu sudadera.
—Te voy a ser directo— detrás de el se vio el reflejo de Sero— Desde que te vi he tenido muchas ganas de probar tus labios.
—¿Ah, si?— el heterocromático se volteó hacia Hanta con una sonrisa.
—Si, Azael— se acercó un poco al nombrados.
—¿Y por qué no los pruebas y ya?— se apoyó al lavamanos.
—Necesito tu permiso— avanzó un paso acercándose completamente al pelinegro y poniendo una mano en su cintura. Azael no se inmutó— Datenshi-kun, ¿Me concedería el honor de probar esos delgados, rosados, y bonitos labios?— preguntó con una sonrisa.
—Por supuesto, Sero-san— puso sus brazos al rededor del cuello de Sero. El pelinegro pudo ver que los ojos de Hanta tomaron un brillo nuevo.
Y con eso unieron sus labios.
Y no, ese beso no fue dulce y delicado. Fue tosco, agresivo, sin una pizca de delicadeza. A ninguno de los dos les gustaba la delicadeza.
Sus labios eran expertos, encajaban como dos piezas de rompecabezas. La saliva se mezclada, los labios chocaban fuertemente.
Sero apretó más el agarre de la cintura de Azael, apegándolo mucho más a su cuerpo, y el de ojos diferentes enredó sus dedos en el cabello de contrario.
Tuvieron que separarse por la falta de oxígeno, pero rápidamente volvieron a juntar sus belfos.
Por la rudeza del beso, un ligero sabor metálico se hizo notar, cosa que por alguna razón los encendió aún más y el beso se hizo aún más fuerte. Los dos suspiraron.
Caminaron hacia una pared sin romper el beso. Sero tomó las muñecas de Datenshi y las estampó a los lados de su cabeza. Se separaron y un hilo de saliva aún juntaba sus labios, fue retirado por la lengua del más alto.
