Bello, hermoso, exquisito.
Vuelo en el cielo junto a las aves que el azul claro tocan. Se siente tan bien, tan acogedor, tan correcto. No hay nada que pueda desterrarme de este paraíso que experimento. Y es que siento un calor tan plácido aquí en mi pecho, la piel se siente cálida y me agradece por existir. Llevo en el rostro un semblante que le demuestra al mundo lo dichoso que mi ser se siente con tan sólo respirar. Sí, con tan sólo respirar.
Chispas, mariposas, luces de colores; pueden llamarle como se les plazca, siento todo eso.
Es tan intenso, tan placentero, tan cegador.... tan cegador.
Pero está bien, es el costo de la felicidad, ¿verdad?
Con cada exhalación el sentimiento se intensifica, tanto que me adormece. Podría yo, en mi actual y sedado estado, declarar que mi cuerpo siente algo parecido a estar bajo el efecto de algún estupefaciente.
Pero está bien, es el efecto de tanta felicidad, ¿no?
La dicha no necesita de explicaciones. O eso quiero creer.
La persona que me provoca tantos sentimientos podría dármelas, pero no creo que las necesite, todo es tan perfecto a su lado, adoro tanto su compañía.
Podría señalar con su bello dedo cualquier lugar, hacia allá me dirijo.
Podría querer cualquier cosa, yo se la doy.
Lo es todo, lo necesito en todo.
Que me mueva, porque yo no puedo,
Estoy demasiado adormecida.
¿Qué era decidir?
¿Qué era diferir?
¿Qué era?
¿Quién era?
Por favor, díganme que no estoy equivocada,
Díganme que este es el precio por la felicidad.
-Ramos.
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Crónicas de un pulso triste
PoesiaEsta es la mano de un amante desquiciado, nada más que acotar.