𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐃𝐨𝐬

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Me había negado a comer en aquellos días, no me sentía con humor de nada. Sabía que habían tratado de encontrar el contacto de Stella, pero también sabía que no lo habían conseguido.

Había dejado de preocuparme por mi trabajo a los dos días de estar allí. Me despedirían de todas formas. Pero antes tendrían que llamarme para hacerlo.

Y en aquellos momentos, pensé que hacer una carrera de adivina incluso me daría un futuro, pues los doctores Meléndez y Murphy habían entrado por la puerta con mi teléfono.

-Toma, parece importante -Murphy me tendió el teléfono.

-Gracias -suspiré, tomando el teléfono-. ¿Diga?

- Estás despedida -me lo venía venir-. No quiero volver a verte por aquí

-Pero señor Goldman, estoy ingresada en un hospital, no puedo...

- Está despedida -y me colgó.

Suspiré, tirando el teléfono a una esquina de la habitación, tumbándome en la cama de nuevo.

-Hey -Meléndez tomó el teléfono, dejándolo en la mesita-. ¿Por qué has hecho eso?

-Ya no necesito eso -dije simple, pasando una mano por mi rostro-. Y tampoco va a romperse, esa funda es como un Nokia.

-¿Está todo bien? -negué sin decirle nada más al doctor Meléndez-. ¿Por qué?

-Me encuentro en un hospital ingresada, mi familia ha muerto en un accidente y acaban de despedirme. ¿Estaría bien usted?

-No, la verdad es que no.

-Eso es... -suspiré, alzando la vista para verlos-. Por cierto... ¿Me haríais un favor?

-C-claro -el doctor Murphy me sonrió de forma amable, jugando con sus manos-. ¿Qué necesitas?

-Yo... Solo un bolígrafo, algo para apoyarme y unos folios.

-¿Es para una nota de suicido? -sonreí de lado mínimamente por su sinceridad e inocencia, era una buena persona.

-Doctor Meléndez, ¿podría quedarse un rato conmigo el doctor Murphy?

-Eh... Claro. Volveré dentro de poco con las cosas y a recoger al doctor Murphy -le agradecí, despidiéndome con la mano.

-¿Por qué... quieres que me quede contigo? -se balanceó de adelante hacia atrás-. ¿Necesitas algo? Puedo hacerte una resonancia para ver si falla algo... También una... revisión.

-No, no... Está todo bien -suspiré, mirándolo-. Solo quiero hablar contigo un poco, me generas curiosidad y quiero llevarme bien contigo.

-¿Por... qué? Soy un doctor...

-Lo sé, pero... Eres diferente. Me gustan las personas diferentes, ven todo desde otro punto de vista.

-Tengo autismo -me dijo, mirando un punto en la pared-. Y puedes llamarme Shaun, es mi nombre.

-Me gusta tu nombre, Shaun... Es inusual.

-¿En qué trabajabas?

Le sonreí amable, acomodándome en la camilla.

-Puedes sentarte, Shaun... No quiero que te canses -se sentó en mi camilla con cuidado-. Trabajaba en una editorial... Me gustan los libros.

-¿Y te gustaba trabajar ahí? -se fijó en el diente de león que tenía a mi lado, también el colgante en mi cuello-. Si te gustan los libros.... te gustarán las editoriales...

-Sí, pero no -sonreí de lado-. A mí me gustaría escribir un libro, no publicar los de otras personas...

-¿Y por qué... no lo escribes? -agaché la cabeza, jugando con mis dedos.

-Porque no puedo, Shaun. No pienso que mis libros sean lo suficientemente buenos para publicarlos, y ya he probado, nunca los han aceptado. Se niegan a publicármelos. ¿Te gusta tu trabajo, Shaun?

-S-sí -dijo, echándose un poco hacia delante-. Me compraré una televisión.

-¡Eso está genial! ¿Qué te gusta ver en la televisión?

Se quedó callado, mirando un punto fijo en el suelo. Yo sonreí de lado, tomando mi colgante entre mis manos.

-Huele a hierba -dijo de repente-. El día que hablé con Eleena olía a hierba.

Sonreí de lado, mirándolo.

-Recuerdas por los olores... -fue más una afirmación que una pregunta.

-El día en que las tuberías de cobre del viejo edificio olían a comida quemada, mi hermano se fue al cielo. El día que la lluvia olía a helado, mi conejo se fue al cielo.

Lo miré con tristeza, queriendo abrazarlo. Shaun era una buena persona, inocente y muy inteligente, pero eso no quitaba que no hubiera pasado por cosas difíciles antes.

-Lo siento mucho... Sé lo que es perder a un ser querido y... duele mucho.

-Lo sé -dijo levantándose-. Ahí viene el doctor Meléndez.

-Genial -murmuro. Quería saber más de Shaun-. Gracias por quedarte a hablar conmigo.

-De nada... Ha sido un placer -sonreí, comenzando a jugar con mi colgante.

El doctor Meléndez entró por la puerta con una carpeta llena de folios y un bolígrafo.

-Gracias -le sonreí de lado a Meléndez-. No les molestaré más.

-No hay problema, enseguida vendrá alguien a revisarte.

Asentí, mirándolos hasta que salieron por la puerta. Miré las hojas en blanco. Tenía varias opciones. Podía escribir, un relato o empezar una historia, o bien redactar una carta de suicido.

Me terminé decidiendo por el relato, al fin y al cabo no tendría sentido escribirla cuando esa nota no llegaría a nadie. Daría lo mismo.

Comencé a guiar mi vista por toda la habitación, los objetos y los sonidos. También cerré los ojos para concentrarme en el olor.

Y entonces empecé a escribir. Los párrafos se redactaban solos, los folios se llenaban rápidamente, y yo no sabía el tiempo que había pasado. Cuando me di cuenta, coloqué el punto y final en la última hoja.

Suspiré viendo todos aquellos papeles. Al final había creado una pequeña, poco realista y mágica historia.

-¿Y ahora cómo guardo esto?

-Te dejo la carpeta -Meléndez entró por la puerta-. ¿Cómo te encuentras?

Comenzó a revisar mis vías, a cambiar las gasas de los cortes y demás.

-Igual... No siento dolor alguno, debería irme ya -quería salir de allí lo antes posible.

-¿Y esas prisas?

-Yo... Nada. Solo que quiero ir a casa a tomar unas cosas antes de irme definitivamente.

-¿A qué te refieres?

-A nada -dije rápidamente.

-¿Qué has escrito? -preguntó mirando de reojo los folios-. ¿Los has usado todos?

-Sí... Es una pequeña historia, como una leyenda.

-¿Te gusta escribir? -me limpió una herida bastante fea en el brazo.

-Sí, me gusta mucho escribir. Trabajaba en una editorial hasta esta mañana.

-Debía de gustarte mucho trabajar allí -me vendó la herida-. ¿Has escrito algún libro?

-En verdad no me apasionaba trabajar allí... Yo quería hacer otra cosa totalmente distinta -suspiré-. Y sí, tengo escritos unos cuantos, pero jamás llegaron a publicarlos.

-¿Y eso? -se levantó, cruzándose de brazos-. Dudo que no quisieran publicarlos.

-Según ellos no eran lo suficientemente buenos -suspiré-. Pero no importa, es igual.

Meléndez me miró por unos segundos antes de suspirar.

-Saldrás dentro de poco, no te preocupes.

-No me importa cuándo salga, doctor Meléndez.

-Puedes llamarme Neil -se levantó-. Volveré dentro de un rato.

Asentí, recostándome de nuevo en la cama con los ojos cerrados. Me venía bien descansar.

*P.O.V. Shaun Murphy*

Lavaba mis manos a fondo mientras miraba toda la habitación, seguía acostumbrándome al hospital.

Seguía pensando en los cortes de las muñecas de Eleena. Ella se cortaba, pero no sabía por qué. Los cortes eran anteriores al accidente.

El doctor Meléndez entró a la sala, mirándome de reojo.

-¿Qué es lo que opina de la nueva paciente, Murphy? De la señorita Summers.

-E-eleena me parece muy agradable -me había resultado amable, me trató muy bien-. No le pregunté por los cortes. ¿Debería haberlo hecho?

-No, a nosotros no nos incumbe eso. Pero debería recibir una visita de psicología, por el accidente entre otras cosas -comenzó a lavarse también las manos-. He estado hablando con ella. Ha usado todos los folios que le di.

-Le gusta leer -comencé a quitarme el jabón, concentrado-. Quiere publicar sus libros... pero no le... dejan.

-Lo sé.

-Iré a r-revisarla... -antes de que dijera nada salí hacia la habitación en la que estaba Eleena.

Ella estaba durmiendo, con una mano en su colgante y la otra sobre su abdomen. Era bonita.

Me acerqué a ella para revisar que todo estuviera bien, tratando de no despertarla. Entonces la pantalla comenzó a parpadear, estaba teniendo un paro cardio-respiratorio.

-¡Código azul! ¡Rápido! -grité-. Lo más probable es que sea a cauda de algún fármaco o anestesia... No llegamos a preguntarle si era alérgica...

{🥀}

Alergia a uno de los medicamentos que estuvimos dándole y restos de cristales. Tenía la mitad de la razón.

Jared, Claire, el doctor Meléndez y yo estábamos atentos por si llegaba a despertarse, pero no había dado señales de ello. Habíamos encontrado tejidos rotos y un cristal bastante grande, por lo que necesitábamos su firma para hacer la operación cuanto antes.

-Ha despertado -Claire se acercó a nosotros a paso rápido-. Necesitamos un diente de león, no parece querer firmar los permisos.



¿Segundo capítulo en menos de un día? Exactamente. ¿Que lo van a leer menos de tres personas? También. En fin, espero que os guste, no me maten por el drama, porque esto acaba de empezar y meteré dramas peores. 

No narro la cirugía porque no tengo ni idea, sorry not sorry. 

Se os quiere, estrellitas. Nyx <3

𝐃𝐚𝐧𝐝𝐞𝐥𝐢𝐨𝐧𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora