Tontos Curiosos

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Tontos curiosos

Aquí estoy, recostado en un sillón negro y raído mientras observo las malditas hélices del ventilador, aquellas que giran de una manera triste e inútil, con la intención de detener a este sofocante calor de verano, ¡Qué triste! Yo aquí recostado mientras… mientras… ¿Mientras que? ¿Mientras aquel ventilador de techo gira y gira y gira, y yo me escurro como un triste cubo de hielo bajo el fulminante sol? No. O eso al menos me gusta creer, pero ¿Por qué? ¿Por qué estoy acostado aquí y no me esfuerzo a hacer alguna otra cosa? ¿Por qué? No lo sé, solo soy un hombre cuyo destino es tan confuso como la existencia misma, sin embargo, esto es solamente un capricho, ya que nadie en este mundo podría estar seguro de su destino. Me encantaría viajar en el tiempo o… ¿Por qué no? A la ficción mitológica de la antigua Grecia, para así poder visitar al tan famoso oráculo de Delfos y poder conocer así que me depara el futuro, pero no existe nada en este estúpido mundo para cumplir aquel deseo gris y patético. Por lo que tan solo me conformaré con el movimiento torpe y danzante del ventilador.

Triste es quien camina sin rumbo, pero no importa, claro. ¿Camino sin rumbo? Pues claro, sin embargo, esta no es la pregunta correcta, la misma sería: ¿Es incorrecto caminar sin rumbo? Sin un rumbo cuyo final es aquel destino, un destino dorado y enriquecedor, pero no enriquecedor desde el punto de vista material, es algo más que eso, pues aquel destino enriquecerá la vida de todo aquel que consiga llegar a él, pero… ¿Es esto cierto? ¿Es cierto que aquel deseoso del destino se sentirá dicho solamente al conseguir llegar al final? No. O al menos eso me gusta creer, ya que si no debería de acabar con mi vida, no obstante, intentó dejar está última alternativa para el final, pues muchos factores podría desviarme por un camino bello flanqueado de increíbles paisajes dignos de una tonta portada de revista.

Me gustaría, es verdad, sentir aquel ánimo indescriptible por lograr lo que tanto deseo, pero para ello, de una manera inmodificable; primero se debe tener un deseo y yo, como buen desorientado al costado del camino, no poseo uno o por lo menos no ahora, sin embargo, no me siento desdichado de no poseerlo ¿Es realmente malo no poseer un deseo? Los deseos son algo corrosivo del alma y la mente, es como una sucia droga que potencia nuestros sentidos mientras nos convierte en reos de sus encantos y a la vez nos mata, tan despacio como rápida la hoja de una guillotina.

Entonces… repetiré, espero que sepas disculparme, sí. Le pido disculpas a todo aquel curioso que esté leyendo estás palabras tontas y dichas por alguien que no tiene ganas siquiera de levantarse de un maldito sillón ni tampoco quiere quitar la vista de aquel indiferente ventilador. Aquel ventilador que gira y gira y gira, y me distrae de una manera perfecta, y provoca que los días se acaben deprisa o, en cambio, con demasiada lentitud.

¿Es realmente malo no poseer un deseo? Me preguntó nuevamente, lamentablemente no tengo respuesta, o al menos no una tan válida como para considerarse verídica, pero creo tener una pequeña hipótesis o como quieran llamarla. Un deseo no es más que un impulso para sobrellevar la existencia hasta que, luego de años de un esfuerzo oprimente y hasta nostálgico, consigues llegar hasta ella, y una vez allí te percatas de la felicidad y te consideras dicho. Sonríes y vives… como si nada en este mundo podría generar una felicidad más bella y verdadera que aquella que experimentas al finalizar tu deseo.

¡Tontos!

No lo aseguro, pero creo, con la mano en el corazón y mi mente centellando de ideas, que lo son y así será siempre. Pero ¿Por qué? Podría decir que la respuesta es bien conocida por mí o, en cambio, podría decir que no se me ocurre siquiera alguna idea torpe que justifique el motivo por el cual son tontos. Sin embargo, luego de tanto escribir estás palabras influenciadas por mis fracasos y por mis pequeñas y escasas gotas de esfuerzo que esperan llenar una gran piscina, me veo obligado a dar alguna conclusión ante todo este embrollo de palabras. Entonces les diré, para todo curioso que se esté riendo de mí o de algún recuerdo suyo en su interior, que son tontos por el simple motivo de tardarse tanto en conocer la felicidad, las risas, la estúpida sonrisa. Solo cuando el tiempo ha avanzado a su alrededor y envuelto su cuerpo, allí, cuando tan solo la tumba los esperan, allí se atreven a sonreír, ¡Qué patético! Pues, luego de aclarar está pequeña… ¿Explicación? No lo sé, pero no importa. Te diré, a todo curioso que ha llegado hasta aquí, que no te enfoques en el destino, aquel llegará si es que realmente lo deseas, pero dale tiempo, un tiempo de por sí justificado, y, nunca olvides, date tiempo a ti es lo primero. Sonríe con dicha y ríete de todo, ya que el verdadero motivo del éxito no es otro que aprender a vivir feliz, camina hacia aquella meta mientras te pierdes por los paisajes hermosos de la vida y así, de una manera inconsciente y alegre, cumplirás tu deseo casi sin darte cuenta. Sin embargo, me temo que no te hará feliz, aunque esto no te importara en lo más mismo, pues ya lo serás…

Pero no te obligo a escucharme ni tampoco a qué me tomes en serio, pues no soy más que un patético fracasado que no ha podido cumplir su tan tonto… deseo.

Ahora, que ya me he explayado de una manera torpe y evidentemente insignificante. Les dejaré el verdadero motivo del por qué han llegado hasta aquí.

¿El motivo de mi muerte? Es sencillo, si tan solo saben leer entre líneas.

Les envío un vacío saludo a ustedes, tontos curiosos, y también al maldito ventilador que nunca dejará de girar y girar…

Relatos de muerte y prosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora