El alivio de destruirte

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Los truenos sonaban demasiado fuerte y los relámpagos iluminaban la pequeña cabaña completamente, cosa que una par de velas que yo tenia no podían hacer. Odiaba las tormentas, siempre lo había hecho. Cuando era pequeña mi padre dormía conmigo cuando el cielo desataba su furia de esta manera. Pero desde que se fue no tenia a nadie que me acompañe, Ja, cinco años después de eso sigo sin superar mi miedo. Puede que sea porque dentro de mi, muy dentro, sabia que no estaba sola, sabia que tenia a mi madre y a mi pequeña hermana en la habitación de al lado, pero ya no. Ya no tenia nadie que me acobije.

Saliendo de mis pensamientos tome mi mochila y saque una caja de cigarrillos y un encendedor, lo prendí y me lo coloque en la boca.Ya hace un año que fumo, mamá no lo sabe, solo lo hacia una vez al mes para descargar las presiones, ya que no me desahogaba tanto llorar y no se me había pasado por la mente cortarme hasta hace unos días. Aunque parecía que esas dos cosas aun no me aliviaban, por lo que fumé todavía más seguido, fumaba mas o menos siete cigarrillos por día, y aún así seguía cortándome y llorando, no soy una chica fuerte, nunca lo he sido, ya estaba tan harta de todo esto.

Por alguna razón, a mi mente se me vino el recuerdo de Drew, ya hace dos o tres meses que no lo había visto, tal vez no había aprobado el examen, o simplemente lo había dado demasiado tarde y tendría que esperar hasta la mitad del año para entrar, y eso sucedía en un mes.

Mi mente parecía no saber en que pensar, o tal vez solo había recordado todo en el momento en el que el humo entro en mis pulmones. Matt se iba mañana, le habían dado una beca para terminar lo que le quedaba de la secundaria en Nueva York. Las lagrimas se asomaron a mis ojos en unos segundos, perfecto, ahora tendría que afrontarlo todo, desde irme de casa, las torturas diarias en la escuela, los traumas de mi violación, completamente sola. 

Todos esos endemoniados recuerdos venían a mi memoria junto con las lagrimas que se deslizaban por mis mejillas, en mi mochila se encontraba una pequeña cuchilla, con la que me hice mi primer corte, otra vez mi mano temblaba, la mitad de mi quería hacerlo y la otra mitad no, me gano la desesperación y lo hice. No era la misma cantidad de sangre la que salia como la primera vez, pero aún así, el alivio y la paz habían aparecido casi instantáneamente en mi, era prácticamente como drogarse, "Perfecto, otra adicción más".

Detras De Sus OjosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora