Epílogo

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Amor joven. Tierno, iluso, dura muy poco. Como una flor que es demasiado expuesta al sol y al agua, se marchita cuando menos te lo esperas. A veces mucho de algo no funciona, y a veces uno no cree que puede acabar bien. Es fácil enamorarse, pero difícil olvidarse de alguien.

Uno pierde los ojos cuando la persona se va, no ves todo de forma normal. Crees que nada volverá a cambiar y te aferras tanto a esa persona que la buscarías de Bogotá hasta Buenos Aires. Pero se te cierran las puertas en tu cara, esa persona no se despide y te quedas en la puerta, con una lluvia que te empapa hasta los calcetines mezclándose con tus lágrimas.

Entonces, ¿qué haces luego de eso? ¿Qué haces con toda esa impotencia, dudas y sufrimiento?

Lo ocultas. En el fondo de tu corazón forzándote a ti mismo a tratar de no recordarlo en toda tu vida. Pero las cicatrices no se van, solamente se dejan de ver peor con cada momento que pasa. Uno piensa que se pasará, y lo hace, pero ese es el pecado más grande de los romances jóvenes: Creer que no podrán seguir después de eso.

Pero lo hacen. La vida deberá seguir. Y aunque duela, debes seguir caminando en ese pastizal de piedras encrespadas que te lastiman en cada paso que das. Las pierdas se irán volviendo más suaves con el paso del andar, pero hasta eso, seguirán doliendo los pies.

Y el corazón con ellos.

—Entonces, sumando a los daños por infraestructura más los heridos por combate, creo que estamos viendo un patrón aquí, señorita Creati —habló el hombre de esmoquin en la gran sala en la cual se hallaba sentada la heroína.

—¿Y eso es?

—Debes descansar. Con las nuevas leyes para los héroes, creo que debe recibir un año sabático quizás. O unos meses. Hasta que usted vuelva... en usted —Creati bajo la mirada y apretó los labios.

—Comprendo... ¿No puedo hacer nada?

—Si seguimos teniendo estos fallos en las misiones, no, señorita —Creati bufó.

—Bien, entonces. Tomaré ese descanso...

—Puede retirarse a su casa, entonces.

En su mansión, miró el panorama desde los grandes ventanales de su habitación. Estaba sola, solamente ella, su bata escarlata de baño y una botella de vino. Un descanso. ¿Cómo se descansaba? Llevaba tanto tiempo trabajando que había olvidado el como relajarse.

Se tiró a la cama y revisó su celular, en busca de los contactos de sus compañeras y compañeros. Kyoka debería estar ocupada en una misión en Estados Unidos, Todoroki estaba atendiendo a su familia y en la terapia con su madre, y Tsuyu probablemente se hallaba en las Bahama.

¿Quién, entonces? ¿A quién podía recurrir para relajarse?

Detuvo la pantalla al seguir bajando en los contactos. Se le había olvidado completamente que lo tenía aún guardado. El nombre del contacto decía: "Midoriya". Hacía tanto que no oía ese nombre. No sabía si seguía siendo su celular, o si quizás estaba ocupado con otras cosas.

Soltó un bufido y pulso el botón de marcado rápido. Colocó el celular en su oído y su mano izquierda bajo su axila derecha. Escuchó los pitidos de la llamada, y en serio esperó de que no siguiera usando ese viejo celular de la preparatoria. Ella cambió su celular tres veces durante preparatoria, universidad y trabajo de heroína. ¿Qué probabilidad había de que él lo siguiera usando?

Entonces respondió:

¿Hola?

Su voz estaba más agravada, pero aún teniendo ese timbre y ligereza de joven que lo reconocía. ¿Qué se supone que iba a decir? Las probabilidades de que le respondieran eran de cero a nulas. ¿Qué se supone que le decía a su viejo enamorado de la preparatoria después de tantos años de incomunicación?

¿Hola? ¿Hay alguien ahí...? —Agarró aire.

—Hola —hubo un silencio por el otro lado del celular.

Eh, ¿quién habla?

—Soy...

Miró la fotografía en el escritorio de su cama. Sus compañeros de academia sonreían entusiasmados con túnicas de graduados y todos pasando un buen momento. Se acostó en la cama y pasó sus dedos por la fotografía, hasta llegar al rostro de un muchacho de pecas y cabellera verde sonriente y llorando de emoción.

Se le enrojecieron las mejillas y salieron pequeñas lágrimas de sus ojos.

—Soy Momo. Yaoyorozu Momo. —no hubo respuesta.

¿... Momo-san?

—Sí. Hola, Izuku... —pudo detectar como del otro lado de la línea al muchacho se le salían las lágrimas de la emoción. Había convivido lo suficiente con él como para saber cuándo lloraba y cuándo no—. Emm, oye, ¿puedo preguntarte algo?

¡C-Claro! Digo, claro, claro. ¿De qué se trata? —Momo sonrió inocentemente al escucharlo emocionado.

—¿Estás en Japón?

Sí.

—¿Estás... —Momo sonrió y por una vez, no bajo la mirada— libre el fin de semana?

A uno ya no le fallará la memoria sobre el amor. Las historias de amor son como un equilibrista: Cuelgan desde lo alto, en un grande y extenso "tal vez"...
Pero si todo sale bien, las pesadillas se irán, la sangre en las rodillas de tanto ruego ante los pies de esa persona se limpiaran.

... Sí. Estoy libre.

No necesitas decirle a esa persona para que sepa... que nunca la olvidaste.

Fin.

(. . .)

Se acabó. Todo, por fin. No estaba satisfecho con el final abierto, y luego de meses de creer que ese era el final digno de esta obra, me equivoqué... Este es el verdadero final digno. Este es el final del cual esta obra que he peleado y he tenido mis mejores y peores momentos ha concluido.

Por fin comprendí que esta obra no necesitaba gustarle a los lectores, debía gustarme a mí... y a mí me gustaba el IzuMomo y también el IzuKendo. Así que, les di los dos. Pero en una versión realista de cómo funcionan este tipo de relaciones amorosas en dos etapas distintas de la vida.

Fuaa, estoy... orgulloso de mí mismo. Por fin acabarla. (Creo que) Les di un buen final.

Y pues... ya. Eso es todo. Esta creo que sería mi última interacción con los fanfics que tendría porque he decidido cambiar, he decidido comenzar solamente a escribir puras novelas originales. Por eso estoy tan aliviado de haberle puesto un buen fin a las 2 obras más apreciadas en el ámbito de fanfic por mi parte.

El Primer Mestizo, y Coqueteos marca Midoriya... Todo termina aquí. Se cierra el telón en una etapa de mi vida, una que ha regalado sonrisas y buenos momentos a muchas personas. Crecí en Wattpad gracias a los fanfics, y creo que ya es momento de dejarlos ir. Es momento de pasar a la siguiente etapa de mi vida.

Es momento de un cambio. Y es por eso quiero que sepan que los amo por eso. Y... nos leemos, supongo. Por aquí, por mi cuenta principal. Por donde sea, solo quiero que vean que los fanfics fueron lo mejor que me ha pasado en mi vida, y jamás los voy a dejar a morir. Jamás los dejaré de leer y jamás los dejaré abandonados. Fueron mi inicio y yo lo extrañaré.

Nos vemos, gente mía. Y gracias por leer.

Coqueteos marca MidoriyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora