iii.

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Lunes 20 de febrero de 1978

Desde hace más de un año decidí escribir mis "conflictos, creencias y sueños". Lo hago en papeles sueltos. Voy a tratar de reunirlos y organizarlos.

Mi princesa: No dejas de andar por mi cabeza. Soñé de nuevo contigo de una forma bastante clara. Tengo miedo de que tu amiga, Jane, se me adelante y tire todo a perder. Por eso, cuando te vea me acercaré sin rodeos, a decirte que eres mi motivo para superarme.
Quisiera ser escritor. Como mi abuelo. Escribir es una forma de desahogarse cuando la sed nos invita a beber agua de mar. Tengo muchas cosas que escribir. Que decirte. Tengo la idea de escribir este diario para alguien importante.
Para ti, mi Sheccid.

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Cerré mi libreta con cautela, soltando un ligero suspiro. A veces siento que escribir es como correr una maratón, pero de emociones.

Mi boca se secó al ver a la chica de nuevo ingreso. Algunas veces su rostro perfecto se escondía entre los alumnos y otras se descubría en el círculo de sus amigas.

Tengo que acercarme a ella. Con cada paso que daba sentía que vomitaría de los nervios, las manos comenzaron a sudarme. El único problema era que ella estaba rodeada de estudiantes. No me vendría mal convivir un poco. Creo. Me acerqué de a poco, como si no quisiera que me viera o notara.

Unos momentos después, el grupo empezó a despedirse de ella dejándola totalmente so... ¿la?. Mis sentidos se activaron y el corazón estaba casi rompiéndome las costillas.

Avancé un poco más, decidido. De nuevo me detuve y me quedé observándola, no estaba a más de medio metro, pero no me había dado la dicha de verla tan de cerca. Era aún más hermosa que de lejos. No me equivocaba al decir que era la chica más hermosa que vi en mi vida.

— Hola —titubeé al estar cerca de la banca donde se encontraba sentada la joven.

La chica levantó la vista. Sus ojos eran de un color algo inusual. Hermosos.

— Hola —dijo con un gesto interrogativo.

— Me gustas.

— ¿Perdón? —frunció el ceño.

— Tus ojos, me gustan —me corregí.

— Oh, gracias.

— ¿Podrías ayudarme?

Ella frunció las cejas.

— ¿Con qué?

— Bueno, yo... en realidad hace tiempo quería hablarte. Hace ya mucho... —rasqué mi nuca.

Su rostro transmitía que acababa de dar una buena impresión. Bien. Ahora el problema era que dijera algo con sentido. ¿Qué pasaría si digo algo de más? ¿O si me trabo al hablar? ¿O si la incomodo?.

" Es difícil abordar a una joven como tú... ". No, eso sonaría muy... vulgar tal vez. " Si supieras las horas que he tratado de hablarte, me creerías un tonto por estar haciéndolo tan torpemente...".

Sonreí haciendo que ella me devuelva la sonrisa.

— Te... te he visto declamar*. Dos veces y... me gusta mucho tu entonación.

— ¿Dos?

— La segunda la hiciste para toda la escuela luego de abanderar la escolta.

— ¿Cómo?

— La primera la hiciste para mí... en un sueño —la frase no tenía intención de conquista. Ella se quedó callada— Declamas hermoso. Estoy escribiendo un diario, para ti. Quiero ser tu amigo.

— ¿Por qué no te sientas?

Lo hice.

— Sinceramente eres hermosa, y me gustaría conocerte —las palabras simplemente salieron de mi boca.

— En serio vienes agresivamente decidido.

El calor subió a mis mejillas. No estaba siendo para nada sutil, ni siquiera me había presentado como se debía, que grosero.

— Creo que deberíamos presentarnos primero —sugirió ella— Mi nombre es...

Sheccid —interrumpí.

— Che... ¿qué?.

— Mi abuelo es escritor. Lo admiro mucho. Él solía contarme una historia sobre un prisionero que se enamoró de una princesa llamada Sheccid. El prisionero se enamoró cuando ella visitó la prisión. Él, motivado por ese amor, escapó de la cárcel y no tardó mucho en convertirse en un hombre de poder. Por desgracia nunca le confesó su amor y ella nunca supo de su existencia. La princesa terminó casándose con alguien más...

Ella me vio por unos segundos.

— La princesa se llamaba... ¿cómo?

— Sheccid.

— ¿Así que ahora vas a cambiarme el nombre?

— Sí. Yo soy ese prisionero que escapó de la cárcel y tú eres esa princesa, pero yo no quiero que te cases sin saber que yo existo. Por eso vine.

Ella rió. Una risa hermosa.

— ¿Tu imaginación siempre es tan amplía?.

— Solo cuando me lo propongo o me enamoro.

Que sea la última vez que dices una tontería. Me dije entre regañadientes. Pero ella ni siquiera se dio cuenta, seguía riéndose.

De pronto levantó el brazo a la vez que agitaba su mano. Miré al frente y tragué grueso al ver a Jane acercarse.

— ¡Aquí estoy...! —alzó un poco la voz y luego se dirigió a mi— Te presentaré a una amiga que fue a la cafetería por algo de comer.

Trágame tierra y escúpeme en Marte.

Mi cabeza no alcanzó a formular una excusa para irme, y solo me dediqué a bajar la cabeza.

— ¿Qué haces con este sujeto? —era la voz de la pelirroja.

— Acabo de conocerlo...

— Es el tipo del Datsun rojo.

— ¿Quién?.

— Es de quien te hablé, !el promotor de revistas pornograficas! —chilló— Él y su amigo me persiguieron para obligarme a subir al auto.

— ¿Él?.

— ¡Sí! —la tomó del brazo levantándola de la banca.

— ¿En serio?.

— ¿Dudas de mí?.

— Eso —hablé—, tiene una explicación...

— ¿Sí? ¿Y vas a inventarte una historia como que me viste declamar en tus sueños y que me llamarás como una princesa de una historia de tu abuelo? —dio dos pasos dirigiéndose a su amiga— ¡Pero que te parece el cinismo de este idiota!.

Yo solo me quedé ahí sentado. Viendo como se alejaban. Ni siquiera se giraron para verme. Simplemente se fueron.

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⏰ Última actualización: Sep 04, 2021 ⏰

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