Parte 13

1.1K 251 60
                                    

Decimotercer capítulo

Andrea Berroncille

Ironía. Esa era una forma de describir mi vida, una estúpida ironía mal hecha. Llevaba siete días en el patético hospital de alta clase, encerrada en una ridícula habitación privada y recibiendo tratamiento de gente rica, sabía que los Karrioca estaban detrás de todo esto a pesar de que ninguno vino a verme, y lo odiaba, odiaba el hecho de que mi padre aún pensara tener cierto control sobre las situaciones de mi vida.

Cerré el libro y me disponía a colocarlo en la mesita a mi lado cuando la puerta de la habitación se abrió. Era una estúpida enfermera que venía a examinarme nuevamente.

—Señorita...

—¡Largo de aquí! —le grité antes de lanzarle el libro—, ¡Si veo que das un paso adentro lo próximo que te lanzaré será la lámpara!!

La enfermera no dudó en irse corriendo sin siquiera dignarse a cerrar la puerta, qué gente más mal educada. Me senté en la cama de brazos cruzados mientras trataba de tranquilizarme, el odio no es un buen sentimiento porque solamente te destruye, si los Karrioca querían darme privilegios, pues los tomaría sin que eso significase algo.

—Andrea... —Era la voz de Diego que se escuchaba desde la entrada del cuarto—, nena, la enfermera tiene que comprobar cómo estás hoy.

—Enojada, rabiosa y con ganas de largarme.

—Para ese diagnóstico no es necesario una prueba, bebé.

Simplemente lo miré fijamente a los ojos, tenía ganas de gritarle, de molestarle hasta que estuviese rojo del enojo, ya lo había conseguido el día de ayer, pero me faltaba la dosis de hoy. Tal parecía ser que él podía leerme la mente.

—Si quieres enojarme, está bien, pero nunca lograrás que te deje sola cuando necesitas ayuda, así que coopera, por favor, así nos podremos ir más rápido.

—Le voy a dar cinco minutos a la enfermera para atenderme, si demora más que eso juro que la dejaré en coma.

Cuando entró aquella muchacha se le podía oler el miedo que exhalaba, eso mejoró mi humor un poco. Recordaba la rutinaria revisión de ayer, tuve una fuerte discusión con los médicos porque quería largarme de este hospital, ellos parecieron... compartir mi punto de vista porque no protestaron más allá de lo esperado. Estuve unas dos horas haciéndome exámenes de sangre y otras cosas aburridas, ahora estaba a esperas de los resultados para poder volver a mi miserable existencia. Esto es lo que ganaba por querer ayudar a alguien, montaba en un avión y este tenía el privilegio de caerse.

Estaba dando vueltas por la habitación, completamente aburrida cuando noté que no había ido a visitar al principito, una semana entera aquí dentro y no se me había ocurrido ir a verlo, bueno, quería hablar con alguien que no fuese Diego y su pésima conversación. Así que me escapé de la habitación cuando nadie vigilaba para dirigirme a la recepción, en la computadora debía estar su número de habitación.

Claro que todo sería más fácil si Diego no me hubiese dejado claro que no me diría dónde estaba porque temía que lo importunara, por favor, ¿yo? ¿Cuándo haría algo así?

—Señorita, el doctor Dean la espera en la habitación 85 —le dije a la enfermera que estaba detrás del mostrador.

—¿El doctor Dean? Pero si acabado de...

—¿Realmente quiere que le diga su incompetencia para responder una sencilla orden? De acuerdo, si esa es su respuesta se la comunicaré.

—No, no, ya mismo voy. Gracias por decirme, vuelva a su habitación.

Fama Bajo CeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora