Parte 15

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Decimoquinto capítulo

Andrea Berroncille

Ojalá pudiese suicidarme, así me iría al infierno y no tendría que estar un segundo más en este sitio hecho para torturarme, era una prisión, me sentía tan malditamente mal que ya había considerado lanzarme de la ventana en más de una ocasión.

-Andrea, ya te preparé el desayuno como me dijiste que te gustaba, ¿algo más?

-¿Qué te parece meter tus testículos en una batidora? Ellos son los culpables de todo esto -respondí mientras me sentaba a la mesa-, ¿no vas a comer?

-No puedo ahora, me dejaste una imagen visual que me durará todo el día.

Sonreí ante el hecho de haber conseguido molestarle, me había mudado a su apartamento de rico el día de ayer y desde entonces mi humor no podía estar peor, así que fastidiarle un poco me alegraba enormemente. El principito, por otro lado, estaba extrañamente amable y considerado, me dio una habitación privada, me hacía el desayuno, me compró nueva ropa que jamás iba a usar, creo que si le pedía una estrella me preguntaría cuál.

-Ah, no te había dicho, pero hoy estaré fuera por casi todo el día, llamé a una empleada para que se encargue de... -se quedó buscando una palabra en el aire.

-¿Vigilarme?

-No, claro que no -bufó-, digamos que podrás pedirle cualquier cosa si la necesitas. -Hizo una pausa para irse, pero luego se volteó de nuevo hacia mí que comía tranquilamente a la mesa-. Por favor, no la mates.

-Claro, si no me aburro demasiado entonces no tendré que matarla para divertirme.

-Dioses, espero que esto siga siendo una metáfora.

El apartamento de Adam era relativamente pequeño a petición mía, quería mudarnos a una casa de cuatro plantas con tobogán a una piscina desde el cuarto. Yo no acepté y en vez de eso, escogí esta residencia no tan grande ni tan pequeña en la cual se podía tener un bebé sin crearme cargo de consciencia por los pobres niños de África.

En ese momento me encontraba sentada en el comedor que se separaba de la cocina solamente por un desayunador que la rodeaba por completo. El principito se fue alejando de esta para pasar a encaminarse a la sala que quedaba a unos metros de mí, fácilmente podía verla desde donde estaba sentada, pero el timbre de la puerta detuvo toda la escena.

Adam Carver

Iba de camino a la sala cuando el timbre sonó, miré hacia Andrea que seguía desayunando sin intenciones de levantarse, así que suspiré profundo para atender a quien estuviese molestando tan temprano en la mañana.

Solo que, cuando abrí la puerta mi sorpresa fue grande, había una mujer de estatura alta y cuerpo no tan pronunciado mirándome fijamente, estaba enojada, eso podía decirlo.

-Hola... Adam Carver, vaya, no puedo creer que fuese realmente cierto, menuda perra.

-Hemm... Buenos días, ¿puedo ayudarla?

-Sip, soy Keala Pionelli, ¿Andrea Berroncille vive aquí?

-Ah, eres la amiga de Andrea, sí, claro, pasa. Me alegra que tenga alguien para pasar el día.

Le abrí la puerta y la mujer pasó por delante de mí, meramente pude cerrarla cuando los gritos desde el comedor comenzaron a escucharse.

-¡Así que todo es cierto! ¡Eres una perra! ¡Perra y traidora!

-¡Adam! ¡¿Por qué demonios la dejaste entrar?! ¡Me quiere matar! ¡Va a matar a la madre de tu hijo, Adam!

Corrí rápidamente al comedor sin tener la menor idea de lo que sucedía, cuando llegué al mismo pude ver a Andrea rodeando la mesa mientras su amiga la perseguía en círculos. Parecían dos niñas.

Fama Bajo CeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora