Recuerdos

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Era una noche tranquila y serena en el Árbol troll, los trolls bailaban y cantaban como de costumbre, mientras los reyes Peppy y Azucena planeaban algo antes del próximo Trollsticio que aún no revelaban; pero nos centraremos en un pequeño niño de 4 años, con unos hermosos tonos turquesas y azulados en su piel y cabello, y que en ese momento se encontraba en el jardín fuera de su capullo, mirando las enormes luciérnagas de colores volar por el cielo oscuro a la vez que la suave brisa chocaba contra su piel, usualmente los niños de su edad no podían quedarse ni dos minutos quietos, sin embargo el disfrutaba de la paz de la noche.

—¿Ramón cariño? —Lo llamó una voz dulce, aunque se notaba que era alguien ya de edad avanzada, que le pertenecía a su abuelita, Rosiepuff, que se asomó desde la ventana a ver a su nieto—Con que aquí estabas, tesoro, ¿Qué te he dicho de salir a estas horas y sin abrigo?

—Perdón abuela—Respondió el pequeño y de inmediato se levantó y entro al capullo.

—Hace mucho frío a estas horas, y no quiero tener a un muchachito enfermo en casa—Habló con cariño—Además, ya es hora de dormir.

—Owww pero no tengo sueño—Ramón se quejó arqueando el cuello por el fastidio.

—Apuesto a que una leche tibia te hará cambiar de opinión—Dijo y tomo su mano para ir juntos a la cocina, luego de un rato y de una taza de chocolate caliente, se podía notar como los parpados del pequeño troll empezaban a lucir cansados, este bostezo y sobo su ojo, algo molesto de no ser capaz de mantenerse despierto—Ven cariño, te llevare a la camita—La anciana tomo al niñito en sus brazos y comenzó a dirigirse a la alcoba, el azul hacia leves sonidos de comodidad, y se acurrucaba más en los brazos de su abuela, sintiéndose muy reconfortado por la calidez de estos, eran como mantas suaves que lo protegían del frio de la noche y lo mecían, al llegar, lo coloco con cuidado en el colchón y lo cubrió con las sabanas hasta el cuello—Buenas noches Ramita, te amo—Beso su frente, dejándola algo manchada de brillos de su labial aunque este no era consciente de ello.

También te amo abuela—Susurró el Ramón actual, que entre sueños había recordado ese momento de la época más feliz de su vida; era una fría noche como la de aquel entonces, y el azulado se encontraba envuelto en las mantas que su abuela con mucho cariño le tejió, y que ahora le permitían sentir el mismo calor y amor que sintió en esos brazos hace ya tantos años.

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