cherry blossom

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-¿Qué hacemos en Chiyoda, Suguru?

Geto ríe al ver al albino lanzar la cabeza hacia atrás mientras lloriquea. -Porque el festival es aquí. La primavera está a menos de un mes de acabar y no hemos tenido tiempo para ir a ningún festival de temporada.

-¿No había uno más cerca de casa?

El pelinegro lo ignora y le toma la mano para tirar de él hasta el santuario dónde se celebra el festival. Lo arrastra por las pocas cuadras que les quedan para llegar con Gojo quejándose de que sus rodillas dolían y sobre por qué no había obligado a Shoko a ir con ellos. No le toma demasiada atención porque aunque tenga respuestas para todo simplemente hará que Gojo se queje más y más. Les toma un par de minutos llegar y con ello conseguir que Satoru cerrara la boca. Geto le mira satisfecho, no sólo logró que se quedara callado sino que hasta emocionarlo.

Los ojos de Satoru brillan detrás de sus lentes como los de un niño con un juguete nuevo. Puede ver el destellar de los colores de los disfraces y figuras que se deslizan entre las personas en sus ojos, incluso a través del cristal negro que los cubre.

-Está bien, date la vuelta -Gojo le mira confundido, pero no tiene ni siquiera tiempo de protestar cuando el pelinegro le embarra protector solar por todo el rostro sin cuidado alguno.

Cuando Geto termina, Gojo en seguida sigue pasando sus dedos por su piel tirando de la crema para evitar quedar demasiado blanco. Conoce lo suficiente al chico y podría asegurar que le echó tanto protector como para hacerlo lucir como un fantasma.

-Recuérdame por qué te comportas como mi madre.

-Si alguien no cuida de ti, tú no lo harás -Geto termina de untar protector por su propio cuello. Se queja de vuelta-. Ahora recuérdame a mí por qué estoy aquí contigo y no con alguna cita.

-Porque yo soy tu cita -el albino saca la lengua y comienza a caminar hacia la entrada.

Geto gira los ojos intentando contener su sonrisa en vano y camina sonriente tras su compañero.

Y el día se les escapa así. Las horas corren junto con ellos dando vueltas y recorriendo los puestos que cierran en las paredes del festival. Se la pasan oliendo y probando cosas nuevas, no todas realmente buenas, más de una les dejó un mal sabor en la boca por su amargura o con la lengua ardiendo y los ojos llorosos de lo picante que era. Se divierten y pasan vergüenzas, o al menos Suguru lo hace, porque no fue una sino dos veces en las que la extroversión de Satoru le dejó cubriéndose el rubor del rostro con las manos e incluso alejándose unos metros de él. No es un amargado, no va a negar cuan gracioso fue verle danzar junto a las bailarinas que participaban del festival o cantar sobre el escenario a la par de la banda que tocaba; verle hacer el ridículo siempre le anima, pero especialmente si es desde lejos.

Se hace tarde y aunque el sol ya se escondió, disfrutan del fresco que no hubo el resto del día y de la luz blanca de las farolas que hay en el camino.

Satoru lleva minutos parloteando sobre todo lo que hicieron, y lo hace hasta cierto punto de su camino de regreso. El pelinegro le mira con curiosidad, el silencio no es algo común en él, menos si es así de repentino.

-¿Qué sucede?

-Los cerezos se ven bonitos de noche.

Sabe a lo que se refiere y se fija en el paisaje. La acera por la que caminan tiene cientos de cerezos a sus costados, enormes y preciosos cerezos llenos de flores que parecieran hacer arcos sobre sus cabezas. Suguru le da la razón, se ven bonitos en la oscuridad, destacan como estrellas en el cielo y caen frente a sus ojos como si fueran luciérnagas revoloteando por ahí, pareciera que pequeñas luces cuelgan de las ramas de sus árboles. No le complace tener que pisarlas cuando caen al suelo, pero disfruta de la vista mientras pasan.

Cuando llegan al final del camino es cuando se entera por Satoru que su cabello está lleno de pétalos. Hace que se paren a un costado del camino y comienza a pasarse las manos por la cabeza tirando las pequeñas hojitas. Le pregunta si está listo pero Satoru niega y se encarga. Se pone entre las rodillas la sombrilla que por desespero compró para protegerse del sol, y con los anteojos colgando de la camisa comienza a quitar uno a uno los pétalos que se enredaron en el peinado de Suguru, quien solo se dispone a mirar el reflejo de su cabeza en los ojos del albino.

-Es una lástima -dice cuando siguen avanzando.

-¿De qué hablas?

-Los cerezos se ven particularmente bonitos en tu pelo.

blameworthy ¦ satosuguDonde viven las historias. Descúbrelo ahora