CAPÍTULO II

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ANET

-Pasajeros del vuelo, Francia/Estados Unidos. Favor de abrochar sus cinturones estaremos aterrizando dentro de unos minutos. Espero y hayan disfrutado la estancia -avisó el piloto a través de los altavoces.

Avisaron de nuevo pero en inglés.

Por fin.

Llevaba el trasero entumecido en el asiento de tantas horas de vuelo y mis pies pedían a gritos estirarse, ni hablar del hambre que llevaba por haber comido apenas, es que no me apetecía mucho los snacks que nos brindaba la aeromoza. Claro que el hambre en cierto momento me gano y comí alguno, pero no era lo mismo.

En parte del vuelo solo dormí con mis audífonos puestos a todo volumen para no tener que escuchar a mi queridísima madre parlotear de lo bueno que sería vivir aquí. Yo solo quería tomar el avión de regreso a Francia, una parte quería eso. La otra, solo espera ansiosa por ver a mi hermana y mi padre.

Me reincorpore en el asiento con las manos a ambos lados de mi cuerpo, esperaba que el avión aterrizara de una vez.

De mi lado izquierdo estaba la ventanilla que daba una buena vista del cielo nocturno, despejado y lleno de estrellas. Sonreí, recordando como cada noche en Paris, antes de irme a dormir abría la ventana mi habitación para ver las estrellas. Cuando era pequeña solía decir que eran pequeñas luciérnagas que estaban pegadas en lo oscuro del cielo.

Mi vista viajo a los ronquidos de mi madre. Justo a mi lado. Pose mis manos sobre el hombro que estaba apuntando hacia a mi para moverla suavemente.

-Mamá -dije en un tono bajo-. Mamá, despierta.

Nada. Volví a intentar despertarla como una persona decente hasta que me cansé.

-¡Mujer despierta de una vez!

Despertó al instante, chocando con el asiento del frente. Reí por la imagen y ella me puso mala cara.

-Anet, ¿se puede saber por qué me has despertado?-dijo, con cierto tono de irritación.

-Estamos a unos minutos de aterrizar y tú en Sueñilandia, ni la voz del piloto te despertó.

Noté como ponía sus ojos blancos.

Odiosa.

Eso es un avance.

Dime qué no acabas de estar de acuerdo conmigo.

Pues sí.

Reí por mis propios pensamientos y el estar de acuerdo con mi conciencia que era raro.

-Igual no tenías que despertarme -y volvemos el tono de siempre.

No se preocupe señora. No la molesto más.

¡Cállate!

Ya me estaba asustando el estar tan de acuerdo con mi conciencia, no se supone que debería se lo contrario. Pero bueno me gusta -y asustaba- la idea de que estemos de acuerdo.

A mi no.

Me retracto, nunca dije nada. Que ella siguiera contradiciendo me hasta el día de mi muerte.

Ya estábamos saliendo del aeropuerto cuando me di cuenta. Llevaba mi maleta arrastrándola distraídamente y mi madre... Ya llegó y ya está con el celular en la oreja. Joder, ni yo.

Hizo un ademán de que la siguiera y no me lo pensé dos veces antes de hacerlo. A pesar de haber dormido la mayor parte del vuelo tengo tremendo sueño y se me están cerrando los ojos solos. Necesitó una cama, un asiento ¡ALGO! Solo quiero dormir en lo primero que me sea cómodo.

Distorsionada Sinfonía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora