Capitulo -4: Soledad.

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-No -contestó Itami.

-Su vocabulario corporal dice todo lo contrario -señaló Whis ganando que la muchacha lo mirase con atención y confusión a la vez.

-No es mi tema favorito. Disculpe, señor Whis -contestó ella luego de parpadear lento un par de veces.

-Entiendo -Whis no mencionó más el tema por lo que restaba de la noche.

Esa mañana Whis estaba ocupado preparando los típicos banquetes que le dolía preparar al Dios gato; ya que este estaba despierto. El señor Bills no estaba en sus largas jornadas de sueño, sino en regulares, algo más normal.

Él se encontraba en la cocina, mientras que el Dios y la muchacha se encontraban en el comedor que se encontraba en la sala de acuarios con peces gigantes.

Itami era un ser muy curioso, por lo que quedarse quieta sin hacer preguntas no era una opción para ella. Para desgracia del Dios de la destrucción.

-¿Desde cuándo es el Dios de la destrucción? -preguntaba ella.

-Desde hace mucho -respondió Bills quien estaba sentado de brazos cruzados esperando su desayuno.

-¿De qué planeta viene usted? -continuó ella.

-Eso no es asunto tuyo -contestó un poco malhumorado.

-Lo siento -le dijo- ¿Su raza está extinta?, El señor Whis me dijo que...

-¡Whis! -lo llamó el Dios interrumpiendo a la muchacha- ¡¿Puedes darte prisa?!, ¡Ya no aguanto! -lo hizo para evadir tantas preguntas de esa muchacha.

Whis soltó un suspiro y se dirigió hacía el comedor para reprocharle al Dios su impaciencia, encontrandolo de brazos cruzados y mirándolo de una manera fulminante.

-Hoy ha estado más impaciente que de costumbre, señor Bills -reclamó el ángel- Ya le dije hace rato que solo me restaban unos cuantos minutos. Por favor, espérese un poco más.

-Tu mascota no me lo hace fácil -replicó el señor Bills.

Era obvio que el señor Bills no se levantó del mejor humor posible.

-No sea irrespetuoso -le dijo Whis- Es solo una chica y solo está...

-Fastidiandome -interrumpió Bills.

-Calmese, señor -añadió- Ya le traigo la comida para que así, talvez se le pase ese mal humor.

Itami se alejó del comedor dejando al Dios y su ángel "hablando" si así se le podía decir a una charla que estaba al borde de la discusión.

Salió volando por una ventana del templo y se dirigió al jardín del planeta. Allí había un campo de flores silvestres de distintos colores. En medio de ellas se sentó con la gracia de un diente de león danzando al compás del viento. Tal ligera parecía. Se abrazó de sus piernas y sobre sus rodillas posó su mentón para apreciar el lugar. Olía fresco, a flores, olía a libertad, a vida. Sí, estuvo en un campo de flores durante eones, miles y miles se millones de años y muchísimo más que solo eso, pero era diferente. Era otra fragancia, otro ambiente. Las manos de otro dueño la trajeron a un nuevo mundo. Y ese era... El hijo de Daishinkan. Recordaba cuando el Gran Sacerdote era su dueño y dibujaba una sonrisa, pero estar con Whis era distinto. Ese ángel se sentía más alegre, más jovial, más espontáneo y libre. Que diferencia con el joven Daishinkan que conoció en un principio.

Desde una de las ventanas del templo, la vió Whis allí sentada. Mascota le dijo el señor Bills, ¿Se abría ofendido?, Lo dudaba, después de todo ella se autodenominó como algo semejante a un objeto, hasta dijo que él era su nuevo dueño. No estaba lejana al termino "Mascota" era un ser viviente perteneciente a una forma de vida denominada cómo Whis.

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