Viendo su reflejo en esos estanques solo podía pensar en una frase que le dedicó Itami "usted me dejó sola" la verdad ella tenía razón. Su culpa fue que ella terminara sola en ese planeta, incluso la dió por perdida, lo que lo llevaba a deducir que estaba muerta. Si vida no era eterna como la suya, por lo que esos eones le dió esa idea.
Si tan solo hubiera actuado diferente ese día, todo lo contrario fuera en su presente. Su reflejo lo sentía ajeno, incluso creyó ver un extraño reflejado en esas cristalinas aguas semejantes a espejos. Parpadeó un par de veces y la sensación se esfumó cuál fuera humo místico de memorias que vienen a pertubar con sus fantasmas.
Eso era ella, un fantasma de su pasado, un ser que le recordaba la vida que portó esas épocas. Más fue el objeto por el cuál se manifestó el dolor de un par de ángeles que cometieron errores. Él y su esposa.
-Del dolor vienes, del dolor vives -sé dijo para encaminarse hacia la oscuridad del pasillo- Solo preferiría no conocer eso, pero yo te hice así -y su silueta se perdió en el manto negro de esos pasillos.
En el planeta Supremo, los Kaioshin y la muchacha entablaron fácilmente una charla amigable, pero más que todo, salió a relucir un tema en común. Detalles del universo, tales cómo, la creación, la evolución y el funcionamiento, conocimiento que solo portaban de manera profunda los Shin-Jin. ¿Cómo conocía ella esos detalles? Hasta ellos mismos se hacían esas preguntas.
Itami no solo les habló de ese universo, sino que también respecto a los otros existentes. Eso llamaba aún más la atención de los dioses presentes, ella conocía pequeños detalles que ni siquiera el anciano Kaio tenía conocimiento. Incluso, unos breves relatos de los primeros Kaioshin que existieron.
-¿Cómo conoce usted esos detalles, señorita? -preguntó el joven Kaioshin.
-Tuve suerte de presenciar esos eventos -respondió con una sonrisa.
-¿Tú de que universo eres muchacha? -le preguntó el anciano Kaio.
-No provengo de ninguno -contestó ella.
-¿Es usted de antes de la creación? -cuestionó el asistente del Kaioshin.
Preguntas de esa índole eran obvias que saldrían de ellos. Si la respuesta era afirmativa, eso explicaría el porqué no tenían conocimiento de una criatura como ella.
-Cuando a mí se me dió la vida, los universos ya existían, aunque eran demaciado jóvenes.
-¿De dónde proviene entonces? -añadió el Supremo Kaiosama. Itami respondió con una sonrisa, eso le hizo saber al Kaioshin que no preguntara más respecto a su procedencia.
No era su tema favorito, al menos no con otros que no fueran Daishinkan.
Preguntas de esa índole no hubieron más. El tema variaba en la conversación, llegó un momento en el que tanto el anciano y el asistente tuvieron que atender unos asuntos respecto a trabajo, pidieron disculpas y se adentraron al templo, dejando solos a Shin y Itami.
La ausencia de Whis fue larga, aún no se aparecía luego de horas, lo que hizo suponer a Shin que la muchacha podría tener hambre. De manera muy amable le preguntó, pero la respuesta le pareció un tanto extraña.
-Es usted muy amable, pero mi cuerpo no es capaz de consumir alimentos sólidos, solo líquidos -fue la respuesta que le dió.
-Entonces un té -propuso Shin, a lo que ella asintió.
Minutos después, ambos se encontraban tomando el té a gusto. Un té color verde que desprendía un aroma fragante y un sabor delicado que le gustó mucho a la muchacha. Nunca había probado algo así.

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Espinas
FanficÉl la creó para amarla, pero con lo que no contaba era que otro se ganaría su corazón. El amor inocente es peligroso, más cuando padre e hijo disputan por el primer lugar en el corazón de la misma mujer.