inicio: Yo te conozco.

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El señor Bills siempre daba órdenes cada vez más difíciles para Whis. No tenía límite en sus peticiones, así fue como Whis fue a parar en un planeta a un rincón del mismo universo Siete. Un planeta poco conocido, puesto que no era muy evolucionado, de hecho, sus pocos habitantes vivían una vida muy simple, sencilla y práctica. No vivían con nada más que lo suficiente para sobrevivir, ni siquiera habían llegado a la tecnología.

La vida vegetal predominaba la superficie terrestre de ese planeta. Frutas de infinidad de sabores, colores y formas, además de flores de múltiples especies de cada rincón del universo, solo que variaban un poco en su forma debido a la diferencia evolutiva que ofrecía las condiciones del planeta.

Por esa razón, Whis estaba tan alejado de los confines del mundo de Bills, por una de esas exóticas frutas.

Whis estaba en la zona donde se suponía esa fruta crecía, era un lugar paradisíaco, además de la gran vida orgánica que había, el cielo era de un muy delicado tono rosa.

-¡Parece que la he encontrado! -exclamó Whis mirando una planta extraña muy baja al suelo de la cual colgaba una fruta parecida a una fresa grande del tamaño de su cabeza. Difería en solo que era de color azul celeste.

Estaba a una corta distancia, pero debía atravesar una pequeño campo de flores para llegar a allí .

Sin dejar ni por un momento de lado la orden del señor Bills, se dispuso a ir por ella. De pronto, un pequeño tirón lo detuvo, algo se había sujeto a la tela de su pantalón, a la parte más cercana a su pie.

Se detuvo solo para ver que era lo que a su tobillo se había sujeto para quitárselo, pues mantenía un pequeño tironeo en la prenda.

-¡Vaya!, Una rosa -lo extraño era que una rosa blanca en medio de otra especie. Se inclinó para con su baculo desenredar la rosa de su ropa y seguir con el mandato de Bills, quien por cierto le contaba los minutos para que se apresurara.

Whis hizo levitar a la rosa con su baculo. Extraño, no tenía raíz ni señal de haber sido arrancada cuando se enredó. La dejo en el suelo en conjunto con la otra especie. No le dió la relevancia merecida.

-¡Oye, Whis! -Bills le recordaba el tiempo desde su planeta.

-En eso estoy, señor -contestó caminando a la tan codiciada fruta del dios gato.

Con su baculo apunto a la dichosa fruta y la arrancó al ser cubierta por un brillo azul.

-Te pareces a él -una voz melódica y dulce se escuchó en el lugar.

Whis no pudo evitar voltear a ver quién era el que le hablaba. Al voltear se encontró con la sorpresa de que nadie estaba, solo brisas eran las que ocupaban el ambiente moviendo los follajes de los árboles y las hierbas altas en conjunto con muchas flores.

No le prestó atención a esa voz, si no se presentaba a la vista el dueño, entonces relevancia no le daría a alguien que solo lo hacía perder su tiempo. Pasó por un lado de esa rosa blanca que permanecía en el suelo, estaba a punto de golpear su baculo para marcharse cuando de nuevo la voz se atrevió a hablarle.

-Hasta en eso te pareces -fue lo que le dijo.

-Es de mala educación no presentarse ante quien se le habla -Whis le habló a quien fuera esa persona indicándole que dejara ver su presencia.

-Perdóneme, no quise ser grosera. He estado tanto tiempo aquí sin nadie más que la compañía de las flores que hasta los modales se me han olvidado -su disculpa sonó sincera, de hecho, su voz tenía un matiz inocente que delataba suma dulzura.

Aunque se escuchara esa voz, aún no se sentía presencia alguna de ki ni apariencia de haber alguien allí, hasta que:

La rosa que estaba sobre la tierra levitó hasta la altura de su pequeño, un brillo blanco amarillento salía de ella cubriéndola por completo. Ese resplandor se convirtió pronto en una silueta, pero no cualquiera, era la silueta de una mujer.

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