Capítulo 2

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Notas del(a) Autor(a): Entre las pesadillas de Will se van conociendo.

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A la mañana siguiente, desayunaron y Will recogió sus cosas esparcidas por la sala, alistándose para el trabajo. Nervioso por dejar a Un-Ojo en casa, no sabía si al volver lo encontraría y no creía que llevarlo con él —a una atiborrada sala de conferencias— fuera lo más adecuado, podría quedarse, pero no quería agobiarlo con su presencia.

—No tengo televisión y supongo que no sabes usar un iPad. —Will hizo una mueca—. Cuando regrese, te enseño, mientras tanto puedes leer lo que quieras. —Señaló con la cabeza a su alrededor, pero no se atrevió a preguntarle si sabía leer—. O puedes ir a dar un paseo, los perros te acompañarán, es muy fácil volver.

Un-Ojo observó los libreros y, para sorpresa de Will, tomó el de anatomía humana. Un-Ojo sabía cómo destrozar un cuerpo, pero siempre le había interesado saber cómo funcionaba entero, la portada le había llamado la atención, así que decidió que era tan bueno como cualquier otro, la ficción no llamaba su atención.

Will arrugó la nariz.

—Bueno, no te diviertas demasiado. —Un-Ojo se sentó en el sofá y cruzó los pies por los tobillos—. Hay comida, sírvete lo que quieras. Solo tengo tres clases, así que regresaré al atardecer.

Un-Ojo no respondió, embebido en la lectura.

Al volver, Will se quedó parado bajo el dintel de la puerta con las bolsas del supermercado, sorprendido porque Un-Ojo seguía en el mismo lugar donde lo había dejado.

—Y pensar que cuando estaba en la universidad apenas lo leí —profirió a modo de saludo, Un-Ojo ni siquiera lo miró—. Hablé con Jack, dijo que Aaron está bien. —Caminó hacia la cocina, no le sorprendió que el otro dejara el libro y lo siguiera—. No pueden hacer que se calle, pero por lo demás lo está haciendo mejor de lo que esperaban.

La boca de Un-Ojo se curvó un poco hacia arriba y, aunque Will intentó fingir que no lo había visto, su propia sonrisa lo delató.

—Ya están buscando a su familia, pero no estamos seguros en dónde buscar, él dice que vivía en un lugar verde. —Un-Ojo lució pensativo, Will podía sentir su deseo por ayudar al niño y su frustración por no poder hacerlo—. No hemos logrado descifrar el código, pero hay coincidencias con las huellas digitales del almacén. —Sacó los embutidos, los colocó en la mesa y empezó a prepararse un sándwich—. No sé qué quieres comer, así que sírvete tú mismo.

Un-Ojo le dio una perspicaz mirada. Cuando empezó a prepararse un sándwich, Will se rio entre dientes.

—Sí, vale, huellas digitales. El señor M. es Marcus Barge, es buscado... era buscado, gracias, en varios países por tráfico de personas. El señor E. era Erik Hogard, buscado por diferentes crímenes en bastantes países, era un oportunista, hacía cualquier cosa por el precio adecuado. —Se encogió de hombros—. El señor K. era Kristoff Stanitiski, aunque buscado por asesinato en Polonia, en los Estados Unidos solo lo era por peleas de perros.

Un-Ojo hizo una disgustada mueca y asintió con la cabeza.

—Si podemos descifrar el código, podríamos acabar con toda la organización.

La ceja de Un-Ojo se arqueó con duda, Will no pudo evitar sonreír, tal vez no era la mejor reacción, pero le tenía sin cuidado si lo ofendía o no.

—Sobreviviste, escapaste. Puede que las probabilidades no estén a nuestro favor, pero ¿cuándo lo están?

Ante la declaración, Un-Ojo lució agotado, Will también podía sentir el cansancio. Querían creer que todo saldría bien, pero no sabían por dónde empezar. Cenaron en silencio, con el agente pretendiendo que no se daba cuenta de que le estaba dando trozos de carne a Winston, al fin y al cabo, el cachorro se lo merecía.

El esplendor del silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora