"Pase lo que pase, no dejes de mirarme..."
Amalia logró abrir levemente sus ojos, veía todo borroso a su alrededor ya que se encontraba en movimiento. Lo primero que vieron sus desorientados ojos azules fueron las manos que la sostenían bañadas en sangre, luego desvió su mirada al rostro de la persona, reconociéndola a pesar de que era borrosa.
No recordaba absolutamente nada de lo sucedido, pero sí conocía al pelinegro que la cargaba quién sabe a dónde.
Tenía mucho miedo, pero se obligó a ignorarlo.
—¿Estás herido? —dijo a penas en un murmullo, no sabía por qué le preocupaba, pero aquellas manchas despertaban su curiosidad.
El alemán le dio una rápida mirada—. Oh, despertaste— comentó con gran desinterés adornando su tono—. Y no, no estoy herido. ¿Por qué lo estaría?— Inquirió, algo confundido por la pregunta de Amalia.
Solo un par de personas habían logrado herirlo en algunas ocasiones, pero de ahí en más nunca nadie había tocado parte de su cuerpo para contraatacar o defender su vida. Él era rápido y conciso con sus presas, tal y como le había enseñado Bely, pero cuando sentía la necesidad de torturar simplemente secuestraba a esa persona y llevaba a cabo sus acciones.
Pero, ¿estar herido? No, jamás.
—¿Lastimaste a alguien? —volvió a preguntar, esta vez analizando su cara detalladamente. Definitivamente era un chico bastante apuesto, pero estaba podrido por dentro—¿Me lastimarás?
No comprendía la razón por la cual estaba tan tranquila, era cierto que él la atacó en la universidad, pero había algo que le brindaba una mínima porción de paz al estar a su lado.
Ya no sabía si aquello era cosa de ella o de la debilidad que gobernaba su cuerpo.
Con algo de esfuerzo, levantó su mano para acariciar la mejilla del pelinegro, sólo porque quería saber cómo se sentía su piel.
Sus músculos se tensaron tan pronto como sintió aquel contacto. Pudo ser por lo helada que estaba la mano de la chica, pero en realidad, fue por la misma inesperada acción.
Frunció su ceño e hizo una mueca en tanto observaba a la rubia, más no aflojó su agarre. No quería que cayera de sus brazos.
— ¿Lastimarte?— repitió en un susurro riendo seco, regresando su vista al camino siendo guiado por un cauteloso castaño—. Por desgracia, aún no— confesó—. ¿Cuál mierda es tu habitación?
— Qué delicado...— murmuró con sarcasmo el castaño.
— Vete al diablo.
Tragó en seco antes de acurrucar su cabeza en el pecho del alemán, sentía que le explotaría en cualquier momento si no tomaba algún medicamento rápido. Volvió a mirar al pelinegro y frunció el ceño al vislumbrarlo algo enojado o quizás disgustado por su presencia.
—Katze, me duele muchísimo... —comentó sin dejar de mirarlo.
Él simplemente bufó rodando los ojos—. Psst, Steve— lo llamo.
— ¿Hm?— hizo un sonido con su garganta para señalar que lo estaba escuchando, aunque estuviera concentrado vigilando cada pasillo oscuro de aquella casa.
— ¿Tienes las vitaminas ahí?
— Claro— su voz salida en un susurro se vio aún más ahogada por la máscara que tenía.
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Un par peligroso©
Ficção Adolescente¿Oíste lo que le sucedió a la pobre Amalia? Sí, que tragedia... Y todo por intentar ayudar al desquiciado de Katze... Por supuesto, es obvio que es el único culpable. El pelinegro observaba como todos los estudiantes le miraban no muy discretamente...