Capítulo 11

925 126 53
                                    

Cuando al fin conseguí que mi amigo saliera de la casa, me dirigí a la habitación

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cuando al fin conseguí que mi amigo saliera de la casa, me dirigí a la habitación.

Abrí la puerta lentamente y me detuve en la entrada al verlo acostado en la cama, mirando la tele, y riendo divertido, robándome una pequeña sonrisa. Levantó la cabeza y me miró.

— Lo siento, no sabía que estabas ahí. — Entré y me senté en la punta de la cama.

— ¿Qué miras? — Se acercó a mí y apoyó su cabeza en mi hombro.

— Weekly Idol. — Dijo y miré hacia la tele — Son muy divertidos, no puedo creer que no los haya visto antes.

— ¿Nunca los habías visto? — Pregunté sin poder creerlo.

— Soy el Diablo, precioso, no tengo mucho tiempo para mirar la tele. — Contestó. Me puse de pie y lo miré.

— Rusia , estoy seguro de que mi ropa no te entrará, pero creo que tengo un poco de ropa de mi hermano en el closet, vístete y vamos a comprar.

— ¿Ir de compras? — Dijo no muy contento.

— Sí, señor Diablo. Tiene que comprarse unos jeans, algo cómodo, no va andar por la vida en calzoncillos. — Dije divertido.

— Es cómodo estar así, pero creo que tienes razón... Vamos. — Me dijo y se puso de pie.

Le di la ropa de mi hermano, que le quedó un tanto ajustada, Canadá no es tan atlético como él, pero algo es algo. Desayunamos y salimos de mi departamento.

— ¿Te molesta si tomo tu mano para caminar? — Me preguntó.  Giré a verlo y lo pensé por unos largos segundos.

— No, claro que no.

Con cuidado tomó mi mano con la suya y suavemente entrelazó nuestros dedos. Se sentía bien su mano capturando a la mía, sus dedos un poco ásperos y largos reposando en la parte posterior de mi palma.

Una mano protectora me llevaba de paseo por las calles de Nueva York. Y mis, extraños, celos se hicieron presentes mientras veía como todas las mujeres que pasaban cerca nuestro y giraban a mirarlo embobadas.

Mujeres delgadas, esbeltas, bellas, pero lo más importante, mujeres.

— No te preocupes, Ame. — Me dijo con una sonrisa, no entendía a qué se refería.

— ¿Preocuparme por qué?

— Serán mujeres, pero no causan nada en mí, solo tú lo haces. — Y eso fue suficiente para dejarme atolondrado y con una tímida sonrisa tatuada en el rostro.

Sentí que un ligero calorcito se instaló en mis mejillas.

En menos de lo pensado estábamos en una tienda de ropa. Él miro a su alrededor y luego me miro a mí.

— ¿Qué sucede?

— Tengo miedo de perderme aquí dentro. — Me dijo mirando nuevamente a su alrededor. Algún día Rusia y sus ojos de cachorro me matarían de ternura, lo sé.

Q.V.M.A.A.D (RusAme)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora