𖦹─ I: Desconexión

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Park JiMin era casi un niño, tenía solo dieciséis años de vida. Muchos pensarían que era poco, que las preocupaciones de su vida se resumían a las calificaciones del bachillerato, un nuevo rumor inventado entre los pasillos estudiantiles, conflictos tontos con amigos y compañeros, amores infantiles no correspondidos que superar o estar atento al contenido recién lanzado de su banda favorita.

Normalmente es eso lo que un adulto piensa que es la vida de un joven que aún no llega a la edad adulta pero la realidad resultaba distinta, llena de desasosiego y amargas lágrimas constantes. Él desearía que su vida fuese tan sencilla como se supone que debía ser.

Su día a día estaba cargado de ansiedad, preocupación, sensación de vacío e insuficiencia.

Se sentía un fracaso por no cumplir las expectativas escolares que su madre ponía en él, quien quería un hijo premiado por excelencia ganándose el ingreso al cuadro de honor cada período. JiMin era bueno, sobresalía en algunas cátedras pero menguaba en otras, a causa de esto recibía reproches constantes por su deficiencia, tachado como irresponsable o incompetente. Sus esfuerzos no daban frutos, no era un superdotado por naturaleza; pero su madre insistía en que debía poder hacerlo si realmente se lo proponía. Así que cada vez se sentía más y más inútil, engullido por la culpa, por no ser lo que se esperaba de él.

De resto, era poco lo que compartían. Ella tenía sus propios demonios con los que lidiar, la grieta del abandono que intentaba reparar.

Su padre, era un caso distinto que a él le golpeaba aún más fuerte y que removió su mundo desde los cimientos. Para JiMin, su padre siempre fue un modelo a seguir, cuando era niño lo veía como un superhéroe y deseaba ser así de mayor pero cinco años atrás las cosas cayeron en picada con un descubrimiento que quebraría la confianza del joven en minutos; su padre tenía otra familia, con la que decidió que era mucho más feliz.

Las tardes de juegos llegaron a su fin, las películas hasta altas horas de la noche a escondidas de su madre, los helados al buscarlo a la salida del colegio. Hacia cinco años todo terminó, se quebró. Dejó de ser el niño de papá para convertirse en el hijo descuidado, criticado, que no valía la pena. Por un año las llamadas y visitas fueron frecuentes, luego se volvieron menguantes, pasaron a ser escasas y ahora casi inexistentes. Lo veía una vez al mes, dos si tenía suerte, una llamada los fines de semana que su corazón herido esperaba con ansias pero que no pasaba más de una charla trivial que culminaba con una excusa barata de mucho trabajo por hacer.

Por largas noches lloraba encerrado en su habitación con la mirada puesta en las estrellas a través de la ventana, lamentándose por sus esfuerzos infructíferos en ser alguien mejor, digno de ser amado, de ser relevante y considerado. Si lo fuera, entonces su madre no lo reprendería y su padre no lo habría abandonado. Ese era su pesar, el pensamiento que le cerraba el estómago y le hacía doler la cabeza.

Sollozaba con una mano puesta en su pecho, como si deseara arrancarse el corazón para detener el punzante dolor, preguntándose por qué Park JiMin no era suficiente para nadie.

Tenía un par de amigos, un pequeño grupo de tres en el que JiMin llegaba a sentir que sobraba. Tal vez era su culpa pero no tenía el espíritu para intentar integrarse mejor, con frecuencia sentía cansancio, pocos ánimos. Solo quería sentarse y leer algún libro cliché donde hubiera un final feliz; estaba cansado de lo triste, de la fatiga y la incertidumbre. Disfrutaba de las historias sencillas donde después de un conflicto casi siempre insulso terminara con una pareja dichosa entregándose al amor.

Esas historias ocupaban el vacío de su corazón por un lapso efímero pero dulce como la miel luego se volvería amargo, envidiando a los protagonistas que degustaban el delicioso néctar de la felicidad, y que alguien les amara aún con cientos de imperfecciones.

JiMin quería escapar de su realidad, recostado en su cama cerraba los ojos imaginándose en un mundo ideal donde podía existir plenamente sin barreras, inhibiciones, las frustraciones y culpa de alguien más sobre sus hombros. Donde no sería juzgado ni criticado, sería él y eso sería más que suficiente.

Pese a todo, jamás imaginó que su anhelo llegaría de forma tan inusual, confusa e inesperada.

Sentía el pecho cargado de emociones, tales fueron las sensaciones que le transmitieron sus visualizaciones que un par de pequeñas lágrimas escaparon de sus cuencas. A penas reparó cómo sus dedos se entumecían al igual que los hombros pero no quiso moverse, tan concentrado y feliz en su propia mente que no quería interrumpir el flujo de sus deseos plasmados en una verdad onírica. Luego, fue como si su cuerpo flotara, tan liviano como un diente de león acarreado por la brisa fresca de la mañana.

El corazón se le aceleró de súbito como intentando salirse de su pecho, lo embargó la sensación de estar cayendo al vacío. Apretó las sábanas deseando el soporte para evitarlo pero no hubo nada de qué sujetarse solo sintió sus propias uñas contra la palma, intentó moverse pero percibió sus músculos tensos y adormecidos. Una luz blanca le bañó los párpados, similar a la luz del sol colándose por la ventana.

—Les dije que estaría aquí —habló una voz desconocida que escuchó como a la lejanía.

—¡Se quedó dormido! ¡Típico! —exclamó una segunda voz que no reconoció aún lejos pero más cerca.

—Está tan profundo que se está babeando ¿le tomamos una foto? —agregó una tercera riéndose, aún más cercana, a pocos metros de él.

¿Qué rayos estaba pasando? ¿Y cómo tres desconocidos habían entrado a su habitación hablando como si le conocieran?

Realidad Deseada | YoonMin |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora