El mercado estaba abarrotado aquel día. La gente parecía ansiosa y corría de puesto en puesto, como si todos temieran que las cosas se esfumaran de repente. Los vendedores parecían más contentos que nunca y se notaba que estaban haciendo una buena recaudación. Emma los observaba con asombro mientras caminaba educadamente al lado de sus padres. La joven había escuchado a uno de los caballeros del castillo decir que la gente estaba de celebración por haber firmado un tratado de paz con un reino, que había sido enemigo de Imperiumin durante más de dos siglos. Y ahora, con el nuevo acuerdo, la situación económica había mejorado bastante. Y por eso todos lo celebraban saliendo y comprando en el mercado central.
Los reyes iban al lado de su hija y caminaban cuidadosamente, mientras saludaban a sus súbditos. No parecía que tuvieran prisa e incluso parecía que disfrutaban del paseo matinal. La reina se notaba más relajada y eso lo reflejaban las comisuras de sus labios, que ya no estaban apretados. Emma se encontraba más feliz que nunca y sonreía a todo el que se le cruzara. Sus piernas caminaban automáticamente y no escuchaba lo que su padre le estaba diciendo. En su interior, estaba teniendo lugar su propia fiesta. Su propia celebración: celebraba la victoria. Por fin, tras seis meses de larga espera, todo el mundo parecía haber olvidado "el incidente". Además, para alivio de la joven, sus padres le dijeron con anterioridad que nadie excepto ellos sabía nada acerca de los otros tres chicos a los que también había hincado el diente. Eso era de agradecer, ya que de lo contrario, la situación habría sido mucho peor, y habría tomado demasiado tiempo que lo olvidaran todo. De todas formas, hizo falta la intervención de los reyes para que la gente dejara de hablar. Hubieron amenazas severas y advertencias mortales de por medio.
—Hija... —susurró la reina mientras la sacudía—. ¿Qué te pasa?
—Nada madre —contestó distraída—. A propósito, ¿podemos pasar por el puesto de la señora Giffs? —preguntó cambiando de tema bruscamente—. Me gustaría comprar algunos collares —añadió al ver la cara de sorpresa de su madre.
La reina la observó frunciendo el entrecejo.
—Hija, podemos decirle a Patrick que lo compre por ti. No es necesario que una princesa...
—Madre ya sé que él lo puede comprar por nosotros, pero quiero ir yo —instó firme.
La mujer soltó un largo suspiro que evidenciaba su derrota.
—Está bien. Pero no tardes —le ordenó de mala gana—. Y camina bien.
Emma sonrió, le dio las gracias a su madre y se alejó mientras intentaba caminar lo más erguida posible. Torció la esquina y cruzó los puestos de las verduras, las frutas, las especies y del artesano. Y allí, al final de la calle, se encontraba el que ella buscaba. Aceleró el paso y con una sonrisa saludó a la señora Giffs, una vieja con el pelo grisáceo y sonrisa amable.
—Buenos días señora.
La mujer la miró complacida y con una exagerada reverencia contestó:
—Muy buenos días alteza. ¿Que la trae por aquí?
—Estoy dando un paseo con mis padres y se me ocurrió venir a saludarla —le explicó.
—Ah, ya veo. ¿Y cómo está su majestad?
—Bien, bien... —contestó distraída—. Hum... ¡Qué bonito es este collar! —exclamó mientras lo examinaba detenidamente—. ¿Es de plata?
La señora soltó una sonora carcajada. Y después, como si se hubiera percatado de con quién estaba hablando, dejó de reírse y la miró con un rostro que denotaba culpabilidad.
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Prioridades
Fiksi Sejarah-El reino debe ser tu responsabilidad. ¿En qué piensas? Hay prioridades en esta vida. ¿Cuáles son las tuyas? -Mi felicidad.