Capítulo 2.

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"Perdidas"—9 Años.

Megan estaba sentada conmigo en la clase de literatura, enfrente estaban Olivia y Lisa, y en el primer puesto al lado de la mesa de la maestra se encontraba Valentina.

Había pasado un año desde que ella llegó y las cosas se complicaron bastante en mi vida. Resultó que Valentina era una estudiante ejemplar y se llevaba de las mil maravillas con Lena haciendo los deberes y realizando proyectos.

Con Soledad las cosas eran casi iguales, lo del empujón cuando se conocieron quedó en el olvido y Valentina se comportaba como otra hermana mayor de Claudia.

Pero conmigo ni siquiera se atrevía a mirarme directamente a los ojos, la última vez que lo hizo fue cuando se disculpó con Claudia desde ese día en adelante me evitaba, me dirigía la palabra sólo cuando era necesario y trataba en lo posible de no estar en la misma habitación que yo.

¿Acaso olía mal?

¿Era fea?

¿O no le agradaba?

Era como vivir con un fantasma, sabía que estaba ahí pero no lo podía ver. Era una niña despreciable. Nada comparado con su madre, la mejor niñera que haya tenido, salvo por el pequeño detalle de que aún no me dejaba comer galletas después de las ocho.

Sin embargo, desde la misteriosa aparición de esas galletas frente a mi puerta, cada vez que hacía una pataleta, a la medianoche unas galletas sobre una servilleta tocaban mi puerta.

Comencé a creer seriamente que el hada de las galletas con chispas de chocolate existía. La maestra leía un aburrido poema. Puse cara de concentrada, pero en realidad estaba pensando en cómo convencer a mi mamá para que me dejara ir a la casa de Olivia esta tarde con Sparks. Seguramente me diría "lleva a Valentina".

Antes me molestaba que me obligara a ir a todos lados con Claudia, pero misteriosamente se le metió en la cabeza que la niña de cabello rubio podía ser mi amiga. Error, ella jamás lo sería.

No me gustaba la idea de que ella fuera a la misma escuela que yo, por alguna razón que estaba fuera de mis conocimientos mis padres le pagaba la educación a Valentina y a Eva. Para Navidad les daban regalos, las dejaban comer en la misma mesa que a nosotros y eran libres de reglas y listas de alergias y cosas que se debían hacer.

—Juliana, podrías decirle a la clase de qué se trataba el poema —salté en mi asiento y me aparté un mechón de cabello que caía sobre mi cara. Cuarenta pares de ojos se giraron a mirarme, recordé que la abuela siempre me decía que si no sabía algo sonriera y me echara el cabello hacia atrás con delicadeza.

Lo hice como me había enseñado, pero no pareció surgir efecto. La sonrisa era más parecida a una mueca sarcástica y cuando me iba a echar el cabello hacia atrás, se me enredaron los dedos entre éstos.

Escuché algunas risas, la más fuerte era la de Ariana Vitiello, que estaba sentada junto a Valentina. Ella le susurró algo al oído y se rio más fuerte, pero a Valentina no pareció hacerle gracia.

—Te estamos esperando, Juliana —me dijo la maestra, caminando hasta mi puesto con la mirada que ponían las personas cuando hablaban con un enfermo mental. Eso me molestó.

Miré hacia el lado y Megan se encogió de hombros, ella tampoco había prestado atención. Lisa y Olivia tampoco sabían, negaban con la cabeza para que no les preguntara nada.

Sentí ganas de llorar, la maestra me estaba avergonzando.

—¡Juli descerebrada! —gritó Ariana desde el primer puesto. Toda la clase estalló en carcajadas, excepto mis amigas y Valentina, que seguía tan seria como en un funeral.

Marry me | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora