El guardián

Parte 1 Sin Título

El guardián

Capítulo único: entre la realidad y el sueño

Como cada día de su existencia, allí estaba él: acostado en los pies del templo, con el sol de la tarde pegándole en el rostro de manera suave. Estaba entre despierto y dormido, mientras jugaba, aburrido, con un palito entre sus dientes.

De alguna manera, cruzó sus piernas y dejó que sus manos se entrelazaran en la nuca, haciendo así una especie de almohada en la cual apoyar su cabeza. Aunque pronto se cansaría, claro.

Él era Knuckles, Knuckles the echidna, último superviviente de una antigua civilización, guardián de la Master Emerald, encargado de que a ésta no le ocurriese nada pues, de lo contrario, la isla en donde vivía (llamada Angel Island), se vendría a pique: la gran joya era la que la mantenía, flotando, en el firmamento azul del cielo.

La verdad, es que había cumplido su rol de guardián casi a la perfección (excepto por unos problemillas del pasado, pero que ahora no venían al caso), pues él estaba orgulloso de ostentar el título de "el guardián", "el protector". Su deber como tal iba más allá de lo pensado. Sonrió ante recordar ése título: protegiendo a la gran esmeralda de todo peligro, salvaguardándola de que nada le ocurriese. ¡Protegiéndola de las garras de los ladrones! En cuántas ocasiones tuvo que lidiar con ése científico loco y ésa murciélago roba joyas…

Gruñó al pensar en ella, siempre tan idónea.

Abrió los ojos, como esperando encontrarla. Nada en el cielo, nada en la tierra, nada en el templo. Mejor así: volvió a recostarse, tranquilo. La verdad, es que no lo aburría su "trabajo", en absoluto. ¡Parecía divertirse tanto! Knuckles era un bombero: normalmente tienen días tranquilos, pero cuando surgen catástrofes, ¡allí estará! ¡Dispuesto a dar la vida por ésa codiciada fuente de poder!

Bostezó. Vio la joya: brillaba muy tenuemente y eso le hizo provocar una ligera sonrisa, pues todo estaba bajo control. Volvió a bostezar. Una pequeña siesta no le haría daño a nadie…

¿Y ahora? ¿Cómo había llegado hasta el suelo? Se acababa de, ¿despertar? No estaba seguro: se encontraba recostado en el suave pasto, mullido, a los pies de la escalinata del templo. Se incorporó y, automáticamente, enfocó sus ojos hacia la parte más alta: la gran esmeralda verde brillaba con un intenso fulgor blanco. ¿Qué estaba pasando? ¿Peligro, acaso? Se puso en guardia y se disponía a subir las escaleras, cuando una voz de mujer lo llamaba. Se volteó.

¿Y esa? ¿Quién rayos era? Era una mujer, sí, pero nunca la había visto. Aunque se le hacía familiar. Qué cuerpo tan extraño tenía: era como la mezcla de un murciélago y un echidna, pero mujer, claro. Todo, absolutamente todo de ella era verde: piel, ojos, cabello, todo. Y como… como si su contextura física fuese semi acuosa, verde, también. La vio anonadado. ¿Acaso estaba soñando o qué?

Aquélla chica se le acercaba de manera muy extraña. Esos movimientos le hicieron acordar al andar de Rouge: tan sensual, tan atractivo, tan coqueto. Ahora que la miraba bien, no tenía mucha ropa que digamos: parecía tener un top en pecho y unos pantalones ajustados con botas.

Se puso nervioso. De manera inconsciente, giró su cabeza a ver la punta del templo: la Master Emerald no estaba. ¿Qué demonios…? Volvió su cabeza hacia el frente: esa mujer de piel semi acuosa verde estaba, prácticamente, en frente suyo. No sabía si los nervios eran porque la gran joya no estaba o porque esa… mujer, lo ponía así. Su rostro era tan parecido al de Rouge, hasta ese mirar penetrante de ella parecía distinguir.

Sus nervios lo estaban asesinando, lentamente.

—Guardián —le habló ella, con un timbre de voz por más provocativo. ¿Acaso Rouge le estaba tomando el pelo?—. Protégeme —dijo, suplicante, con una voz dulce. Knuckles estaba hecho una piedra: no podía moverse ni articular palabra alguna. ¡Definitivamente ésa debía ser una broma de esa condenada rata con alas! Se había hecho pasar por alguien y se había robado la joya.