3. Finalmente conmigo.

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Finalmente conmigo

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Finalmente conmigo.

ARLENE

Odiaba cazar.

Y no porque no tuviera habilidad para ello, desgraciadamente era muy buena, podía ser sigilosa al moverme entre los arboles y mi puntería pocas veces fallaba. Se lo debía a Jarlen y a sus intensos entrenamientos desde que cumplí doce.

«Nunca serás lo suficientemente silenciosa para un vampiro, Arlene, debes seguir».

Y llegué a disfrutarlo al principio, hasta que un día simplemente vi a los animales... a los ojos. Y fue como si algo hiciera clic en mi cabeza, ellos eran seres vivos... ellos sentían. Ellos no buscaban herir a los humanos, vivían en sus bosques tranquilamente y nosotros llegábamos con nuestras armas a terminar su vida sin razón alguna, solo practica. Desde ese día, había sido miserable cada vez que me tocaba venir al popular bosque de las alturas. Llamado así por la altura casi increíble de sus arboles.

Las hojas crujían con cada paso que daba, los frondosos arboles se mecían con la brisa, el sol estaba en su punto alto y se escabullía entre las hojas verdes de las ramas, ya era mediodía y me estaba muriendo de hambre. Habíamos estado caminando por mas de dos horas sin encontrar nada.

—Es extraño —comentó Jarlen, deteniéndose.

—¿Ah?

Mi cerebro no funcionaba bien sin la glucosa necesaria que me brindaría un buen almuerzo.

—Hay mucho silencio, Arlene.

Me pasé ambas manos por la cara.

—¿Y? Este bosque no es conocido por sus ruidosas fiestas, Jarlen.

Mi hermano se limitó a darme una mirada helada y le regalé una sonrisa inmensa.

—¿Podemos volver ya? Muero de hambre.

—Hay algo extraño.

—Bien, y puedes decírselo a los guardias del bosque cuando salgamos. Tú eres un guardia real, tú deber no está aquí.

—Mi deber está con la seguridad del reino.

Volteé los ojos. Ni sabía para que perdía mi tiempo tratando de convencerlo. Jarlen era extremadamente leal al rey, y muy comprometido con su deber. Su dedicación fue la que lo llevó a convertirse un guardia real. Llevaba puesto su uniforme negro con detalles carmesí -el color real- le quedaba bien, sus antebrazos estaban cubiertos de brazaletes metálicos cuya función todos desconocíamos. Solo los guardias reales los tenían, pero su uso u objetivo no era compartido con nadie fuera de la hermética guardia real. Mi hermano robaba los suspiros de muchas chicas en el reino, eso no era secreto para nadie. Por mi parte, solo le envidiaba sus largas pestañas, ¿por qué no las heredé yo? La vida era injusta. Además, Jarlen no tenía la mejor personalidad del mundo, la verdad no entendía que le veían.

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