8. "Te lo estoy pidiendo, por favor."

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ARLENE

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ARLENE

Mentiras y verdades a medias parecían ser las bases en las que se había erguido el reino y la humanidad sobre los vampiros.

Podía imaginar la falsedad escurriéndose por las grietas de las paredes firmes y antiguas de los hogares de Erastia. Esas mismas paredes que habían sido testigos de tantas conversaciones secretas, de la verdadera historia. Me sentí estúpida, porque nunca cuestioné nada de lo que aprendí mientras crecía, siempre asumí que lo que todos decían era la verdad. Y ahora mi única fuente de claridad estaba encerrado.

Habían pasado tres días y aún no tenía noticias de Haeran. Cada vez que intentaba bajar a los calabozos era recibida por guardias reales en la entrada. Jarlen y yo no nos hablábamos, ambos éramos muy orgullosos y sabía que él nunca admitiría que estaba equivocado, y yo no tenía la energía para discutir con él nuevamente.

Así que hice lo único que podía hacer para tener respuestas y la liberación de Haeran: Convocar una reunión con mis padres.

Las manos me sudaban al entrar al gran salón de reuniones de la mansión Willsborg. Mi madre estaba sentada en el borde de la ventana observando el brillante sol del mediodía. Llevaba una falda larga y un corsé bastante ajustado, aunque no era su estilo favorito, mi madre tenía una dualidad que yo admiraba, podía usar ropas de batalla como si nada y vestidos y faldas cuando quisiera. Ella siempre me había inculcado ponerme lo que me hiciera sentir cómoda dependiendo de la ocasión.

Por su parte, mi padre, estricto y listo para cualquier ataque, siempre usaba su uniforme negro y rustico. El parche que cubría el ojo que perdió en la guerra también era oscuro. Su cabello blanco en su mayoría estaba corto y peinado hacia atrás.

—Madre. —Saludé, asintiendo—. Padre.

—Me alegra que hayas tenido la iniciativa de tomar responsabilidad de tus actos —dijo mi padre, cruzando los brazos sobre su pecho. Arrugué las cejas.

—¿Mis actos?

Mi padre hizo una mueca.

—Desobedecer un mandato real directo, Arlene —explicó—. Y conspirar con un vampiro para ello. Esto no es una tontería, rompiste una ley real, ¿sabes cuál es el castigo para eso?

No lo sabía... ni siquiera... espera.

—¿Cómo puedo ser responsable por romper una ley que no sabía que existía?

Mi madre y mi padre compartieron una mirada. Odiaba que subestimaran mi intelecto de esta forma, que intentaran asustarme con todo esto del castigo para distraerme del verdadero problema aquí.

—Una ley que la realeza y la guardia real parecen haberse guardado muy bien —continué—. Lo que me parece muy conveniente para la humanidad. ¿Por qué existe esta ley, papá? ¿Por qué no se le permite a los vampiros contar su verdad? ¿A caso saldría algo a la luz que pondría en peligro todo este sistema de esclavitud? ¿A caso—

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