Mi mayor debilidad

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"Soy más bien de escapar, y si no puede escapar mi cuerpo, por lo menos que escape mi alma" eso repetía en mi mente una y otra vez, pero el amor de mi vida por el cual había hecho hecho un atraco había atravesado un piso para poder llegar a mi; mi corazón estallaba de alegría por poder tenerlo a mi lado en este momento, aunque me costaba mucho ignorar su sufrimiento que empañaba todo su semblante, haría cualquier cosa por detener su dolor, pero era imposible; yo estaba convencida de que iba a morir en los siguientes minutos, o fue así hasta que escuche el grito de alguno "la quiero viva, es nuestro boleto de salida" no me podía permitir convertirme en una carga para ellos, yo los había metido en este agujero y no podía permitirme volverlos vulnerables, así que era morir o morir, no había otra salida y ya había decidido, de todas formas ya me había convertido en un colador de sangre, no podría soportar por mucho tiempo más.
Me estaba convenciendo de no tener miedo, de seguir con mi plan, pero lo más difícil era no permitir que los gritos desesperados de rio me afectaran.
La metralla frente a mi estaba retumbando en mis huesos provocándome oleadas de dolor con cada disparo, podía ver entre la neblina de mis ojos que ellos se estaban acercando cada vez más, pude ver a gandia entrar detrás de un grandote, pero no pude llegar a él, en su lugar cayó el tipo con un sonido sordo que apenas escuché en medio de todos los disparos, lo que sí pude escuchar fue Denver y al profesor gritando en mi oído.
- Tokio, no hay más tiempo, salta ya-
- ¡¡Tokio!! - gritaba Denver desesperado.
- Tokio, salta ya, no hay más tiempo, salta ya-
- va a ser difícil profesor, ¿sabrá seguir sin mi?-
- ¡no, Tokio no sabré! ¡Salta ya!-
- siempre ha sido mi ángel de la guarda, ahora me toca a mi ser el vuestro- y en ese instante Gandia se levantó y me disparó obligándome a llevarme la mano a la herida.
Pude percibir levemente que los demás no habían disparado, solamente se habían levantado apuntándome con sus armas, podía ver el deseo de gandia de volarme los sesos, pero ya no importaba, el dolor empañaba todos mis sentidos, pero aún tenía un objetivo en mente que me tenía a flote de la inconsciencia, por suerte la última herida estaba cerca de los anillos de las granadas, no tuve que mover mucho mi manos para que mis dedos se movieran alrededor de ellos, cuando la misma voz de hace rato gritó.
- ¡Quieta! ¡No te muevas! - pero no fue ese grito que me detuvo, fue el que provenía del agujero el que me dejó helada.
- ¡No Tokio! ¡No te atrevas! ¡Por favor! ¡Te lo suplico!- el dolor en sus palabras fue como un golpe en el estómago, imposible de ignorar, no podría, fueron esas palabras las que me alejaron de la inconsciencia y abrieron paso de mi dolor.
- Mejor escucha a tu novio- dijo la misma voz que al parecer venía de un señor hasta atrás de todos.
- No voy a permitir que me conviertan en su carnada - dije escupiendo palabra por palabra con odio, pero fue rio quien me contestó.
- Entonces hazlo por mi, por favor no permitas que pase por ese dolor Tokio - suplicó llorando y aunque no me permití voltear a verlo, sabía perfectamente cómodo se veía su rostro lleno de tristeza- tú sabes qué tan doloroso es, no soy capaz de soportarlo, no puedo- sus palabras me rompieron el corazón, lo sabía, sí lo sabía, pero me obligué a seguir.
- No puedo ponerlos en peligro, no más de lo que ya los he puesto, me voy a convertir en su punto débil, los matarán por mi culpa - pero ahora fue el profesor quien me contestó.
- No voy a permitir que eso pase Tokio, dices que he sido tu ángel de la guarda, pues no lo dejaré de ser, tú solamente tienes que seguir peleando-
- Tengo un cargador entero de pistola dentro de mi cuerpo Profesor, es inútil-
- Eres nuestra mejor estrategia en este momento, si bajas la mano no morirás por ahora- hablo de nuevo el señor que al parecer estaba al mando, aunque esto último no le pareció a Gandia.
- O puedo dispararle en este instante- dijo con una sonrisa detrás del cañón de su pistola.
- Gandia, recuerda lo que te dije, no me tientes a matarte-
- ¡Tokio! ¡Maldita sea Tokio! ¡no mueras por favor Tokio! ¡No puedo perderte! Solo...solamente confía en nosotros, ¡te recuperaremos! ¡Me dijiste que tenía que salvarte y eso es lo que haré maldita sea! - los gritos de Denver resonaban entre llantos, podía sentir mi decisión temblar ante sus palabras, odiaba tener la mínima posibilidad de caer ante sus palabras, no debía.
- Tokio, armaste todo este atraco para salvarme, por favor déjame hacer lo mismo por ti...-odie cada segundo, cada palabra, porque era un paso más a la decisión que ponía a todos en peligro solamente para salvarme, no quería hacerlo, ya había hecho suficiente con arrastrar a todos a la boca del lobo. Pero sin importar cuanto intente evitarlo, pase mi mirada al agujero...y ahí estaba, con sus riscos pegados a su frente por el súper que cubría todo su rostro junto con toda la suciedad, fueron sus ojos suplicantes y llenos de miedo por perderme lo que me hizo recordar que él era mi mayor debilidad - te prometo que voy a vivir miles de vidas Tokio, pero las voy a vivir contigo cuando salgamos de aquí, ¿o lo olvidaste? No puedo irme de aquí sin ti - una lagrima escurrió por mi mejilla y pude sentir el momento en que mi cerebro tomó la decisión, toda la tensión de mi cuerpo desapareció dejándome caer como una muñeca a la que le cortaron los hilos con balas.
Pude sentir entre la bruma de dolor que amenazaba de nuevo con tragarme, cuando me tiraban violentamente al suelo y me quitaban todo, hasta el micrófono del profesor Justo a tiempo para dejarme escuchar "resiste", ya no estaba al tanto de mi cuerpo y cuando caí en la oscuridad solamente pude recordar el rostro de Rio contorsionándose en preocupación y con una fina capa de esperanza. No paraba de preguntarme si había tomado la decisión correcta.

LA CASA DE PAPEL. 5.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora