❝ huit┊"he"

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Sonó el timbre de mi casa, ese que me avisaba de que había alguien en la puerta que quería que le abriera. Me froté la cara con las manos, intentando despertar. Aquella mañana de martes no había habido programa de Minho y estaba de mal humor. Cogí la taza de café y la llevé conmigo a la puerta, deseando que, quien fuera que hubiera tocado el timbre, se hubiera ido ya. Pero la verdad fue más placentera que aquello.

—BUENOS DÍAS, CHANGBIN. CAMINEMOS JUNTOS A LA UNIVERSIDAD. —fue lo que escuché apenas bajé el pomo de la puerta, y el grito casi me dejó sordo.

Ni siquiera había podido ver su cara, pero era obvio que se trataba de Minho, por su indistinguible energía y sus agotadores (pero placenteros) gritos. Una sonrisa sorprendida se trazó en mi cara cansada mientras él me esquivaba para entrar dentro, y en cuanto volví a cerrar la puerta el pelinegro se carcajeó detrás de mí. No sabía por qué había decidido que fuéramos juntos, nunca había venido así, de la nada. De hecho, la única vez que había venido fue tras nuestra primera sesión de trabajo. Aun así no le tomé mucha importancia, porque vivíamos en la misma calle de todas formas.

—Tu pijama es adorable. —dijo, aún riendo —Pareces más bajito de lo normal.

—No soy bajo. —respondí, cruzado de brazos. Él volvió a carcajearse. —Cállate. Al menos tengo más músculo que tú.

A veces era agotador tener que fingir que los intentos de Minho de molestarme no me resultaban agradables. La verdad es que deseaba que nunca me dejara en paz, por mucho que asegurara lo contrario. De vez en cuando me revolvía el pelo en clase, despeinándome, y luego sonreía y volvía a mirar al profesor como si nada. Otras veces me subía la capucha de la sudadera como saludo. Puede que aquellos detalles no significaran nada para él, pero para mí se habían convertido en necesarios.

—Bueno. —me pellizcó la mejilla —date prisa, que llegamos tarde.

—Y, ¿desde cuándo necesito que vengas a recogerme? Puedo llegar a tiempo yo solo. De hecho, el que nos está retrasando eres tú.

—Sí, lo que tú digas. Ve a vestirte antes de que te vista yo. —me quitó la taza de café de la mano y me dio un pequeño empujón en dirección a las escaleras.

Solté un quejido y subí sin decir nada más, intentando esconder mi sonrojo.

Debía resultar obvio que me gustaba, aunque antes de hacernos amigos seguro que no lo era tanto. Desde que empezamos a conocernos, mi mundo estaba patas arriba. De repente, todas mis canciones eran sobre Minho. Todos mis pensamientos, y mis deseos también, eran él. Todo estaba lleno de fragmentos de él. Y cuando lo tenía delante mi visión se hacía borrosa, y sólo le veía a él. Y tanto pensaba en él que la palabra "él" empezó a sonarme rara, a quedarse corta. "Él" no le hacía justicia a Lee Minho.

Cuando volví a bajar, ya vestido, mi mayor parecía estar vaciando mi caja de galletas. Tenía la boca llena y faltaban al menos la mitad de las que había en la jarra. Cuando me descubrió, ni siquiera parecía arrepentido. Solo siguió masticando con una sonrisa en la boca.

—¿Las has hecho tú?

—Mi madre. —respondí, negando con la cabeza.

—Dile a la señora Seo que son excelentes. —su adorable sonrisa se expandió aún más al darle otro bocado a la galleta que tenía en la mano.

Casi le tuve que quitar el bote para que nos pudiéramos ir de una vez, pero, tras muchos quejidos por su parte, por fin salimos de casa. La fresca brisa mañanera nos acogió con gusto, haciendo las palabras de Minho más cálidas de lo que ya eran.

Continuamos nuestra conversación sobre las galletas de mi madre, y si estaban tan buenas simplemente porque eran de mi madre o si yo las podría hacer también. Yo no solía cocinar, pero pensé que probar sería divertido.

"Say my name" - MinbinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora