—¿¡Puedes hacer el favor de ir más deprisa!? —Le exijo a mi prima mientras derrapamos por la carretera principal, alejándonos del pueblo a velocidades que creo que no están permitidas, pero que aún así no me parece que sea lo suficientemente rápido.
—¡Dios Eva me estás poniendo negra! ¿¡Quieres hacerlo tú!? Ah no, que la única que conduce en este puñetero coche soy yo, así que ¡calla ya! Yo también estoy nerviosa —Llora mi prima y acto seguido decido cerrar la boca y concentrarme en morderme el labio —. Joder, joder, joder. ¿En qué coño estarían pensando?
Paso las manos por mi cabeza agotada.
—No sé que ha podido pasar... yo... joder. ¿Falta mucho?
—Un rato, pero no creo que exceda más de una hora... eso espero. Al menos no se han ido lejos...
Lo único bueno de que sean altas horas de la madrugada, es que no hay un solo alma en la calle, lo que nos permite ir a toda velocidad y llegar en menos de cuarenta y cinco minutos.
Mi prima aparca de mala manera y ambas salimos del coche tan rápido como si estuviera en llamas. Ni siquiera me he preocupado en cambiarme. Voy con el pijama y una sudadera rodeada en la cintura porque los pequeños pantalones no dejan mucho a la imaginación, y unas deportivas blancas. Mi prima está en la misma situación, pero ella va en camisón. En otro contexto esto hubiese sido la mar de cómico, si le sumas la cara que puso la recepcionista al vernos entrar con estas pintas, pero ahora, cuando no sabemos en qué estado están los chicos que ambas amamos... no tiene ni la menor pizca de gracia.
Dejo que se encargue Amelia de hablar, ya que tiene un italiano mil veces más fluido que yo. Intento poner la oreja, pero el corazón me late tan sumamente alto y la cabeza me da tantas vueltas, que no me da la mente para intentar traducir lo que están diciendo.
Mi prima discute un poco con la recepcionista, y yo cada vez me pongo más nerviosa al ver que no estamos llegando a ningún acuerdo. Al final la señora suelta un suspiro y comienza a indicarle a Amelia cosas y le señala una dirección.
Mi prima le da las gracias y me coge de la muñeca, obligándome a caminar tras ella.
—¿Qué narices te ha dicho? —Pregunto con la respiración exaltada, mientras intento seguir las grandes zancadas de mi prima sin tropezarme.
—Al principio me ha dicho que la información era confidencial y era solo para familiares. La he tenido que explicar que somos sus parejas y que ninguno vive actualmente con sus padres. ¡Uf, te juro que le iba a soltar un guantazo como no me dijera que les ha pasado y donde se encuentran!
Comenzamos a subir unas escaleras.
—Como dijo el compañero de piso de Hugo, han tenido un accidente. Parece ser que ambos estaban bajo los efectos del alcohol, Federico más que Hugo, y pues perdieron el control del volante. No ha entrado más en detalle.
Las lágrimas corren por mis mejillas.
—Federico está gravemente herido, Eva. Me ha dicho que le han sacado de la operación ya, pero que por ahora no puede recibir visitas. Y Hugo... —El corazón se me para —. Hugo ha tenido más suerte. Él no ha tenido que ir a quirófano —Quiero suspirar de alivio, pero después pienso en Federico y se me vuelve a encoger el corazón—. Pero está ingresado. Por ahora tampoco le puedes visitar.
—¿No te han especificado más, tío?
—Me ha dicho que la médico nos informará más adelante —Amelia me hace girar a la derecha cuando recorremos un gran pasillo vestido de blanco. Los hospitales realmente me producen escalofríos —. Es aquí.
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1982
Novela Juvenil> Eva se va pasar el verano en un pintoresco pueblo costero en el Norte de Italia. Allí conoce a Hugo, un chico que no tardará en poner su pequeño mundo patas arriba. El amor no siempre es fácil. Y más cuánto tú corazón está dividido. Atrévete a...