CAPÍTULO VIII

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No existe más acto de repulsión que la muerte.

AROLD KLEIN

Las sirenas de la patrulla en la que iba junto a Dilan parecían encajar a la perfección con el ambiente que mis ojos percibían en la ventana. Había personas con bolsas grandes de comida, mascarillas, papel higiénico hasta el cuello y otras....

Otras personas se hallaban en una patrulla a las 12 a.m.

Podía ver el terror en el rostro de aquellas personas, era como si eso me hiciera caer en cuenta de la situación que había estado tratando de ignorar.

Desde que me enteré de la mutación hice poco o nada por resguardar la vida de Bell y la mía, fingía que nada estaba ocurriendo y al parecer mi hermana también estaba de acuerdo conmigo. De repente a mi alrededor fui capaz de captar situaciones que antes me habían parecido invisibles, veía cómo los policías en la parte delantera de la patrulla llenaban el ambiente en miles pequeñas gotas de alcohol antiséptico cada diez minutos.

El policía que estaba en el asiento copiloto tenía un color pálido y los ojos aguados, constantemente frotaba sus manos en sus piernas en señal de nerviosismo y desespero. Carraspeaba a cada nada y entonces supe que estaba conteniendo las ganas de toser fuertemente, miré a Dilan en busca de no sentirme tan solo, pero este se hallaba profundamente dormido en la ventana con un hilo de saliva saliendo de la comisura de sus labios.

Estaba en una postura incómoda y supuse que en cuanto se levantara tendría una gran mancha roja en su cachete que ahora se encontraba aplastado contra el cristal, además de dolor en el cuello.

Me rendí en cuanto a Dilan y fijé mi vista nuevamente en los policías.

El que tenía a cargo el volante le echaba ojeadas rápidas a su compañero, me fijé en su placa colgada en la parte izquierda de su pecho: Ernesto Suarez. El otro policía se llamaba Manuel y no pude ver su apellido, ya que, se limitaba a sacar la cabeza todo lo que podía en la ventana reprimiendo cualquier atisbo de tos.

Me gusta observar, me tomo el tiempo de detallar mi alrededor de forma minuciosa. Cuando observaba el lugar en el que me hallaba me sentía más seguro y cómodo, descartaba la posibilidad de próximos peligros y resultaba atractivo no hablar.

Ahora no había mucho que decir, solo reinaba el silencio acompañado por la sirena de la patrulla y pequeños carraspeos del agente ya notoriamente rojo.

Por segundos la idea de preguntarle si necesitaba ayuda parecía interesante.

Sin embargo, se esfumó en cuanto llegamos a la estación, el policía con aspecto enfermo salió disparado del asiento en cuanto la patrulla descendió la velocidad y empezó a toser con una mano en el pecho casi con postura dramática.

En ese momento me quedé paralizado al ver que de su boca salía una mucosidad con pequeñas motas carmesí.

Podía estar enfermo de cualquier otra enfermedad, pero pensar aquello era pensar que el cielo tiene cuatro lunas.

Remotamente imposible, estaba infectado con la mutación.

Me quedé estático en la patrulla viendo casi en cámara lenta las imágenes que se reproducían ante mis ojos. El policía que manejaba la patrulla salió de esta horrorizado y no hizo ningún esfuerzo por ayudar a su compañero, corrió hasta estar dentro de la estación y poco a poco en la ventana de las oficinas se percibían cientos de rostros curiosos.

El hombre en agonía tosiendo, era ahora el espectáculo más interesante para muchas personas.

Dilan estaba más que despierto y podía decir que casi no había rastro de alcohol en su organismo. Me miró asombrado como si con esa expresión pudiera compartir todo lo que pensaba de la situación, en respuesta me encogí de hombros y resoplé cansado.

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⏰ Última actualización: Sep 06, 2021 ⏰

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