capitulo 11

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Narra Christopher:

Estoy en la esquina del banco central. La veo desde el retrovisor de mi Audi. La miro cruzando las piernas. Oh joder... es preciosa. Lo es siempre. En cada faceta. Hasta cuando se lo hago, hasta cuando está mojada. Ahora lo puedo comprobar perfectamente. Acomodo el retrovisor de nuevo, Dulce se ha puesto de pie, trato de seguirle el paso. Está hablando con un tipo que probablemente le dobla la edad. La mira. Ella se voltea de pronto y busca algo en los cajones de su escritorio. El imbécil la está mirando. Observando su bonito culo tan disimuladamente como puede. Lo que no sabe, es que lo estoy viendo yo. Dulce vuelve a voltearse, le sonríe, el tipo también lo hace – sabe disimular muy bien, debo admitir- le entrega unos folios y se sienta de nuevo. ¿Por qué coño no se ha ido todavía? ¿Qué quiere con ella? ¿Acaso me ha mentido cuando me dijo que no tenía novio? Joder. Vaya tío. Quiere tirársela, lo veo sus sucios ojos.

Y quiero bajar del auto. Enfrentármelo y no sé por qué. Detesto la idea de saber que la tiene más cerca que yo. No puedo quitarle la vista. Es pre...¿ya lo he dicho, verdad? De pronto alguien entra en mi auto con brutalidad.

- ¿Qué coño haces aquí? – me preguntó Ryan, acomodándose las Ray ban. Trae un ridículo pasamontañas. Ni siquiera parece él. Y yo entiendo por qué, estamos al frente del banco al que hemos robado hace menos de dos días.

- Vine un rato. ¿Tú?

- ¿Para qué? ¿eres imbécil? la policías está buscándonos y tú te apareces justo en el lugar en donde nos tienen marcados. Si he venido aquí es porque reconocí tu auto en la otra esquina del banco.

- Relájate. – le digo sin quitar la vista de mi retrovisor. En él está Dulce, cruzando otra vez las piernas... que excelente manía.

- Si quieres follar, vete a un jodido burdel. Pero no aquí. – me dijo al observar lo que miraba. Él también se quedó un buen rato mirando.

- Déjame ¿vale? Ya estoy lo suficientemente grande.

- ¿A qué has venido?

- Que coño te importa – no fue una pregunta, sino todo lo contrario.

- Vámonos.

- Quiero quedarme un rato más.

- ¡Vámonos, jo.der! – grita una vez más. Golpeo el timón. Y volteo a mirarlo, me ha hecho cabrear muchísimo. Enciendo el contacto del auto y avanzo un poco con este. Dulce ya no está más en mi retrovisor. - ¿sabías que la rubia esa... la cajera...está viva? – me miró. Jo.der, con todo esto... se me ha olvidado ese pequeño detalle.

- Lo soluciono hoy ¿vale?

- ¿Dónde has estado estos días?

- ¿Tienes que estar metido siempre en mi vida?

Ryan niega con la cabeza, saca un cigarrillo del bolsillo de su pantalón y lo enciende.
¿Y qué le importa? No debería meterse en mi vida más de lo que le está permitido. Solo por que pertenecemos a Tentation no significa que deba saberse hasta la hora en la que follo. Y con quién... sobre todo... con quién... con ella... bonita... preciosa... aunque hayamos terminado mal anoche no significa hoy nos la pasaremos mal de nuevo. Ya lo verá por sí misma. Conmigo, no le quedaran más ganas de continuar con esa manía de cruzar y cerrar las piernas. Conmigo no.

Se secó el cabello con la toalla de manos. Liberó su cabello y lo alborotó en su cabeza. Solo traía unas braguitas negras que la hacían jodidamente sexy. Buscó esa blusa transparente que tanto le gustaba para ponerse esa noche. Revolvió su ropa, en busca de ella...

- ¿Vas a salir? – la voz de Christopher la hizo saltar en su sitio. Se volteó de inmediato y se cubrió los senos con sus brazos. Tragó saliva. Christopher la miraba sin abstenerse de nada. Sin remordimiento. Sin vergüenza. Sin miedo.

- ¿Qué...qué haces aquí? – le dijo estupefacta. Observó las puertas de cristal, que daban a su balcón, abiertas.

- Perdón por no entrar por la puerta, supuse que no me abrirías.

Ella asintió sin saber que decirle. Cuando pudo reaccionar, se percató de que estaba semidesnuda antes sus ojos. Christopher le dedicó una bonita sonrisa.

- Tenía miedo... - le susurró, acercándosele peligrosamente. Dulce mordió ligeramente su labio inferior, sin dejar de cubrirse los senos. Mientras él se acercaba, empezaba a ponerse aún más nerviosa... y a inquietarse mucho más. – no sabía si este balcón daba a tu departamento...

- No quiero que vuelvas a entrar por ahí...

- Lo que tú me pidas. – a centímetros de ella, mojó sus labios y miró los de ella como el punto que deseaba besar ahora mismo. Se estaba excitando muchísimo con solo verla así. Moría por quitar esas manos de ella misma. Por quitárselas a base de besos. De mordidas. - ¿sigues enfadada?

- Lo estoy ahora. No me gusta que entres así... sin avisar...

- Perdona. – le dijo él. Bajó la mirada, estar tan cerca a ella le inducía a mirar sus bonitos senos aún escondidos. – quería verte...

- ¿Justo ahora? - Dulce le miró los labios. Joder. Que poderoso podía llegar a ser.

- Sí, justo ahora. – se miraron. Ambos comiéndose los labios con la mirada. – no he dejado de pensar en ti en todo el día. – colocó sus dos manos sobre las de ella. Dulce soltó un leve gemido, casi inaudible, que hizo que Christopher se tensara aún más. - ¿puedo... - bajó lentamente las manos de Dulce y al mismo ritmo, se inclinó para besar suavemente uno de sus senos. Hizo lo mismo con sus pezones erectos.

- Christopher, detente...por favor...

Pero él hizo lo contario. Casi como siempre, rompiendo las reglas. Terminó de pasar su lengua por el cuello de ella. Haciéndola gemir esta vez más fuerte. Al concluir, le miró la boca una vez más. Y más y más... sin probarla todavía... quería que ella fuera quién lo hiciera, que ella se abalanzara ante sus labios y se los comiera. Y así lo hizo. Sus ganas fueron más fuertes que su propio autocontrol. Se abalanzó ante Christopher y unió sus labios con los de él. Este los abrió ligeramente, invitándole a que metiera su lengua en su dulce boca. Pero él lo hizo primero, sin aguantarse, mientras abajo sus manos apretaban el cuerpo de Dulce contra el suyo. Piel con piel. Moría por desnudarla completamente. Aunque de esa manera, ya era más que suficiente. Le apretó la espalda, bajando sus manos por sus nalgas... se las tocó, Dulce se le separó un poco al sentirlas, pero no logró conseguir la fuera suficiente como irse, al contrario... sus pequeñas manos se metieron bajo la camiseta de Christopher, tocándole los bíceps. El tibio tacto de su piel la hizo estremecer. Era muchísimo. ¿Qué les estaba pasando? De un momento a otro...el hecho de verse... se había convertido en una necesidad.

De pronto, la puerta principal del departamento de Dulce los interrumpió.

Dulce abrió los ojos.

- Max... - susurró ella, apretándose los labios. Se separó de Christopher y buscó algo de ropa entre sus cajones.

- ¿Quién es Max? – logró preguntarle Christopher. Mientras la miraba cambiarse. ¿Cómo haría para que la erección se le bajara?... si cada vez subía más y más...

tentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora