CAPÍTULO I. PADRE E HIJA

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Bajo un montón de sábanas blancas, se escondían llantos y gemidos de una mujer; y donde en la primera planta se escuchaban discusiones y golpes. Habían pasado más de dos horas desde que al abrir la puerta de entrada, la esposa estaba sentada en la mesa de la cocina. Y las horas seguían contando. Habían pasado 10 años desde la última discusión, pero una década más tarde volvía a repetirse la historia. La misma de historia de cada fin de semana después de las 11 de la noche.
Se habían hecho menester las quejas de algunos vecinos que vivían a un lado de la casa de los Brigs, pero al parecer ya era una costumbre escucharlas y tener que aguantar las peleas hasta altas horas de la noche. Y lo que pesaba ahí dentro, era noticia de toda la semana. ¿Pero qué había salido mal? La pérdida de desconfianza o la mal crianza hacia la única hija. Tal vez las dos. O tal vez la segunda. O tal vez... O tal vez...
Fuera como fuesen las cosas, no era nada divertido escuchar a dos padres discutiendo sabiendo que tenían una hija; una hija de 21 años que se había vuelto solitaria y callada, aislada y fuera de la sociedad. Todas las noches lloraba hasta quedar dormida y hasta que sus ojos se secaran. Al día siguiente debía levantarse temprano e irse a la universidad, donde al igual que en casa, tenia que aguantar las quejas de estudiantes que vivían en la misma calle. Pero ya era costumbre. Jacqueline pertenecía a la sociedad de los niños burbuja desde que tenía 17 años. Se había vuelto antisocial, callada y demasiada seria. Era de las pocas que podía llegar a ser popular en la universidad; tenía cabello largo y castaño, ojos azules y labios carnosos. Usaba grandes aretes de color dorado y demasiado labial, y siempre vestía con blusas sin mangas. Solía leer mucho, pero había dejado de hacerlo. Escribía en una libreta poemas y frases que se le venían a la mente, para así tratar de calmarse un poco y aliviar su dolor interno que le causaba estar en casa. Escuchaba musica a todo volumen, usaba auriculares bastante grandes y no le importaba dañar su audición. Era fan del género metal, pero no vestía como una metalera. Y no fue hace mucho tiempo que pensaba dejar este mundo. Cierta vez se encontraba sola, sin nadie en casa, fue hacia la ventana de su habitación y la abrió completamente, se inclinó hacia delante sosteniéndose de la pared y puso un pie en la parte inferior de la ventana, minutos más tarde, se tiró a la cama y se cubrió con las sabanas.
Y ese día, permanecía así.

-¡Estoy harto de ti, siempre es lo mismo contigo!- gritaba el padre de Jacqueline, desde la cocina.
-¡Y tu eres un maldito mentiroso! ¡Mentiroso y estúpido!
Jacqueline sostenía las sabanas y se descubrió el rostro lentamente, temblando. Tenía los ojos abiertos a más no poder y veía la puerta de la recámara.
-¡Eres una maldita paranoica!
Se escuchó el sonido de un golpe, una cacheta por parte del padre. Fue tan fuerte que Jacqueline pudo escucharla y volvió a cubrirse con las sábanas del colchón.
En ese instante, hubo silencio.
Jacqueline bajó otra vez las sábanas y afuera del cuarto se escuchaban pisadas, alguien venía subiendo las escaleras. El pomo de la puerta se giró y...

-¿Hija?- dijo el padre, Jeff, con la puerta entreabierta-. ¿Estás despierta?
No hubo respuesta.
-Jacqui, quiero hablar contigo.- Entró al cuarto y se sentó en la orilla del colchón, donde se veían los pies de Jacqueline.
-¿Qué quieres?- preguntó ella.
Jeff suspiró.
-Por favor, debes creerme, lo que dice tu madre no es cierto. Yo jamas lo haría.
Silencio.
-Tú no deberías escuchar todo, no deberías tener el derecho.
-Mira quién me lo dice.- dijo ella.
-Escucha...- puso su mano en la pierna de su hija- tal vez deberíamos... Tú sabes, irnos de aquí.
Jacqueline se destapó. Veía a su padre. Tenía una mirada que decía: "¿Bromeas, verdad?"
-Tal vez sea lo mejor.- Se encogió de hombros.
Jacqueline se cubrió nuevamente y le dio la espalda, como si le dijera: "Ya vete y deja dormir"
-Piensalo si quieres.- Le dio un beso en la frente, con todo y sábanas, y se dirigió a la puerta. Antes de salir dijo:
-Mañana será otro día, duerme bien.
Y mañana, sí que seria otro día.

LAS 3 PRUEBASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora