CAPÍTULO II. MADRE E INVESTIGADOR

29 1 3
                                    

Lynn Brigs, la paranoica, esperaba ansiosa la llamada del teléfono. Y esperaba también la llegada de su mejor amiga. Había ido hace dos meses a la habitación y "oficina" de un investigador privado al norte de la ciudad. El plan que había estado ideando era nada más y nada menos que seguir a Jeff y agarrarlo con las manos en la masa. Ya que según ella, tenía una relación con su secretaria. La había conocido en una fiesta en Kenworth, cuando Jeff se la había presentado. Lynn vio algo en ella que no le agradaba, pero era así con todas las mujeres que su esposo conocía. Pero no fue la única mujer que sabia que no podía estar demasiado tiempo junto con Jeff. Había muchas más que ella misma hacía todo lo posible porque no se le acercaran. No era su plan estar bajo el mismo techo con él; sólo buscaba a alguien con quién entretenerse durante la adolescencia, y alguien que tuviera dinero. Había una niña llamada Betty que todo el tiempo se le acercaba a Jeff, Lynn no iba a permitirle estar cerca de él ni siquiera una pulgada. Y más nunca volvió a acercarse. Años mas tarde todo se volvió de mal en peor. Tuvo una hija y su vida se había arruinado, pero Jeff aún tenía dinero como para hacerse cargo de las dos.
Eran casi las once de la mañana, en viernes, el día en que Lynn no trabajaba. Estaba sentada en el sofá de sala, a un lado del teléfono, tomado una taza de café con canela y con el ventilador de techo encendido. Afuera recién el cielo comenzaba a despejarse, las nubes se iban y el sol remontaba. Quería además escuchar la voz de Jerry, el soltero de la calle Cruz que estaba a tres calles. Lo había visitado solo una vez para hacerle "compañía" en un día como ese, en viernes. Pero fue hace mucho tiempo, y soñar no costaba nada. Habían estado solos en la sala, Lynn permanecía acostada en el suelo y Jerry estaba sobre ella, un momento después hicieron...
El teléfono sonó.

-¿Hola?- contestó rápidamente Lynn.
-¿Señora Brigs? Soy Alex.
-Sí, soy yo- decía con una sonrisa nerviosa-, ¿Co-cómo está?
-Bien, algo estresado, pero...
-¿Haremos lo que habíamos quedado de hacer?
-Usted digamelo.
-Claro que sí. Por supuesto.
-¿Quiere que vaya a su casa o...?
-No, quiero que nos veamos en un lugar.
-¿Y dónde sería ese lugar?
-En el parque Silver Gate, en una hora. Pero haga como que no me conociera.
-¿Cómo puedo saber qué es usted?
-Si ve a una mujer jugando con el cabello, esa soy yo.
-Esta bien, tenga con usted el dinero.
-Lo tendrá, hasta pronto.
-Hasta pron...
Colgó el teléfono y dio un sorbo al café, ya estaba frío y decidió ya no tomarlo. Jugar con el cabello era un tic que tenia desde los diez años, cuando su madre le había quitado una goma de mascar y desde ahí comenzó a jugar con él, como si lo estuviera protegiendo. Aceptaba tener ese tic, y no le molestaba reconocerlo, aunque para su mejor amiga era estresante verla haciéndolo. Dejó la taza de café en la mesa y se dirigió al sofá, antes de sentarse, alguien tocó la puerta. Al abrir la puerta, había una mujer de piel morena, labios rojos y mejillas grandes, cabello corto y ojos pequeños. Era Helena, su mejor amiga.

-Hola...
-¡Entra!- tomó la muñeca de Helena y la llevó hasta la cocina.
-¡Ay¡- soltó la mano de Lynn y se frotó la muñeca, le había dejado una marca- ¿Qué te pasa?
-Shhh, no grites.
-No grité.
-Finalmente saldré victoriosa.
-¿De qué hablas?- Helena parecía estar cansada, se frotó los ojos.
-He contratado a un investigador- le dijo en voz baja.
-¿Qué? ¿Y para qué?
-Para que siguiera a Jeff.
-Para que siguiera a... Oh dios mio- miró al techo y fue a la sala.
-¿Qué?
-Estás loca, no puedo creer que sigas con la idea de que Jeff sale con su secretaria.
-No lo creo, es verdad.
-Estás loca.- Se echó de espaldas al sofá.
-Tú harías lo mismo si estuvieras en mis zapatos.
-No, porque no estoy loca.
-Oye, deberías estar conmigo, no contra mí.
-Lo he estado siempre, pero esto ya es llegar demasiado lejos.
No. Aún no llegaba a ese punto. Todavía no.
-Mira, así podre comprobar que tengo la razón. Jeff no sospecharía de un hombre que...
-¿Que lo estuviera espiando?- agregó Helena.
Lynn se quedó pensando.
-No sospecharía de un hombre que hubiera sido contratado por una mujer.
-¿Qué te hace pensar eso? No te has dado cuenta de que Jeff te conoce más de lo que debería. En menos de dos segundos se daría cuenta que lo vienen siguiendo. Se dirá así mismo: "Esto es obra de Lynn. Después entrará por esa puerta y te preguntará quién es el hombre de camisa y pantalones negros que lleva espiándolo todo el día.
-Funcionará.
-¡Maldicion, Lynn!- dio un golpe al apoya brazos del sofá y se levantó- Eres una paranoica.
-¡No! Lo mismo me dijo Jeff ayer en la noche y me soltó una cachetada. No puedes venir a mi casa y decirme que soy una paranoica.
-En primer lugar tú me invitaste a venir, y en segundo lugar estás loca.
Lynn extendió su mano y lanzó una cachetada a Helena. Helena puso su mano en la mejilla y miró a Lynn. Nunca la había golpeado y ella tampoco, pero sería la única y última vez. Helena le devolvió el golpe y Lynn cayó al suelo, había sido un golpe duro, más duro que la cachetada de Jeff.
-Esta es la última vez que me levantas la mano ¿entiendes? ¡La última.- Dio media vuelta y cerró la puerta de golpe.
Lynn se levantó y se dirigió a la cocina, tomó el café frío y enseguida fue a la habitación a recostarse.

El teléfono había sonado mas de cinco veces. Cinco llamadas perdidas eran demasiadas. La paranoica se había quedado dormida, eran más de las tres de la tarde y la cita estaba por cancelarse. Lynn tenía la oreja pegada a la almohada, el cabello lo tenía embarañado y el maquillaje le corría por los ojos hasta la boca.
Contestó el teléfono sin ganas de hacerlo.

-¿Hola?- dijo con voz cansada.
-Señora, llevo más de dos horas esperándola. ¿En dónde esta?
-¿Quién habla?
-Alex, el investigador.
-Oh, señor Alex, ¿cómo está?
-¿Qué demo...?- dijo en voz baja-, Señora, acaso se le olvidó que hoy nos veríamos en el parque, ¿eh?
-El parque... Oh, es verdad. Lo siento, debí quedarme dormida.
-Se supone que usted...
-Sí, sí, lo sé- dijo, levantándose de la cama al tiempo que se estiraba-. Lo lamento, sucedió algo en casa.
-Sigo aquí en el parque, digame qué hay que hacer. Ya van más de dos veces que una camioneta de policías pasa por aquí. Creo que saben quién soy.
-Venga a mi casa. Pero simule.
Alex suspiró.
-Bien, pero espero que siga despierta cuando llegue allá.
-No se preocupe, aquí seguiré.
-De acuerdo, hasta pronto.
-Hasta pronto.
Lynn se puso sus sandalias y bajó a la primera planta. Ya eran las cuatro de la tarde y esperó Alex en la sala de estar. Recordó entonces discusión que tuvo con Helena y el golpe que recibió de parte de ella. Sería la última vez que la vería, ya que ni por todo el dinero del mundo volvería a visitarla. Fue en ese instante en que Lynn pensó seriamente en Jeff, y aún más importante, en su hija, era la única de la familia que no estaba totalmente cuerda. ¿Quién podría vivir bajo un mismo techo al lado de ella? Tal vez, Lynn no estaba tan paranoica después de todo.
Alguien tocó la puerta.

-¿Lista?- preguntó Alex sin pedir permiso de entrar.
-Eh, sí pero...
-¿Pero qué?
-Nada, solamente quiero...
-¿Qué?
Lynn se frotó la frente.
-¿Quiere algo de tomar?
-¿Tiene vino?
-Iré a ver
Alex estaba de brazos extendidos al respaldo del sofá y de piernas cruzadas. Era un hombre bien parecido, salvo por su actitud que no era nada bien parecida. Tenía el cabello largo y rubio; tenía el flequillo más largo que el de Lynn, le cubría el ojo derecho y el izquierdo lo tenía descubierto. Vestía de camisa negra de cuero y botas también, tenía una cadena que colgaba de la cintura y llevaba guantes sin dedos. Tenía 28 años.
-Aquí tiene- dijo Lynn entregándole el vaso de vino.
Alex lo tomó de un sólo sorbo y dejó el paso en el piso. Se limpió la boca con una manga.
-Bien, ¿comenzamos de una vez?
No hubo respuesta, por el momento.
-Escuche- dijo Lynn en tono serio-, antes de que llegara me puse a pensar y... Han pasado muchas cosas desde hace tiempo y quisiera ponerme a...
-Vaya al grano.
-Tome.- Sacó de la bolsa de su blusa un sobre blanco sellado.
-¿Qué es esto?
-El dinero. Olvidemos esto.
Alex veía el sobre, estaba confundido y molesto.
-No... No puede hacerlo.
-Ya le di el dinero. Ya puede retirarse.
-No... ¡No!- se puso de pie. Lynn dio un respingo-. No puede dejar esto, no puedo yo dejarlo. Yo me gano la vida espiando a otros y usted me dice que lo olvide. De ninguna manera.
-Por favor, olvidese de...
-¡No! Yo trabajo en esto, e iré en busca de aquel tipo. Para eso existo.
-Señor, yo...
Alex caminó hacia la puerta y la cerró de golpe. Lynn tuvo una visión de Helena haciendo lo mismo, y antes de que se diera cuenta, ya estaba sola. ¿En qué problema se había metido? ¿Qué le dirá a su esposo al llegar a casa? ¿Con qué cara se lo dirá?


LAS 3 PRUEBASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora