Capítulo 4 - Pero renuncié

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Atravesó corriendo el atrio en la parte exterior de la casa y saltó los escalones que llevaban a la acera, a un lado de la calle sobre la que se encontraba estacionada la limosina.

El príncipe lo esperaba pacientemente a un lado de esta, con las manos juntas en la espalda, su mirada dirigida hacia su mayordomo que hacía las veces de chofer.

Le estaba hablando a él, no había notado que no había llegado hasta ese momento, así que se colocó rápidamente a su lado, un paso por detrás, con su ropa doblada debajo de su brazo izquierdo y sosteniendo una de las correas de su mochila que traía al hombro del lado derecho.

Fingió demencia hasta que su compañero dejó de hablar y se metió en el vehículo, luego se metió detrás de él, ambos en los lugares que habían ocupado antes.

"No será necesario que te comportes muy formal con mi padre" Habló el chico de los ojos carmesí adoptando su postura seria, sus ojos denotando que su mente andaba por otros lados "He hablado tanto con él sobre ti que, bueno, está un poco enojado conmigo"

Seto sabía de primera mano que el príncipe no se llevaba bien con su padre.

El hombre creía que su hijo era gay y se lo reprochaba cada que podía. A pesar de que no lo odiaba y lo consideraba el heredero más digno que hubiera podido desear, el simple hecho de que mostrara más afecto a sus amigos varones que a las mujeres lo ponía en una posición cuestionable a ojos del mundo.

Podía ser muy fácil para ellos o para sus hermanos arrebatarle el trono.

En la sociedad en la que vivían, alrededor del mundo, los diferentes reinos habían llegado a un acuerdo, según el cual, si un gobernante no tenía descendencia al llegar a los 30, cualquiera que pudiera asesinarle lo sucedería.

Fuera una reina o un rey, era necesario tener un hijo o hija para asegurar que su sangre se mantuviera en el poder.

El hecho de que el príncipe fuera tan cariñoso con él era una prueba de que sus preferencias andaban en otro lado.

"Dime, de verdad lo eres?" Preguntó entonces, el príncipe lo miró con sorpresa, pero no pudo mantenerse concentrado en sus ojos por mucho tiempo "Dicen que nunca has intentado contrariar al hombre, y según lo que me has dicho sobre como viven en ese castillo, comprendería que no hubieras tenido la oportunidad, pero, sí eres gay?"

"No me gustan solo los hombres" Murmuró, su vista en el piso de la limosina que se acercaba cada vez más al castillo "Pero si le digo algo así a mi padre va a poner a uno de mis hermanos como su heredero y a mí me desterrará para 'deshacerse de mi debilidad de una buena vez'"

"Con las cosas que haces, tú mejor que nadie, debías estar preparado para que te dijera algo así" Le dijo con severidad, recargándose en el asiento con los brazos cruzados.

"Tú estarías preparado? Aunque supieras todo lo que va a decir, palabra por palabra?" Preguntó, notándose herido, aún sin verlo "Se trata de tu padre, cómo podría alguien estar listo?"

"Yo no tuve un padre"

"Lo siento..."

"Ya te dije que no importa"

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Si la estructura ya era imponente, vista desde el quinto sector, y verlo en el Instituto, volando por encima tuyo, hacía que te doliera la cabeza; estar de pie en la escalinata que llevaba a las enormes puertas de piedra, oro, madera fina y vidrio pintado a mano con figuras exquisitas...

Abiak no supo si se estaba ahogando por cómo se veía el monumento que tenía enfrente o por el cuello del abrigo que se estaba acomodando para que estuviera perfectamente en su lugar.

El amor del príncipe [Prideshipping]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora