Abril de 1947, en un remoto pueblo de España:
Eran las seis de la mañana y aunque a Delia le apetecía seguir durmiendo en su pequeño colchón, tenía que empezar sus tareas antes de que su madre la viniera a regañar.
Su madre era una mujer que nada más verla imponía respeto por su rostro serio y sus prendas de tonos grises y negros, nunca coloridos, a pesar de que su marido hubiera fallecido hace más de diez años parecía que le hubiera cogido el gusto a seguir llevando prendas de luto.
Delia, a su temprana edad de diecisiete años, ya estaba acostumbrada a limpiar la casa, hacer la colada, planchar y seguir trabajando duramente en la única panadería del pueblo por cuatro duros, ya que lo llevaba haciendo des de los ocho años.
La joven con una sonrisa en boca fue realizando todas las tareas del hogar, y en acabar se sirvió como recompensa un vaso de leche.
Al principio se cuestionaba porque tenía que ocuparse ella sola de esas tareas de la casa.
Fue difícil, tuvo que aprender por si misma como hacerlas, ya que su madre le hacía repetir las tareas hasta que todo estuviera perfecto, pero sin explicarle cómo hacerlo por su escasez de paciencia.
Sin embargo, ahora las llevaba a cabo sin pensar, como un robot repetía su rutina cada mañana automáticamente, y se decía a sí misma que era porque su madre ya tenía mucho trabajo en su taller de costura, y su abuelo, que también vivía con ellas, porque ya era un hombre mayor.
Pero en el fondo eso era lo habitual en el 1947, si no tenías la suerte de nacer en una familia noble y muy adinerada, te tocaba trabajar des de bien pequeño para poder llevarte algo al estómago.
En estar a punto de acabar el vaso de leche, primero la madre y luego el abuelo de Delia, se levantan ya aseados y se sientan con ella a la mesa.
Delia mira el reloj y ve que se le ha hecho tarde, tiene que llegar a las ocho en punto a la panadería.
Así que toma el último sorbo de leche y se levanta de la mesa diciendo:
- Adiós madre- agachando la cabeza. - Adiós abuelo - dándole a él un beso en la mejilla.
En cuanto sale por la puerta, Delia empieza a correr para llegar puntual al trabajo, mientras piensa lo cómodo que sería si no tuviera que llevar vestido todo el rato y cómo sería la sensación de ponerse unos pantalones, de esos que solo podían llevar los chicos, según le había explicado su madre.
De repente una voz que reconoce interrumpe sus pensamientos:
- Ei Delia! ¿Otra vez vas justa de tiempo para ir a trabajar?
Era su mejor amiga, Elisa, la cual conocía des de niña, cuando aún eran pequeñas y se podían permitir ir a la escuela y jugar horas y horas por el campo. Sus mejores recuerdos son junto a ella.
- Elisa! Lo siento, sí, voy tarde... Así que hablamos luego. ¿A las siete de la tarde dónde siempre?
- Vale! Corre, ahora date prisa- dice con cara de preocupación, pero a la vez con una sonrisa pícara, como si Delia no hubiera cambiado des de que se conocen.
El último sprint y llega a la panadería, tan solo un minuto tarde.
Antes de cruzar la puerta, se peina un poco su larga y sedosa melena castaña con los dedos e intenta bajar su pulso cardíaco, volviendo a su respiración normal.
- Buenos días Don Emilio!
- Señorita Delia... Un minuto tarde. Sabe lo que eso significa, ¿no?
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Bajo el puente de Delia
Lãng mạnImagina vivir en la sociedad de mediados del siglo XX, llena de prejuicios y estrictas normas sociales, siendo una chica de 17 años. Este es el caso de Delia, una joven de clase trabajadora que vive en un pueblo y tiene que esconder al resto de la g...