Delia pasó media noche cosiendo, ni recordó que su madre y abuelo estarían cenando sin ella, ni si quiera sintió la necesidad de comer, pues su tarea la tenía enganchada como un alcohólico está a su botella.
Cerró la puerta de su cuarto y empezó cortando a su medida algunos de los retales de ropa que había cogido cautelosamente de la habitación de su madre.
Luego agarró aguja e hilo, recordando cómo lo hacía de más pequeña al ayudar a su madre cuando tenía muchos pedidos en el taller, y juntó los retales previamente cortados.
Sus ojos se cerraban y estaba tan cansada, que decidió dormir un rato y levantarse a las cuatro y media de la mañana para continuar.
El esfuerzo valió la pena, pues a las seis de la mañana ya había terminado de coser el vestido y le había quedado espectacular.
El vestido era de talle largo, le llegaba hasta un poco más abajo de las rodillas, cosa que favorecía a sus piernas ya que se le veían unos tobillos delgados y luego la parte del tronco se ceñía a su cintura y llegaba hasta su cuello terminando en un escote recto. No tenía mangas, tan solo dos tirantes gruesos, y eso realzaba los brazos morenos y en forma de Delia.
Pero lo mejor del vestido era los colores que Delia había combinado. Para la parte del tronco un rosa fucsia, que resaltaba el color de su piel y sus ojos almendrados y oscuros, y para la falda, una tela más gruesa de color perla, cuya caída enfatizaba su figura.
La joven dejó planchado el vestido dentro de su armario, un tanto escondido por si a su madre se le ocurría husmear.
Después, no se libró de sus tareas rutinarias, y aunque con no mucha energía, las realizó con un ápice de optimismo por ser el día que era.
Antes de marchar hacia la panadería, se puso cualquier vestido y se recogió el pelo en un moño, para evitar manchárselo mientras trabajase.
Cuando Delia entro en la panadería, notó que Carlos desde la mesa de amasar la estaba observando, pero cuando ella le fue a mirar a los ojos el chico apartó su mirada y al cabo de unos segundos la saludó con un tímido: - Hola!
- Buen día - le respondió Delia con una sonrisa tímida que remarcaba su adorable hoyuelo.
- Bonito día para ir también a pasear, ¿no? Parece que tendremos suerte...- comentó Carlos con la doble intención de recordar a la atractiva chica que a pocas horas tendría lugar su encuentro.
- Ahhh... Sí, parece que el tiempo está de nuestra parte.
- ¿Qué es tanta chachara? ¿A caso hoy es un día distinto para verlos tan animados?- cortó de golpe su conversación Don Emilio.
- No, señor...
- Tan solo le estaba comentando a la señorita Delia que hoy es... Es el santo de... mi madre- se inventó rápidamente Carlos para disuadir a su jefe de cualquier duda que les acabara perjudicando.
- En ese caso, felicítala de nuestra parte. Ahora os quiero ver a los dos amasando, metiendo esos bollitos al horno y limpiando todo lo que manche la harina.
Delia le echó a Carlos una mirada de agradecimiento y una risa, contenida, porque aún Emilio los observaba.
Luego los dos se pusieron a amasar pan en la misma mesa, en la cual iban echando harina y estirando la masa.
- Con que el santo de tu madre, ¿eh?- dijo Delia en voz baja.
- Resulta que a partir de hoy mi madre se cambia el nombre a...
- Dolores. Hoy es el santo de Nuestra Señora de los Dolores- añadió Delia entristeciendo un poco su rostro.
- No sabia que eras tan devota de los santos. ¿Cómo lo has...?
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Bajo el puente de Delia
RomansaImagina vivir en la sociedad de mediados del siglo XX, llena de prejuicios y estrictas normas sociales, siendo una chica de 17 años. Este es el caso de Delia, una joven de clase trabajadora que vive en un pueblo y tiene que esconder al resto de la g...