Primero

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Año nuevo y por ende, a los 16, año escolar nuevo, me gustaría decir que no tengo que ir más a la escuela, como a cualquier adolescente pero no, obviamente no se puede, al menos en el ámbito legal. Y como siempre hay algo que no nos gusta o nos incomoda dentro del espacio escolar...

—¿Sabés en qué salón nos toca? —me preguntó Chae, mi mejor amiga.

Ella tiene 15, pero vamos al mismo curso porque debido a su inteligencia logró que la promovieran, por lo que no somos amigas de la infancia, pero desde que nos conocimos hace ya tres años que somos inseparables, como si nos conocieramos desde siempre, la primera vez que hablamos sentimos ese tipo de conexión que sigue vigente hasta hoy, y me alegra mucho porque en verdad estoy agradecida de que sea mi amiga y tenerla en mi vida, da los mejores consejos y me ha salvado las papas muchas veces.

—Ni idea sis. — así nos llamamos, porque se podría decir que eso somos, hermanas —Ahora cuando entramos le preguntamos a algún profesor.

—Ok.

Y qué decir de la escuela, siempre lo mismo, tampoco espero sacar nada mas que conocimientos de esta institución, pero todos siempre entran con algún tipo de esperanza, incluyéndome, creo que es un deseo tonto y genérico del ser humano, empezar algo nuevo no garantiza beneficio, el cambio viene desde adentro. En fin, al menos espero que siga siendo como los años anteriores, no puedo quejarme, no me molestan y yo no molesto por lo que puedo pasar desapercibido para todos, excepto para alguien.

La cual ahí viene.

—Buenos días princesa. — Sana.

Comentó mientras pasaba por al lado mío rozandome el hombro, ya parece algún tipo de ritual desde que empecé la secundaria, hasta el personal del colegio sabe que ella tiene un crush conmigo, siempre intenta algo nuevo para conseguir mi atención, no entiende que no me gusta y a veces me desespera que no ponga un alto, son mis límites pero le entran por un oído y le salen por el otro.

—Y la perra seguía y seguía. — agregó Chae viéndola alejarse.

—Una pesada, al menos es su último año.

—Suerte para ti, ya quiero ver qué se va a inventar para conquistarte.

—Eu, no seas así. — Enana maldita.

—Mildis, es que me gusta verte sufrir. — carcajeó.

Fueron días, tardes, noches incontables en los que Sana fue el tema principal de nuestras conversaciones, ideamos miles y millones de planes para que me dejara en paz, de noviazgos falsos a enfermedades terminales que ni siquiera existían, pero no había caso, no se daba por vencida, llevándome al punto del hartazgo, Dios bendiga mi paciencia.

En fin, luego de ese pequeño altercado, y lo más lejos posible de la japonesa, vale aclarar que no es de aquí, seguimos nuestro camino, hasta que encontramos un profesor y nos indicó a dónde teníamos que ir.

La escuela es gigante, y en el transcurso del recorrido hay dos opciones, encontrarse a todo el mundo o no encontrarse a nadie.

Y para nuestra suerte nos topamos con nuestras amigas, somos un grupo de cuatro, nosotras dos mas Jihyo y Mina. Las conocimos un día mientras almorzábamos en el patio, se nos acercaron y se dio, ahí surgió nuestra amistad y desde entonces casi siempre comemos juntas, además de que pasamos los recreos reunidas cuando podemos, todo esto dentro de la escuela.

—¿Todo bien chicas? — preguntó Jihyo.

Ella es bastante sociable, como para no, si solo irradia confianza y buenas vibras, y como es de esperar tiene muchos amigos, y entre ellos Sana. Mientras que Mina es mucho más reservada y con un sentido del humor y personalidad peculiar.

—Todo bien, — respondió Chaeng — nos vemos a la hora del almuerzo.

—Dalo por hecho. — contestó Mina, y siguieron camino hacia su salón y nosotras al nuestro.

Ya era casi hora de que llegara el profesor, así que llegamos al aula y tratamos de elegir el lugar con mejor ubicación posible, contra la pared y al medio, y juntas obviamente.

A lo que esperamos al profesor nos pusimos a hablar de tonterías, lo cual no duró mucho.

—Buenos días chicos, feliz comienzo de ciclo lectivo...

Relató el profe, de costumbre, y el tiempo de la primera clase se consumió en presentaciones y la vista a futuro del año educativo.

[...]

El desarrollo de la mañana estuvo como el de todo primer día, colmado de presentaciones y profundización de los temas a dar, ya habían pasado dos clases y actualmente la profesora nos había dado un ratito libre ya que había terminado de hablar. Por lo que Chaeng y yo habíamos comenzado a organizar lo que haríamos en la tarde, como acostumbrábamos cada comienzo de clases.

—¿Vamos a tomar un helado? — le pregunté mientras giraba en la silla para poder verla mejor, mientras ella estaba apoyada contra la pared y sus pies arriba de mi asiento.

—Yesss, vayamos.

—Okis, ¿A la heladería de siempre? — obvio tenemos un lugar preferencial para tomar helado.

—Mmm, no, esa queda muy lejos — buen punto — Escuché sobre una heladería nueva que queda cerca de aquí, vayamos a esa.

Suena bien.

—Dale genial.

—¿Invitamos a las otras? — cuestionó refiriéndose a Mina y Jihyo.

—Eeh, — lo pensé — No.

—Bueno.

Quería pasar tiempo a solas con Chaengie, como hacemos desde que nos conocemos, y desde el primer día.

El resto del día pasó casi volando, no fue aburrido porque prácticamente no hubo clases y se hizo llevadero, además de que nos pasamos casi todo el tiempo boludeando. Comimos con las chicas, seguimos con las clases que faltaban, hasta que llegó la hora de irnos.

En otras palabras, la hora de ir a comer helado.

Salimos del salón, directo al pasillo, y como flechas hasta la salida de la escuela, pero tuve que parar abruptamente porque recordé algo, demonios.

—Chae.

—¿Qué pasó?

—Me olvidé el dinero en mi casillero. — por suerte lo noté rápido.

—Bueno, vamos.

Retomamos el camino y nos dirigimos a la caja fuerte, ya ambas en frente del rojo metal, me dispuse a abrirlo y sacar mis bienes, fue rápido claramente.

Lo cerré, y me di vuelta llevándome con una desagradable sorpresa, mi cara cambió, por lo que Chae siguió mi mirada, largando un suspiro ella también.

Hartas.

—Hola preciosa, — Sana de vuelta — Se te cayó algo. — señaló para abajo y siguió de largo.

Nos fijamos, y era un papel blanco pequeño hecho un bollo, lo levanté y lo abrí, volviendo a encontrar su número de teléfono escrito con birome roja, parece que se volvió anual esta exaustante práctica.

—No se cansa. — expresó mi amiga girando los ojos.

—Me gustaría que me prestara un poco de esa perseverancia jajaja.

—Jajajaja.

—Bueno, ahora sí, vayamos a tomar ese helado.

—Vayamos.

Volvimos a retomar el camino, y de paso, cuando encontré un tacho de basura, tiré el papel y salimos de la escuela.

Para desestresarnos con un buen helado.

Suffocated || SaidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora