Día 7; Yakuza

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Si hubiera una palabra con la que se podría definir a Hanagaki Takemichi, es que era el sol en persona. En una institución tan prestigiosa como lo era la universidad de Tokyo, encontrarse con un profesor que se tomara el tiempo de conocer y ayudar a sus alumnos hacía que pareciera que había un oasis en medio del desierto.

Al principio no era así. Les agradaba por su personalidad afable y porque su clase era una de las más sencillas de entender. Pero fue hasta cierto suceso donde sus perspectivas empezaron a cambiar.

Uno de los mayores salía con una de las chicas de primer semestre. El tipo se aprovechaba del poder que su apellido imponía ante todos pero aun más con la pobre. Si te concentrabas podías notar los moretones en su cuello y su sonrisa tensa que exhalaba un grito silencioso de ayuda. 

Grito que fue escuchado por el dulce profesor de ojos celestes.

Con la valentía digna de un tonto, le dio la cachetada de su vida al imbécil y se había llevado con él a la atolondrada muchacha.

La verdad es que no lo vieron sino hasta una semana después; por medio de ciertas fuentes se habían enterado que hubo un desastre tanto en administración como en dirección. Pero al final del día el chico terminó siendo vetado y ni sus contactos lo pudieron ayudar.

Desde ese incidente se había ganado tanto la admiración del alumnado completo. Sin embargo, los rumores sobre él empezaron a surgir. Las apuestas (dirigidas por Koko y Chouji) iban a que era el hijo de cierta persona influyente y por eso seguía con su mismo puesto a pesar de lo sucedido o que estaba casado con alguien de la Yakuza.

La que iba ganando era la opción de la Yakuza. Sabían que el sueldo de los profesores era por demás muy bueno pero ni tan así como para que cada mañana llegarás en un BMW último modelo o cualquier tipo de auto lujoso.

Porque no solo lo traía sino que lo recogía y el tipo que le abría la puerta tampoco se veía muy amable.

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La semana de exámenes les estaba cobrando factura.

Aunado a esto la mayoría estaba en entrega de proyectos finales. Por lo que aprovechaban cualquier pequeño descanso para caer rendidos a los brazos de Morfeo.

La única materia con la que sentían que podían respirar era con la del sol; les había dado la opción de entregar un proyecto que podían presentar en cualquier momento o si lo deseaban hacer un examen oral. Aparte de eso, con él estaban libres de cualquier asunto y hasta les daba hora libre en cuanto tocaba su clase.

Mientras la gran mayoría parecían muertos en sus asientos, algunos (como Inupi y su novio) decidieron que charlar con Takemichi sería más beneficioso. Siendo que todo el dinero que obtuvieron hasta el momento estaba en juego, tenían que asegurarse que estaban más cerca de ganar que de perder.

(Ese viaje a Las Vegas no se pagaba solo).

—Hanagaki-san, cuéntenos de su vida.

Ah, tan indiscreto como siempre.

—Koko —le regaño el de la marca en el rostro.

El momento tenso en el que pensó que los había metido se había roto con la dulce risa que el hombre había soltado.

—No te preocupes, Inupi-kun. La verdad es que entiendo la duda.

Cuando sonreía parecía que se iluminaba el mundo y todos caían embelesados.

—Oh, ¿en serio?

—Si, ¿en serio?

Inui estaba preparado para cualquier cosa en cualquier momento. Haber crecido con Hajime le había obsequiado el regalo de prepararse para cualquier aventura que el destino les depare.

(Por destino se refiere a sucesos inesperados).

—Aunque lo comprendo. No es que me haya gustado mucho enterarme de esa apuesta —suspiro—. mi vida privada es mi vida privada y-

Su sermón había sido interrumpido gracias al estruendo de la puerta siendo abierta. Por puro instinto ambos jóvenes saltaron y el más alto de los dos se tiró a los brazos del otro; en cambio, todos siguieron descansando y los que no, siguieron con sus ocupaciones.

Sintieron pena y a la vez agradecimiento, porque fueron los únicos testigos de la visita del adonis de cabellos rubios; adonis que solo tenía ojos para su profesor.

—¡Takemitchy! He venido a verte.

Hablando de...

—Manjiro. Te dije que si venías de visita me fueras a ver directamente a la sala de descanso.

Espera, ¿qué?

"El Adonis" se llamaba Manjiro y sonreía con demasiado amor. No era ni muy alto ni muy bajo, de complexión delgada pero en la partes correctas se hacía notorio su bien formado cuerpo y agregando un plus, el tatuaje que llenaba por completo uno de sus brazos.

—Pues esto parece la sala de descanso.

—Pero no lo es.

Parecían espectadores de un juego de tenis donde quien llevaba la delantera era Hanagaki. En cambio el recién llegado con todo y su imponencia mostraba una actitud berrinchuda e infantil; su precioso maestro parecía demasiado acostumbrado a eso...

DIOS MIO.

—Bueno, como sea. Vine por ti.

Así como lo dijo, lo tomó en brazos ignorando sus quejas. Manjirou les dedicó una atemorizante pero indiferente mirada antes de salir del salón, dándole la señal a otros hombres (más intimidantes) de recoger las cosas del chico.

Ninguno sabía que había sucedido pero les encantó. Además... HABÍAN TRIUNFADO.

Mientras tanto...

—¿Si sabes que aún no terminan mis clases, no?

El adorable puchero en los labios de Takemichi no surtió efecto más que para que su caprichoso acompañante lo besara.

—¿Y si sabes que eso no importa, verdad? —susurro cuando se separaron.

Nadie podía ignorar semejante vista. Después de todo, irradiaban nada más que amor.

—Si si, los directivos tienen más miedo de un Yakuza que de un político inepto.

—Pero este Yakuza lleva siendo tu esposo por 4 años y contando.

Murmuró entre risas antes de que nuevamente unieran sus labios. Un momento íntimo que era observado no solo por sus guardias, ya acostumbrados a las muestras de afecto de sus jefes, sino también por los chismosos de turno del campus.

Si le preguntaran por que amaba a alguien tan peligroso como lo era Manjiro Sano, una y otra vez respondería lo mismo.

"No es perfecto, lo sé. Pero me hace feliz y no puedo pedir nada mejor." 

Drawing our Moments (TakeMikey Week 2021)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora